Cuando una megabanda de rock anglosajona, de esas que tienen largas décadas sacando canciones y llenando estadios, decide mirar hacia atrás y conmemorar su carrera con un disco, lo más común es que edite un álbum lleno de éxitos, a lo sumo con alguna canción nueva grabada para la ocasión, y poco más. Por eso es raro que una banda se dedique a la ardua tarea que se mandó U2, que acaba de editarse en múltiples formatos –incluidas las plataformas digitales, por supuesto– bajo el nombre Songs of Surrender. Se trata –en su versión más completa– de un compilado con 40 canciones de la banda que abarca sus cuatro décadas, en las que publicaron 14 discos de estudio, desde el debut, Boy (1980), hasta el último, Songs of Experience (2017).

De cualquier manera, lo que importa no es cuánto sino cómo, ya que las 40 canciones –divididas en cuatro discos– fueron regrabadas para la ocasión, pero no sólo eso –y aquí está la gracia–, sino que además fueron reinterpretadas. Es decir, no se trata de tomar cada pieza original y armarla exactamente igual sino diferente –muy diferente– e incluso con menos partes. El proyecto fue liderado esencialmente por Paul David Hewson (mejor conocido como Bono, cantante y principal compositor del grupo) y David Howell Evans (alias The Edge, guitarrista y compositor), al que se dedicaron durante dos años, empezando en 2021, en pleno encierro pandémico.

El enfoque estético sonoro elegido para este largo repaso es básicamente acústico y despojado –lo que los angloparlantes llaman stripped–, y esto es muy loable –y hasta sorprendente– tratándose de U2, en particular porque The Edge es conocidísimo por el gran despliegue de efectos con el que carga a su guitarra eléctrica, gracias a la cual una nota tocada por él nunca es sólo una nota, sino casi todo lo demás –una reverberación, un eco y afines–. En este nuevo enfoque hay algo de dejar toda esa artillería atrás para que las canciones se defiendan solas. La primera que aparece en el compilado no podía ser otra que “One”, y no precisamente por el nombre sino porque quizá sea el himno más grande de la banda irlandesa. La guitarra acústica, tocada con discreción –apagando las notas–, queda al fondo y al frente pasa un piano, que ya de arranque nos pone en otro ambiente. Bono la canta más relajado y está más cerca en la mezcla, sin efectos en la voz, por eso da la sensación de que está parado frente a nosotros. El cantante juega con que todos –o al menos quienes van a escuchar esto con más atención– conocen cada recoveco de la melodía vocal de la canción, por eso al final de algunos versos da una vueltita inesperada como para dar otra pequeña sorpresa dentro de la más grande, que es el álbum entero. Pero la sorpresa definitiva es el arreglo del final, cuando se suma el coro, que debería durar mucho más.

“Pride (In the Name of Love)”, uno de los primeros hits de la banda, del disco The Unforgettable Fire (1984), gana mucho en esta nueva versión tranquila y acústica, porque sin la estridencia vocal del estribillo muestra la gran canción que había detrás, casi una balada típica irlandesa. A su vez, en la coda nos topamos con otra sorpresa cuando, de repente, la voz de Bono se multiplica y se vuelve lejana, casi onírica, y The Edge pellizca notas con su guitarra eléctrica que zigzaguean por todo el espectro estéreo para recordarnos que U2 sigue siendo U2.

Un enfoque casi radical, comparado con la original, es el de “Vertigo”, la que abre el tercer disco del compilado. La versión primigenia arranca el álbum How to Dismantle an Atomic Bomb (2004), un megaéxito de aquella época, que sonó en todos lados; nunca se cansaban de pasar su videoclip en MTV, cuando esa cadena todavía se dedicaba a la música. La canción original es un hard-pop que se destaca por las palabras sueltas en español que tira Bono (empezando por el “un, dos, tres, catorce”) y el denso riff a puro power chords.

La versión del nuevo disco empieza con un arreglo de chelo, lo último que podríamos esperar, y esas cuerdas se suman a la guitarra acústica y pelada tocando el famoso riff. El pulso apurado sigue ahí y el swing rocanrolero también. Además, el guiño a la versión original funciona por lo que falta, ya que los famosos versos en español brillan por su ausencia, pero igual en la cabeza nos resuenan aquellos “hola” y “¿dónde está?”.

Disco, libro y documental

Es imposible desmenuzar en una página cada una de las 40 canciones, pero basta con mencionar que el repertorio elegido es representativo de toda la carrera de la banda, aunque obviamente cada uno podrá quejarse de que falta aquella o sobra esta. Entre las 40 marcan presencia “Beautiful Day”, “Who’s Gonna Ride Your Wild Horses”, “City Of Blinding Lights”, “All I Want Is You”, “With Or Without You” y “Sunday Bloody Sunday”, por ejemplo.

Como si esto fuera poco, el cuádruple álbum fue lanzado junto con el libro Surrender. 40 canciones, una historia, la autobiografía de Bono –ya disponible en librerías uruguayas–, en la que narra su vida y su obra a través de 40 capítulos con cada canción como disparador. A esto también se le suma el documental Bono & The Edge: A Sort of Homecoming, With Dave Letterman, disponible en Disney Plus, que registra la vuelta de ambos músicos a la ciudad donde crecieron, Dublín. El documental alterna imágenes de un concierto de Bono y The Edge en un teatro de la capital irlandesa con una entrevista a cargo del presentador y comediante estadounidense. En ella Bono dice que casi nunca está en su zona de confort y que eso fue difícil para los demás integrantes de la banda porque tampoco dejó que ellos se quedaran ahí.

El mejor ejemplo de eso es este nuevo disco, que todas las bandas de rock grandes deberían escuchar con atención porque es una excelente forma de redondear una carrera. Aunque es probable que esto no termine acá, ya que los cuatro integrantes de U2 recién andan por los 60 y poco –son unos adolescentes al lado de las ocho décadas que cumplirán este año Mick Jagger y Keith Richards, por ejemplo, que siguen tocando como si nada–. Dado su enfoque, que no abunda, Songs of Surrender a la primera escucha puede sonar extraño, sobre todo para los que tienen talladas en la mente las versiones originales, pero hay que darles tiempo y dejarlas que reposen en la barrica de nuestra cabeza hasta que al final no sepamos cuáles son las “verdaderas”.