Levántate, ruge, rebélate, o rise, roar, revolt, son las tres R que dan cuerpo a RRR, la reciente producción de Tollywood (y no Bollywood, ya que es una película hablada en telugu y no en hindi) que abraza, frenética y feliz, todo lo que alguna vez uno imaginó proveniente del cine de India.
Tenemos una vaga base histórica a partir de los dos protagonistas que le dan cuerpo (nunca mejor dicho: son dos mazacotes de músculos) al relato. Alluri Sitarama Raju y Komaram Bheem fueron dos revolucionarios reales que se enfrentaron sobre principios del siglo XX al poder británico imperante por aquel entonces en la India, aunque en la realidad -a pesar de compartir período histórico, ideales y enemigos- jamás cruzaron sus caminos. Ese es el punto de partida del director y guionista SS Rajamouli: imaginar cómo hubiera sido si las dos figuras históricas se hubieran conocido, hecho amigos y combatido juntos al tirano inglés.
Para dicha unión ficcional, Rajamouli abraza de manera completamente desvergonzada el aspecto más delirante del cine indio y plantea una pseudofantasía heroica de acción, violencia, artes marciales y -obviamente- bailes y cantos, como corresponde.
En nuestra ficción, Komaram Bheem es interpretado por un divertido NT Rama Rao Jr. y es el guía espiritual de un pueblo en el monte, quien recibe la inesperada visita del despiadado comandante británico Buxton y su esposa, que es todavía peor (unos muy divertidos Ray Stevenson y Alison Doody, pasándolo bomba encarnando a semejantes villanos). Entre todos los desaguisados que hacen, los malos terminan llevándose secuestrada a una niña de la aldea para usarla como esclava de servicio. A su rescate, disfrazado de musulmán, parte Rama a Delhi.
Por su parte, Alluri Sitarama Raju es un soldado cipayo de las fuerzas del rajá -interpretado por un determinado Ram Charan-, pero en verdad tiene su propia agenda: crecer dentro del ejército imperial hasta poder desarticularlo desde dentro.
Es así que de manera completamente casual, los héroes se encuentran durante el rescate de un niño en peligro en una escena que ya determina el tono de la película, el bromance que se gesta entre ambos protagonistas y la alucinante acción que veremos sin pausa o descanso a lo largo de sus 182 minutos.
Hay espacio para todo: intriga, conspiraciones, confusiones (el policía persigue al otro sin saber que es su amigo, quien a su vez no sabe que el otro es policía) y un montón de escenas de acción que no dan respiro. Todo sumado a comedia, romance y varios números musicales y de canto, entre los que se destaca el momento “Nacho Nacho” (cuando vean la película lo van a identificar sin problemas), que es simplemente maravilloso.
Es un delirio, por supuesto. Para disfrutarlo, uno tiene que aceptar el pacto de verosimilitud que la ficción le plantea, que en realidad no es muy distinto del que nos pide cualquier película de superhéroes de Marvel. Ser pasajero de esta gesta épica no es para todos los gustos: es divagante y larga, pero tiene un enorme corazón puesto por completo al servicio de lo que cuenta y una pareja protagónica que desborda carisma y entrega a la comedia. Son personajes con los que uno simpatiza de inmediato, sumados a las canciones, bailes, piñas y patadas. Hay pocas opciones en los servicios de streaming a la altura del espectáculo que propone RRR. Prejuiciosos, abstenerse.
RRR. 187 minutos. En Netflix.