“El evento se desarrolla al aire libre. El público escucha, a través de unos auriculares, una pista de audio pregrabada mientras camina. Se recomienda llevar ropa y calzado cómodo”. A nivel formal, eso es lo que sucede en Terra Nullius. Es este tipo de espectáculo en el que el espectador es el protagonista, dándole a cada paso un papel fundamental al entorno.

“Si un personaje puede cambiar la experiencia, ese es la ciudad: porque en el espacio público nunca sabés lo que va a suceder. Hay trabajos en la calle, que cambia todos los días; está el tiempo, que cambia; la luz es distinta. Es como un organismo vivo, que está en constante mutación”, observa la directora portuguesa Paula Diogo, que trae hasta la puerta de la sala Verdi este tapiz sonoro, este paseo guiado, esta experiencia performática o, como suele definir sus producciones, esta “idea improbable”.

Si logró hacerlo en Lisboa, “que no es así, tan plano”, como celebra de Montevideo, la directora confía en adaptarlo a casi cualquier geografía: “En general el recorrido son cuatro o cinco kilómetros, pero si el camino es difícil, entonces tenemos que hacerlo más corto, de tres kilómetros, porque iremos mucho más despacio”.

La idea es convocar a un máximo de 30 personas por día, durante aproximadamente una hora. En cuanto al comportamiento del público, “cambia mucho, dependiendo de la edad de quienes vienen, pero creo que las experiencias más intensas han sido en Colombia. Siempre tengo la impresión de que en Europa las personas son un poquito más frías, o que a veces en la gran ciudad están tan acostumbradas a tener una oferta tan grande que a veces la atención que tienen hacia las cosas es más pequeña”.

Presentada como preámbulo a las celebraciones de los 300 años de Montevideo, esta visita es posible gracias a la colaboración de la Embajada de Portugal en Montevideo con la sala Verdi y el apoyo de Camões –Instituto da Cooperação e da Língua–, de DgArtes y de Fundação GDA.

Demarcar, reconocer

Terra Nullius fue un término creado por el derecho internacional para definir territorios que no pertenecían a nadie y que, por lo tanto, podían ser ocupados y declarados nuevos. Pero la creadora portuguesa coquetea con otra noción contenida allí, la de un territorio no reclamado, donde es posible vivir fuera de las leyes del mercado, un punto cero donde recomenzar.

Diogo quiere poner en tensión el concepto de propiedad. Eligió el nombre de esta audioguía después de leer un libro que, bajo ese mismo título, hablaba de la colonización de Australia. “Vi ahí un paralelo con la historia de Portugal como gran país colonizador. Quería tener también un punto de entrada en ese tema. La reflexión que hago en el audio tiene un carácter cuasi poético. Atraviesa también la discusión política, pero siempre desde un punto de vista personal”.

Cansada de un ritmo de producción acelerado, durante un año, entre 2018 y 2019, estuvo en Reikiavik desarrollando el proyecto, combinando narrativas personales y colectivas. Su performance busca desbordar el espacio del teatro ocupando la geografía y generando la posibilidad de discutir al respecto. Lo presentó a finales de 2020 en el Teatro Nacional D Maria II (Lisboa) y, desde entonces, ha estado de gira por Europa y América Latina.

Sin embargo, no la imaginó como una pieza para viajar por distintas ciudades. “Al inicio la pensaba como una obra de palco, ni siquiera como una obra sonora. Al final quedó en un formato que tenía más sentido para el proceso que había tenido en la construcción, que era escribir y caminar. Mucho más tarde, llegamos a la posibilidad de recrearlo en cada ciudad diferente”, explica la artista. “En Europa tenemos muchísimo la práctica de audiowalks o recorridos sonoros. Creo que este trabajo se inscribe en esta categoría pero, al mismo tiempo, lo considero un ejercicio de escucha que se hace en conjunto. No tenemos un formato tan rígido: es una caminata a un ritmo que nosotros proponemos, porque ponemos tres guías que saben por dónde se debe pasar, pero no son momentos fijos, porque las personas no presionan play al mismo tiempo, y aunque vamos a caminar en grupo, queremos que cada uno encuentre su tiempo personal. Es trabajar sobre cómo es ir en un colectivo, pero ser todavía un individuo”.

La imagen más cercana son los recorridos turísticos. La directora admite que el formato siempre se parece un poco, si bien en este caso asoma como conflicto “en el contenido del audio, como problemática de lo que pasa con las ciudades cuando no hay un equilibrio entre turismo y las personas que viven ahí”.

La obra contrapone dos realidades a través de capas de sonido que se introducen y remezclan en cada nuevo destino. “Son como dos historias superpuestas: a través de un cuento que se escucha, que es el relato de un viaje a otro país, un lugar lejano, que en este caso es Islandia, intento que las personas se relacionen con la ciudad en la cual caminan. Es como si fuese un audiolibro pero, al mismo tiempo, todo el paisaje sonoro es de Montevideo, mezclada con todas las ciudades por donde pasamos hasta ahora. Se genera toda una confusión geográfica con esa experiencia auditiva caminando en una ciudad que las personas conocen bien”.

¿Es como protagonizar una película y tener la voz en off en la cabeza? “Exactamente. Fue un proceso muy largo; fue un privilegio tener tanto tiempo. Tenía bloques de diferentes historias que no sabía cómo articular y caminaba mucho, escribía, a veces registraba algunas cosas para no olvidarlas. Fue un proceso muy lento que fue madurando”.

Si toca explorar alguna nueva locación, Diogo nunca lo hace con música, porque quiere prestar atención a lo que pase. “Al llegar, en general tengo dos días en que me pierdo. Después, muy rápidamente, cuando decidimos una ruta, nos quedamos en un circuito cerrado. Así que intento perderme algunos días, al inicio, y después, los tres que estamos de viaje caminamos en los posibles caminos que empezamos a diseñar, escuchando el audio, intentando encontrar las sinergias que funcionan. Dependiendo de la ciudad, puede ser más o menos complejo. Esos días escucho demasiado mi voz”, se queja.

Como sentía que al final del recorrido la experiencia era muy efímera, decidió hacer un libro que ofrece a los asistentes para que se lleven a casa. “Tiene dos partes: una sólo con imágenes, otra sólo con textos, conversaciones con diferentes personas por el mundo. Una de ellas es una artista uruguaya, Silvia Iroldi. Cuando vengo a un lugar nuevo, quiero entender cómo se trabaja y conocer a las personas”, dice.

Hablando de cambiar las dinámicas de producción, Diogo sostiene “una estructura muy pequeñita en Lisboa” llamada Má-Criação, un grupo de artistas que invita a otros colegas y va mezclando funciones, a veces dirigiendo, a veces actuando, escribiendo también. Por otro lado, integra Celestial Bodies, un colectivo de mujeres artistas feminista interseccional que intenta crear puentes de trabajo con quienes estén más interesadas en las prácticas que en las producciones. “Es un grupo internacional que conocí en Islandia, de diferentes áreas, como danza, música, artes visuales, y todos los años hacemos un encuentro en un país distinto y creamos condiciones para encontrarnos con artistas locales y tener como 15 días de discusión, talleres, compartir modos de trabajo, pensar juntos”.

Terra Nullius, sale desde la sala Verdi (Soriano 914) el 25 y 26 de noviembre a las 18.30. Dura aproximadamente una hora, sin pausa. Recomendado para mayores de 12.