“Mentiría si dijera que uno da por descontado estas cosas. Nunca hay que darlas por descontado”, dice Gabriel Peluffo sobre la segunda fecha que tuvo que agregar Buitres en el Teatro de Verano el domingo, ya que la de este sábado se agotó más temprano que tarde. El cantante sabe que su banda tiene mucho público, pero aclara que la expectativa de la gente es algo que no pueden manejar. En el último tiempo Buitres viene tocando en lugares grandes: a principios de 2022, todavía con los últimos ecos de la pandemia, se presentaron en el parque Roosevelt, hace un año en el Antel Arena y ahora en el renovado Teatro de Verano, que para Peluffo los pone otra vez en el camino en el que estaban antes de la pandemia, en cuanto a expectativa y respuesta del público.

Peluffo dice que la banda sabe que cada vez que cumplen años redondos y hacen festejos para la ocasión son momentos especiales que significan “el punto de mayor convocatoria”, pero en el medio está el público que se engancha con el último disco que sacaron y está más al tanto de lo que componen, “y ese es el más difícil de tener enganchado”. “La vigencia de una banda va por ese lado. Y más en nosotros que, más allá de que respetamos el repertorio histórico y va a estar presente en el teatro, no sólo lo hacemos, sino que nos encargamos de decir que nos parece importantísimo que seguimos porque seguimos componiendo, si no, no tiene mucho sentido”, subraya.

El último disco de estudio del grupo de Peluffo, Gustavo Parodi, Pepe Rambao y compañía es Mecánica Popular, lanzado en diciembre de 2019. Buitres, en sus casi 35 años de historia, nunca fue de pasar más de cuatro años o cinco años sin editar nuevo material de estudio. Peluffo cuenta que la idea del grupo era llegar a los toques de estas horas con un par de canciones nuevas terminadas como para estrenarlas en vivo, pero no les dio el tiempo, aunque al cantante eso no le preocupa. Por el momento, la idea es que el nuevo álbum tenga sólo ocho canciones y, aunque les resta definir cuándo, dónde y con quién se grabará –porque trabajarán con un productor–, seguramente vea la luz entre marzo y abril de 2024.

Peluffo explica que a la hora de grabar un disco siempre terminan componiendo diez o 12 canciones, una cantidad que no ve mal, porque el resultado final es como mostrar “el taller de obra”, es decir, “no solamente lo que salió bonito de ahí sino también dónde se trabajó”, y agrega: “Hay temas que en realidad son proyectos. Así son todos nuestros discos: capaz que hay temas que están muy buenos y hay otros que no entendés bien por qué están pero en cierta forma explican el proceso. Entonces, al final siempre terminamos poniendo los temas que forman parte del taller, pero esta vez nos propusimos que no, y ver si nos podemos ceñir a esos ocho temas”.

“La banda es energía vital”

El cantante también tiene en cuenta los tiempos que corren a la hora de ponerse a crear música, y si bien todavía en la banda creen en el disco como una obra completa, les parece que un álbum de ocho canciones se adapta más a la actualidad, aunque no pueden evitar que pasen otras cosas con las canciones. Pone como ejemplo que la “llegada grande” del álbum anterior fue de una sola canción, “La primera vez”, que en Spotify ostenta más de 1.200.000 reproducciones.

Peluffo dice que la canción trascendió el disco ampliamente y arrimó a gente a la que nunca habían llegado, pero el resto del álbum le parece que fue para el público que suele seguir a la banda. La gran pregunta es por qué pasó eso, y obviamente Peluffo contesta que, si supieran el motivo, harían una canción de esas por año. “Ahora, armando el setlist, me doy cuenta de la cantidad de canciones que tenemos que pegaron en distintas generaciones, y es realmente sorprendente; algunas transcendieron el ámbito del rock y de la banda. Cada tanto se tiene esa suerte de que hacés una melodía que conecta con la gente”, acota.

Foto del artículo 'Gabriel Peluffo: “No hay un mérito en seguir cumpliendo años y tocando”'

Foto: Alessandro Maradei

Para componer las canciones del próximo disco, en especial al escribir las letras, el músico remarca que ya está en una etapa de “libertad absoluta”, y subraya que el encargado de escribir es él porque sus compañeros le dejaron ese lugar, no porque el cantante lo “exija”, aunque confiesa que en una época peleó “mucho” para tener ese espacio de escritura. “Nosotros éramos muy peleadores, yo los peleé mucho y les exigí ese lugar, y en un momento me miraron de costado y me dijeron ‘quedate con las letras, no jodas más’, y ahora que los quiero hacer escribir, no quieren”, cuenta.

