Además de ser una veterana banda de rock, La Foca es un grupo de amigos, aún más veteranos. Su amistad comenzó en días calurosos, incluso antes de soñar con formar un grupo musical. Mucho tiempo después, sus cuatro integrantes siguen juntos y respetan una rutina como se respetan los mandatos familiares o los hábitos de escape que permiten seguir respirando. Ensayan al menos una vez todas las semanas. Tocan no más de cuatro veces al año, salvo excepciones, y uno de esos shows, en los años en que sacan un disco, corresponde a la presentación de las nuevas canciones.
La Foca es una banda de culto, aunque ya no sea necesario explicar quiénes son o cómo suenan. Esa condición, que es parte de su identidad, con los años y los discos se ha convertido en un tesoro cuidado celosamente por la banda y sus seguidores más fieles.
Para el que todavía no se enteró, el grupo tiene dos ingenieros: el guitarrista Gustavo Compagnone y el bajista Diego Lorenzo. Federico González, su cantante y guitarrista, se dedica a la economía y los negocios, y el baterista Ruben Larrosa es fabricante de vitrales. El grupo grabó ocho discos, hizo música para películas y cada fin de año organiza un festival en la sala La Experimental de Malvín que se llama Bola de nieve.
Compagnone es un guitarrista admirado por muchos de sus colegas, a los que les alcanza con escucharlo sobre el escenario o en sus discos. Todos saben que habla poco, o sólo en ciertas condiciones. No quiere hablar sobre el funcionamiento de los ensayos, pero más tarde, de forma escrita, relata con detalle lo que suele suceder: “Básicamente hay tres tipos de ensayos: los que reciben a las nuevas canciones, los que las preparan para grabar un disco y los que nos preparan para tocar en vivo. En general hacemos las canciones de corrido, a veces las repetimos completas y normalmente no nos detenemos en alguna parte en particular. La frecuencia dependerá, pero en general nos juntamos dos veces por semana, una hora. Cuando preparamos canciones nuevas, primero armamos la estructura, el inicio, las vueltas, los cortes, el final, etcétera. En mi caso hay canciones que salen rápidamente, pero hay otras que necesitan tiempo, paciencia. A veces llegan antes de la grabación y a veces no, pero ya estamos acostumbrados a convivir con eso. No es un problema, y a veces es algo bueno porque nos da tiempo y nos da la posibilidad de que en el momento de grabar puedan pasar cosas nuevas”.
“Dentro del grupo humano yo soy el más nuevo, y ya llevo 19 años en la banda”, dice Ruben echando mano al arsenal discursivo de La Foca y a la rutina de reírse de sí mismos, de su falta de sorpresa y de suerte. “Cuando estás tanto tiempo tocando con las mismas tres personas, pasás por momentos muy lindos y muy buenos y de los otros, pero siempre nos hemos llevado bien”, reconoce. El día que lo probaron en el puesto de baterista, Federico le dijo: “Vos tocá fuerte, que es lo que necesitamos”. “En ese momento pensé: ‘A mi juego me llamaron’, porque naturalmente, dentro del grupo soy el que tiene una tendencia hacia el rock más duro”, dice.
“Lo que más tengo en mente desde el bajo es completar con la batería una base que sostenga toda la parte más armónica de las guitarras y voces; disfruto mucho cuando la base va como fluyendo”, cuenta Diego sobre su rol en la banda, a la que define como “casi una familia”. “Más allá de algún malhumor, nos conocemos mucho y somos conscientes del valor de tener un colectivo funcionando”, afirma el bajista.
Federico González cree que su función en la banda es muy similar a su lugar dentro del grupo de amigos: “Siempre fui el iniciador, sabiendo que la cosa sigue. Compongo las canciones y llevo las versiones cero punto cero y en el grupo se hacen. Y después me encargo de otras cosas que los ingenieros no quieren hacer”.
Este sábado, La Foca va presentar oficialmente su disco Los nuevos recuerdos vendrán; un trabajo dedicado a su amigo Alejandro Torre.
“Mi canción preferida del disco es “¿Uno o dos?”. Nace de la nada con unas melodías muy tranquilas, chiquitas, y termina explotando. Toda la parte del medio me permite desarrollar una energía que me encanta”, cuenta Ruben.
A Diego le gusta mucho “Aiguá”: “Me parece que quedó muy bien grabada, con muy lindas guitarras. Me quedó con esa canción por la forma en que se van dando los climas que acompañan la letra y por el momento en que rompe, que quedó muy bien resuelto”.
“Este disco significa un gran alivio, pero no en el sentido de algo malo, sino importante. En algún momento sentí que era difícil procesar lo que habíamos vivido, y cuando lo logramos encaminar me sentí aliviado. Es un disco que planta la cara hacia adelante. En ese sentido, podríamos decir que es un disco combativo”, concluye el cantante.
La Foca, este sábado a las 21.00 en La Trastienda (Fernández Crespo 1763) Banda invitada: El Robot Bajo el Agua. Entradas en Abitab a $ 600 y $ 800.
Homenaje lusófono a Saramago
Este sábado a las 21.00, en el tercer piso del Clube Brasileiro (18 de Julio 984-994) llega el proyecto internacional Sobre o Mar, integrado por el poeta angoleño Ondjaki, el guitarrista brasileño Marcello Magdaleno y el artista portugués António Gonçalves Mendes, que celebran diez años juntos y 100 del nacimiento del Nobel portugués José Saramago. Por primera vez en Uruguay, vienen a presentar el espectáculo Dez desdobramentos. Entradas: $ 300 (alumnos y exalumnos del ICUB, socios del Clube Brasileiro y estudiantes de los lectorados de Brasil y de Portugal en la Udelar, $ 200).
Ripa en la Zitarrosa
El sábado a las 21.00 el guitarrista Gustavo Ripa celebra 50 años de carrera en la sala Zitarrosa, en compañía de Laura Canoura, Susana Bosch, Victoria Ripa, Edú Lombardo, Popo Romano y Camilo Astiazarán. Entradas: $ 850. Entrevista con Ripa en https://ladiaria.com.uy/cultura/articulo/2022/8/gustavo-ripa-uruguay-era-referente-de-la-escuela-guitarristica-y-eso-se-perdio/