Spoiler alert: todos vamos a morir. No era mi intención comenzar el texto de manera tan sombría, pero tampoco es que esté difundiendo información privilegiada. Lejos estaba de ser un spoiler. La vida es finita, más allá de larga o corta, y un buen porcentaje del partido se define en el tiempo que le dediquemos a nuestra propia finitud. Para eso, entre otras cosas, miramos películas que tuvieron estrenos limitados y luego pasaron a formar parte del catálogo de Netflix. De nuevo, entre otras cosas.
La película de esta semana se llama Ruido de fondo (White Noise) y está escrita y dirigida por Noah Baumbach, colaborador ocasional de Wes Anderson y dueño de una carrera que incluye Historias de familia (2005) y también Historia de un matrimonio (2019). En esta oportunidad adaptó la novela homónima de Don DeLillo, publicada en 1985 y cuyos derechos rebotaron entre estudios durante más de dos décadas.
Esta historia que tiene mucho que ver con morirse (o el primer párrafo diría más de mí que de la película) transcurre en una versión de los años 80 que parece salida de una sitcom, pero con mejores valores de producción. Adam Driver y Greta Gerwig son Jack y Babette Gladney, cabecillas de una familia ensamblada que tiene conversaciones polifónicas en la cocina y recorre un supermercado con tantos colores primarios que son capaces de provocar un desprendimiento de retina.
Él trabaja como profesor de Estudios sobre Hitler en una universidad también idílica, con profesores que intercambian elogios y se disputan encabezar Estudios sobre Elvis. Esta clase de escenarios suele encerrar un profundo secreto, ya sea que los profesores son robots o que todo es una simulación. Aquí, sin embargo, el principal inconveniente es el miedo a la muerte que comparten Jack y Babette. Que no es incapacitante, pero está ahí rondando, colándose en las pesadillas y requiriendo alguna medicación.
La película atraviesa varios momentos en la vida de los Gladney, y uno podría argumentar que le sobran minutos (sobre todo en la segunda mitad), pero el director nos ofrece diálogos que se acercan a la teatralidad pero que de todos modos son muy disfrutables. Y de la historia se destaca un segundo acto en el que la familia se ve envuelta en una catástrofe relacionada con una nube tóxica que se acerca a su ciudad idílica y los obliga a correr por sus vidas. Irónicamente, cuando la muerte nos pisa los talones es cuando menos pensamos en ella... es que primero hay que decidir hacia dónde correr.
A la gente le gusta ver accidentes de autos en las películas, dice el personaje de Don Cheadle en la primera escena de Ruido de fondo, y la subtrama de la catástrofe incluirá accidentes de toda clase de vehículos, persecuciones, explosiones y evacuaciones, siempre desde el punto de vista de la pareja y sus cuatro hijos, que en los momentos más difíciles se comportan como un único organismo en busca de su supervivencia. La muerte, mientras tanto, estará personificada en la gigantesca nube, que recuerda el ingreso de Gozer a nuestro mundo en Los Cazafantasmas o el Galactus de Los Cuatro Fantásticos y Silver Surfer.
En la segunda mitad de la historia, a la angustia existencial se le sumará el estrés postraumático, y los espectadores podrán sufrir su propio estrés poscatastrófico, ya que el ritmo baja considerablemente. Esto no quiere decir que se acaben las gemas, ya que quedarán detalles interesantes, como el laboratorio misterioso que parece haber salido de la mente de Charlie Kaufman, una torpe escena de acción e incluso un final coreografiado y con música de LCD Soundsystem.
En los 136 minutos lo que nunca disminuye es el gran papel del elenco, empezando por Driver, que con su físico recuerda al protagonista de Watchmen, ese héroe que vio cómo sus mejores años ya lo abandonaron. Gerwig, mientras tanto, es casi una aparición trasplantada desde los años 80, como una madre (im)perfecta de la televisión que 20 años antes podría haber sido interpretada por Nancy Travis.
El mejor ejemplo de ello es una extensa escena en la que el personaje de Babette explica lo que le estuvo ocultando a su marido (y a nosotros). Una sencilla conversación en el dormitorio, que el director y sus protegidos elevan hasta lo ineludible. Estoy seguro de que, al menos en esos minutos, ninguna persona frente al televisor estará sacando cuentas de cuántas veces cambiará de celular antes de morirse. Ups. Seguro lo están haciendo ahora.
Ruido de fondo, de Noah Baumbach. Con Adam Driver y Greta Gerwig. 136 minutos. En Netflix.