Como todo género cinematográfico mayor, el western puede dividirse en varios subgéneros. En la miniserie La inglesa se dan cita dos de ellos: uno muy popular en tiempos recientes y otro que acompaña a las películas de vaqueros desde que existen. Tenemos un western del mejor y uno que hace convivir varias historias en una suerte de buddy movie de fines del siglo XIX.
Por un lado, la variante popular en tiempos modernos, conocida como slow burn westerns, o sea, relatos “de cocción lenta”, pausados, en los que más que la historia importan los personajes y sus interacciones. Se deben construir cuidadosamente, porque pueden salir mal –uno no viene a ver un western y espera aburrirse, por ejemplo–, pero, en las manos correctas, también pueden salir muy bien, como han demostrado recientemente Slow West (que ya hacía el juego desde el título), la excelente The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford y la estupenda The Sisters Brothers. Incluso, con todo y sus tremendos estallidos de violencia, la magistral Bone Tomahawk podría entrar en la lista.
Aunque estos westerns de cocción lenta se han vuelto más comunes ahora, tienen sus antecedentes en aquellos que dirigió Monte Hellman, producidos por Roger Corman y escritos y protagonizados por Jack Nicholson: The Shooting y Ride in the Whirlwind.
Por otro lado, la venganza. Dentro del western hay pocos tópicos más transitados que este. Cientos de personajes han recorrido las planicies buscando cobrarse cuentas de otros que los despojaron de familia, riquezas, tierras. Las historias de venganza son el ADN del género y, si no son el tema principal, asoman como subtrama.
Es entonces que, con estas bazas bien presentadas, tenemos a esta miniserie británica –pero muy bien filmada en España, como todo buen western que se precie de tal– con su ritmo pausado, introspectivo y hasta circunspecto, que se da cita con tremendo relato de venganza que lleva a la dama inglesa que compone estupendamente Emily Blunt a cruzar caminos con el scout pawnee que interpreta Chad Spencer. Juntos buscarán algo de justicia en un mundo cruel, sombrío y mortal.
Ella es Lady Cornelia Locke y aparece un buen día en una diligencia, recién llegada desde Inglaterra. Dice estar buscando a un hombre –qué hombre lo sabremos con el tiempo– por la más potente de las razones: mató a su hijo. Carga su determinación con más convicción que esa maleta repleta de dinero que pronto será el centro de interés de cuanto malviviente se le cruce, así como algunos representantes –por llamarlos de algún modo– de ese hombre que viene a buscar y que no quiere ser encontrado.
Cornelia no tarda en toparse con el sargento Eli Whipp, a quien se conoce también como Lobo Herido, un scout de la caballería del ejército estadounidense con un pasado bastante oscuro: ha perseguido nativos como él mismo para los hombres blancos.
Aunque el tono y el ritmo con el que todo está contado son muy sencillos, nada lo es en esta historia. Acompañaremos a Cornelia y Eli en un viaje de venganza, pero también de redescubrimiento propio y de reencuentro con las ansias de vivir, algo que ambos tienen –cada uno a su medida– bastante apagado.
No sólo están ellos, por supuesto, sino también un catálogo de personajes inolvidables que irán cruzando. Hay un elenco de lujo, a veces con apariciones en un solo episodio de actores como Tom Hughes, Stephen Rea, Toby Jones, Ciaran Hinds, Steve Wall y un irreconocible Rafe Spall que compone un villano maravillosamente despreciable.
Entre este conjunto en estado de gracia, Spencer resulta toda una revelación y su lacónico guía scout es un enorme personaje. Pero, sobre todo, lo que hace Blunt sirve para confirmarla como una de las actrices más relevantes, interesantes y capaces en activo. Un papel absolutamente consagratorio, por si todavía hacía falta consagrarla.
Aunque hay que dejar pasar alguna casualidad inicial, el resto es una maravilla de narración, un relato que salta adelante y atrás, que se toma todo su tiempo para contar aquello que quiere contar.
Sin prisas pero sin pausas, La inglesa se constituye en una de las mejores producciones televisivas del año: deslumbra con su relato, con sus actuaciones, con sus personajes protagónicos y secundarios, con sus paisajes, y pone la cereza a la torta con un tremendo episodio final, por completo emocionante. John Ford estaría orgulloso.
La inglesa. Seis capítulos de 45 minutos. En HBO Max.