El currículum de Erika Wasserman abarca títulos como Avalon y The Quiet Roar, obras bastante hardcore ejecutadas desde su lugar de productora. Con El año en que empecé a masturbarme, película sueca presentada con buenas críticas en el Festival de Cine de Haugesund (Noruega), se hace un lugar como escritora y directora y se luce con una comedia dramática, alegre y descontracturada.
Protagonizada por Katia Winter (Dexter y Sleepy Hollow) y Jesper Zuschlag (Into the Darkness) y basada en el libro Hallongrottan, de la feminista sueca Sandra Dahlén, esta es la historia de Hanna, una ambiciosa profesional y madre de un hijo cuya feliz y vertiginosa vida se viene abajo cuando su esposo, harto del poco tiempo que ella le dedica a su familia, decide separarse. Hanna está a punto de cumplir 40 años y la crisis la obliga a reevaluar su adicción al trabajo, su perfeccionismo, sus deseos de otro hijo, sus prioridades y su vida sexual. Sin dinero, sin trabajo, alejada de su mejor amiga, Hanna iniciará un solitario camino de exploración y autodescubrimiento.
Así, empieza una nueva vida y deja de ser una mujer desvivida por complacer a su hostil e inestable esposo, culposa por su éxito profesional y con el reloj biológico mordiéndole los talones para su segunda maternidad. Su recorrido es hondo, visceral; todo se derrumbó y lo construido, más sobre cimientos de presiones sociales que de anhelos reales, debe ser destruido. Hanna empieza a disfrutar de la idea de que es mejor estar sola que al lado de un ex egoísta e inmaduro.
Con acertada inteligencia, se plantean cuestiones profundas de la vida femenina adulta, con el humor como herramienta para relatar una de las tantas tragedias de la vida madura. En su proceso de cambio, Hannah reconoce que nunca se masturba y en esa mutación juega un papel crucial Liv (Vera Carlbom), una moza que se transforma en su amiga circunstancial e impulsora del “poder de la vagina” como fuerza interna motivadora.
Mediante el reencuentro con el placer y con su cuerpo, Hannah despierta su liberación y autosuficiencia. La reconexión de Hanna va mucho más allá de su sexualidad: se convierte en una premisa para tomar decisiones, eliminar a personas tóxicas, descargar, reírse de sus constantes torpezas y errores, y empezar a vivir más livianamente.
El año en que empecé a masturbarme es una buena comedia romántica que aplica la fórmula perfecta del éxito: una linda historia contada ágilmente en código de humor pero con un justo toque de drama, buenas actuaciones, hermosas locaciones de Estocolmo y una banda sonora que a todos los plus 35 nos encantará.
El año en que empecé a masturbarme. 131 minutos. En Netflix.