Repasando la lista de canciones para estos shows, Peluffo remarca que este año se cumplieron dos décadas de Mientras (2003), al que cataloga como un disco “emblemático” de la banda, porque le dio otro impulso en medio de la nueva camada del rock uruguayo, aquel de festivales masivos en Durazno y omnipresencia radial, y la hizo recalar en otra generación de jóvenes, que no estaban en este mundo o apenas tenían uso de razón cuando Los Estómagos –la anterior banda de Peluffo y Parodi– se disolvieron o Buitres sacaba sus primeros discos. En Mientras hay hits como “Soy del montón” y “Mincho Bar”, y también varias canciones que en sus letras fueron atravesadas por la crisis de 2002, como “Perdiendo el trabajo” y “Qué pena me da”.

Muchas de las bandas de rock uruguayo que emergieron o terminaron de explotar en los albores de este siglo, integradas por músicos más jóvenes que los de Buitres, ya no tocan más, pero para Peluffo “no hay un demérito en el que saca un disco y se retira o un mérito en el hecho de seguir cumpliendo años y tocando”. En el caso de su banda, el cantante dice que es el camino que eligieron porque los hace sentir bien. “Para nosotros, la banda es energía vital. Cada vez tenemos más discusiones sobre si seguimos o no, pero cuando hay ganas de tocar y de componer está bueno, es un espacio que tenemos juntos”, dice. Además, Peluffo subraya que hay cuestiones que amortiguan, como que varios de los integrantes de Buitres tengan proyectos aparte, incluido él, que despunta el vicio de cantar tangos, con un proyecto con el que incluso llegó a editar un disco, De barro y asfalto (2017).

30 años de Maraviya: el disco bisagra

Siguiendo con los aniversarios redondos, este mes se cumplen 30 años de Maraviya, el tercer disco de Buitres, que significó un punto de quiebre, y no son pocos los que lo ven como el mejor de la extensa carrera de la banda. Peluffo lo pone en contexto: recuerda que los dos primeros discos del grupo, Buitres después de la una (1990) y La bruja (1991), “habían pasado un poco desapercibidos”, aunque tenían su público, y en 1992 el sello Orfeo los reeditó juntos en el por entonces novel formato CD, que tímidamente empezaba a despuntar en Uruguay. Peluffo recuerda que con ese lanzamiento empezó “a pasar algo”, aunque no tiene claro por qué, y la gente arrancó a llenar los lugares donde tocaban, como La Factoría. Así las cosas, cuando publicaron Maraviya –también en CD–, “estaba todo a punto caramelo”. Peluffo agrega que la llegada del CD fue clave para las bandas de rock, porque hizo que las pasaran en la radio, ya que con los anteriores formatos –vinilo y casete– los tenían bastante marginados.

Ese disco fue el que los llevó a hacer su primer toque en el Teatro de Verano, hace tres décadas, que resultó “caótico” porque, como venía pasando en todos los shows, la gente invadía el escenario, se subía y se tiraba, se subía y se tiraba, y así. En los lugares chicos los entusiastas saltarines no eran más de diez, pero en el recinto veraniego el número llegó a cerca de 100 y el desmadre fue un poco mayor...

Marviya tiene canciones que se convirtieron en clásicos instantáneos del grupo, como “Ojos rojos” y “Condenado el corazón”, que hasta hoy no pueden dejar de tocar. Además, tiene algo de humor, la banda está más juguetona, como lo demuestra “Buitres unplugged”, una versión corta y fogonera –entre risas y voces parodiadas– del himno “Stand by Me”, popularizado por Ben E King. Peluffo cuenta que fue un disco grabado con algo del espíritu que tenían Los Estómagos, que si bien parecían muy serios, eran de pavear bastante en el estudio, y como grabaron con Alejandro Merola, que era amigo de la banda, se tomaron la libertad de hacer pavadas que quedaron grabadas –además, se registró en verano, una estación más propicia para la pavada–.

