Este año se habló de directores. Es cierto que los guionistas comandaron el relato gracias a una huelga extensa que terminó con un triunfo para el gremio, mientras que actores y actrices continúan las medidas de fuerza al cierre de esta edición. Pero los directores (que negociaron con los estudios rápidamente) fueron protagonistas de la temporada de películas gracias a algunos nombres que pegaron fuerte.

El fin de semana conocido como Barbieheimer unió a las más recientes obras de Greta Gerwig y Christopher Nolan, y fue la audiencia la gran ganadora. Martin Scorsese, bastión de la era del Nuevo Hollywood, demostró estar más vigente que nunca gracias a un estreno pero también a sus declaraciones periódicas sobre el estado de la industria. Spoiler alert: no es muy optimista al respecto.

Hubo películas nuevas de M Night Shyamalan, de James Gunn y de Wes Anderson, quien con su Asteroid City recordó que sigue siendo muy bueno (y muy él) en eso de filmar una función de títeres, presentando escenarios finamente decorados, con cuadros dentro de cuadros, y un diseño de producción micromanejado para la creación de mundos hermosos e imposibles, con artificios a la vista y con cuadros dentro de cuadros.

Además de esa película sobre la ciudad desértica construida cerca del cráter de un meteorito, el señor Anderson se despachó con cuatro pequeñas grandes obras estrenadas en Netflix y basadas en textos de Roald Dahl, autor que ya había adaptado en 2009 con la película animada El fantástico Sr. Zorro. Ahora sumó a su filmografía los cortos La maravillosa historia de Henry Sugar, El cisne, El desratizador y Veneno.

Pese a que en la plataforma se presentan como “contenido” (uso la palabra a propósito) independiente, se trata de cuatro piezas que podrían haber estado bajo el paraguas de una antología, o directamente en una película segmentada como La crónica francesa, de 2021, no solamente por la pluma omnipresente del escritor británico fallecido en 1990, sino porque Wes utiliza a un puñado de actores, un puñado de recursos cinematográficos e incluso la presencia de Ralph Fiennes interpretando al mismísimo Dahl.

La maravillosa historia de Henry Sugar es más extenso que los otros tres, por lo que podría calificarse de mediometraje. Pero basta de etiquetas. Allí conocemos a un millonario ricachón, codicioso y solterón, interpretado por Benedict Cumberbatch. Un día encuentra el libro escrito por un doctor (Dev Patel), acerca de una persona (Ben Kinglsey) que dice ser capaz de ver sin usar los ojos. Sugar practica esa técnica y la utiliza para ver las figuras de los naipes y así ganar fortunas en el casino.

En El cisne, dos jóvenes bravucones torturan a un ave y a otro muchacho, El desratizador tiene al personaje titular asistiendo a una plaga de roedores, mientras que Veneno es un relato casi quiroguesco sobre un hombre que debe quedarse quieto ya que una serpiente muy peligrosa se coló en su cama. Este trío de historias no supera los 20 minutos, pero en todos los casos parecen tener la extensión justa para contar lo que Anderson quiere contar.

Tan importante como el contenido es la forma, ya que el director se ha caracterizado por poner especial atención a la manera en la que presenta sus narrativas. Aquí se nota el cuidado de todos los detalles, que en estas entregas cortas se ven todavía más como una función de títeres, llegando a presentar escenarios que se montan y desmontan frente a nuestros ojos. Lo teatral está apoyado por planos largos y también por la repetición de actores en los sucesivos cortos (además de los nombrados, Richard Ayoade y Rupert Friend).

Otro elemento omnipresente, que impide que nos olvidemos del pedigrí de las historias, es la presencia de narradores. No solamente Fiennes como Roald, sino también aquellos protagonistas que cuentan mientras actúan, charlando y acotando a cámara en movimientos que recuerdan a la Phoebe Waller-Bridge de Fleabag. La cuarta pared no existe y las otras tres son de cartón.

La combinación de las sensibilidades de Anderson y Dahl sigue funcionando, y el formato de disparos cortos puede ser un soplo de aire fresco entre tantas películas de más de tres horas. Que no tienen nada de malo, por supuesto.

La maravillosa historia de Henry Sugar, El cisne, El desratizador y Veneno. La primera de 40 minutos, las otras tres de 17 minutos. En Netflix.