Mark Manson, escritor y bloguero norteamericano, además de ser un brillante creador de best sellers es un gran detractor de la teoría del pensamiento positivo como clave de la felicidad. En 2016 publicó su más famoso libro, El sutil arte de que (casi todo) te importe un carajo, que vendió más de ocho millones de ejemplares y lo convirtió en una especie de gurú moderno de la liberación de los mandatos sociales. De algún modo, vino a recordarnos que los seres humanos somos falibles y limitados: “no todos podemos ser extraordinarios, en la sociedad hay ganadores y perdedores y esto no siempre es justo o es tu culpa”, dice Manson, que aconseja reconocer y aceptar nuestras carencias.
Este original manifiesto de liviandad, que no es un manual de autoayuda sino más bien una guía de cómo estar un poco menos frustrados con nuestra vida, se convirtió en un documental homónimo dirigido por el cineasta y comediante Nathan Price. Su adaptación de la obra de Manson es una bocanada de aire fresco que nos libra del peso del éxito continuo: “la mayoría de nosotros apesta en gran parte de las cosas que hace y eso está bien”, enuncia con admirable descaro.
Fiel a un potente nihilismo (“Un nihilista es alguien que prefiere creer en la nada a no creer en nada”, dijo Nietzsche) que reafirma la idea de no creer en nada excepto en que la vida no tiene sentido, El sutil arte... es una entretenida mezcla de investigación académica, consejos prácticos e historias autorreferenciales. Honesto, el documental desafía la romántica noción de optimismo y estimula a los espectadores a amigarnos con nuestros defectos y errores, dándonos una visión cruda acerca de las redes sociales, de las apariencias (generadoras de enormes estados de insatisfacción) de constante alegría y de la idea de que la carrera por tener más nos hace indiferentes e infinitamente infelices.
Con una ágil y ácida retórica, Manson destroza el concepto de positividad ilusoria, muy difundida en la autoayuda y en la cultura posmoderna, consistente en que las personas crean en lo que quieran creer, ya que eso los hará felices. También destierra a los coaches motivacionales que nos “impulsan a cumplir nuestros sueños”, sosteniendo que son peligrosos ya que excluyen de nuestra cotidianidad los sentimientos de tristeza, dolor y decepción, inherentes de la condición humana. La promoción de una vida sin sufrimiento es, además de irreal e inalcanzable, utópicamente infantil, y genera círculos viciosos de frustración emocional.
El recorrido documental pretende desentrañar las causas de que vivamos eternamente inconformes, entre ellas, la falsa idea de que quien tiene más es más feliz y de que, aunque no hay recetas para la felicidad, esta es aburrida ya que no nos impulsa a tener que cambiar nada. Manson refuerza la importancia de aprender a convivir con las emociones negativas, tomarlas como herramientas de autoconocimiento y propone una nueva óptica sobre la alegría, más real y sincera: la felicidad no es la ausencia de problemas sino tener problemas y poder resolverlos. Plantea una noción distinta a la socialmente aprendida en donde no ser “exitosos” y equivocarnos ya no representaría una pesada carga sino una vía para estar menos preocupados.
El documental explora con inteligencia y pragmatismo la mente y comportamientos en un viaje humano y provocador hacia lo más profundo de los sentimientos negativos que nos enseñaron a evadir y ocultar. Es una buena dosis de honestidad brutal que pretende, ni más ni menos, que seamos personas menos horribles y más felices. No se trata de que nada nos importe, sino que nos importe lo necesario.
El sutil arte de que te importe un caraj*. 97 minutos. En HBO Max.