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Foto: Mara Quintero

Entre las canciones de Maraviya también está “El bicho”, que no integra el sitio de privilegio de las clásicas pero se desmarca de la mayoría del álbum porque tiene un pulso rítmico diferente, casi bailable, cuya letra –de Peluffo– pinta una panorama bien concreto: “Noche, si te encontró / puteando en solitario. / Juventud, ¿qué paso?, /muchos pelos en las manos, / tv, radio, fútbol, / sexo, droga y buenas noches, / héroes de la lástima”. El cantante consigna que la canción tiene un sonido “medio Manchester”, sobre todo por el ritmo, y recuerda cierta influencia de U2, que era una de las bandas de rock mainstream del momento.

Rock, juventud y canas

Aunque Peluffo confiesa que a veces se entrevera con los nombres de las canciones de Buitres y también con los discos a los que pertenecen, de Maraviya destaca: “Todos tienen algo que ocultar, incluso John Lennon y su Yoko Mono” –con su obsesiva y juguetona línea de bajo–, cuyo título es una más que obvia parodia de “Everybody’s Got Something to Hide Except Me and My Monkey”, de The Beatles. El cantante señala que en esa canción hay algo de Mano Negra, porque en su banda también “todos” quedaron “muy impresionados” con los liderados por Manu Chao cuando los telonearon en el famoso toque de AFE, en junio de 1992, un espectáculo que fue revelador para muchos incipientes músicos vernáculos, que quedaron fascinados ante semejante mezcla de estilos.

Aquel disco de 1993 también incluye “No es una pena”, versión en español del clásico rock and roll “Ain’t That a Shame”, de Fats Domino, pero basada en la que grabó Paul McCartney para el famoso disco de himnos rocanroleros que el exbeatle lanzó en la Unión Soviética en 1988. En una madrugada cualquiera, Peluffo estaba escuchando la radio, sonó esa versión y recuerda que pensó: “Qué fuerza que tiene esto, no se puede creer”. Horas después, le tiró a Parodi la idea de grabar su propia versión, y el cantante “tradujo” la letra, acomodándola a lo que le quedaba bien para cantar, sin darle mucha importancia al texto original. “Era un rock and roll para que te atravesara el cuerpo, esa era la idea”, dice.

Es probable que todavía haya gente que piense que esa canción es de Buitres, y Peluffo señala que eso sucedió incluso con la versión del tango “Cambalache” que grabó con Los Estómagos, y acota: “No nos podemos hacer cargo de eso, lo único que le podemos decir a la gente es que no cobramos los derechos”.

El músico explica que en los primeros años de Buitres hacían bastantes covers porque eso les facilitaba tocar en algunos lugares, pero con el tiempo lo fueron dejando de lado, y resalta que “el último emblemático” –aunque ya no cree que sea un cover sino una versión– fue “Cadillac solitario”, de Loquillo y Trogloditas, incluida como bonus track en la reedición del disco Rantifusa (1998) de 2003.

El cantante subraya que en Buitres hubo influencias que iban en sincronía con lo que pasaba en el rock a nivel mundial, y pone como ejemplo que en La bruja coquetearon con el heavy metal, sobre todo de bandas estadounidenses que mezclaban metal, punk y algo de funk (podemos encontrar un empuje metalero en el riff de “Mi raza preferida”, por ejemplo), y agrega: “No teníamos tan definido un camino ni tan claras las cosas. Me parece que Maraviya lo que hizo fue, justamente, marcar un poco la cancha, aunque no se puede negar que el primer disco es una máquina de hits”.

Pero los tiempos cambiaron. Peluffo confiesa que ya no le sigue la pista a lo que se está escuchando, ni por asomo, además, porque el rock ya no es mainstream, “marchó a la B”, aunque subraya que nada se termina y ejemplifica con que sigue cantando tango porque hay gente a la que todavía le gusta ese género.

Para finalizar, a pocas horas de subir al escenario por enésima vez en sus 57 años, el cantante reflexiona: “No me gusta ver a artistas que tratan de hacer malabarismo para engancharse, me parece medio patético; es como si a esta altura de mi vida me tiñera el pelo; sería raro, después de haber estado con canas durante casi toda mi vida. Ahora es la juventud la que tiene que marcar el pulso de las cosas, su música, su cultura, y va mucho más allá de una canción o de lo que te gusta, tiene relación con que el espacio político de la gente joven es la música y es un lugar donde uno no talla. Uno talla en tratar de componer y mostrar cosas, pero no en tratar de captar a la juventud, porque es imposible, no es honesto”.

Buitres, este sábado y domingo en el Teatro de Verano a partir de las 21.00. Quedan entradas para la platea alta en la segunda fecha por Tickantel a $ 1.200.