Las viudas de los jueves fue estrenada en cines en 2009, pero hace pocas semanas desembarcó con enorme aceptación en Netflix. La película adapta la novela homónima que consagró a la escritora Claudia Piñeiro y es una coproducción entre Argentina y España. Es dirigida por Marcelo Piñeyro –fue el arranque de la dupla autor-director de la renombrada serie El reino (2020)– y cuenta con un elenco de lujo: Ernesto Alterio, Leonardo Sbaraglia, Pablo Echarri, Gabriela Toscano, Ana Celentano, Gloria Carrá, Juana Viale y Vera Spinetta, entre otros.

Marcelo Piñeyro es un especialista en narrar conflictos sociales y fallas humanas, como queda claro en El método (2005) y Plata quemada (2000), y aquí nos presenta un cuadro implacable de la decadencia social argentina en la crisis de 2001.

Mientras el mundo se desmorona fuera de los cercos del acomodado country Altos de la Cascada, varias parejas que llevan un mismo estilo de vida y que quieren mantenerlo cueste lo que cueste atraviesan un profundo trance. Un grupo de amigos se reúne semanalmente lejos de las miradas de sus hijos y sus esposas (quienes, excluidas del encuentro varonil, se autodenominan “las viudas de los jueves”), pero una noche la rutina se rompe y ese hecho desnuda, en un país que se derrumba por el estallido social, el lado oscuro de las vidas “perfectas”.

En ese microcosmos de los barrios privados y en donde quienes los habitan sienten que son inmunes a los problemas de la gente común, la muerte (accidental o no) de esos tres amigos destapa, contada mediante saltos temporales, las historias que precedieron a la tragedia.

Las vidas de las cuatro parejas protagonistas se van entrelazando de forma minuciosa; cada detalle y cada diálogo son colocados para crear un ambiente por momentos frío y calculado. En definitiva, de eso se tratan las vidas que allí se retratan: cuidadas puestas en escena en aras de las apariencias. A medida que la película avanza, usando constantes flashbacks como recurso, la duda acerca de lo accidental de las muertes se va afianzando y la película se transforma en una interesante historia de misterio.

Los habitantes de este country no son aristócratas; pertenecen a una clase media alta a la que le vino muy bien el liberalismo noventoso y se benefició con sus promesas de una vida acomodada. Sus mundos transcurren en la misma realidad asfixiante que la de los pobres que están en la villa del otro lado del muro, pero con problemas de ricos que se despedazan entre sí. Dilemas de pareja, familias disfuncionales, violencia de género, soledad, preocupación económica y miedo a perder el estatus son relatados en una historia que avanza lenta pero segura hacia un final que nos lleva a donde todo empezó.

Con una narración sólida y ritmo de thriller, el fondo son el ascenso y la caída de una clase social icónica de los 90 y el menemismo: los nuevos ricos. La exacerbación de lo material, la hipocresía de una parte de la sociedad regida por las opiniones ajenas y una competencia implícita por ver quién es más exitoso completan el combo de vidas vacías que son interpeladas por una desgracia.

Con actuaciones a la altura, la película se sostiene por acertados diálogos y resulta un afinado retrato social. Las viudas de los jueves es una excelente radiografía de los desclasados, de los que desean ser lo que no son, enmarcados en una de las peores crisis de la historia argentina.

Las viudas de los jueves. 122 minutos. En Netflix.