El cordobés Ignacio Tamagno construye alianzas estratégicas como las que sostienen La Sapo, una coproducción argentino-uruguaya que se nutre de su dramaturgia y su dirección. “En un patio lleno de oscuridad, una nieta y su abuela muerta desentierran el oscuro y violento pasado familiar que las mantiene unidas”, previene la sinopsis.

Se trata de una historia que surge de una experiencia personal. “Hace unos años a mi abuela le dio un ACV y yo me mudé unos meses con ella para acompañarla. Se le había reducido considerablemente la capacidad del habla. En ese tiempo convivimos, llevamos adelante algunos ejercicios y ella lentamente fue recuperando la voz. A medida que pasó el tiempo fue compartiéndome y develándome algunas cosas ocultas del tejido familiar, algunas violencias que ella había atravesado y algunas profundas historias de desamor. Si bien la obra está inspirada en ese testimonio real, es una ficción, porque lo que buscamos es que opere como activador de memorias en quienes van a verla”.

Tamagno tiene por costumbre trabajar en modalidad de residencias, de manera que va itinerando por diferentes centros, teatros y festivales. “Para el caso de La Sapo argentina, iniciamos todo el proceso en el Cerro de Montevideo, en La Casa de la Pólvora. Hicimos una lectura abierta al público. Allí estuvo presente la directora y dramaturga Vachi Gutiérrez y quedamos enganchados artísticamente. Entonces, juntando ese diálogo más de producción que venía teniendo con Sofi Antonaz, el año pasado, durante una residencia en Dinamarca, ante la oportunidad de financiación de Iberescena, le dimos forma a este proyecto. Lo presentamos y resultamos ganadores de ese fondo. Para mí trabajar en Uruguay es muy importante, porque demás de mi labor como artista realizo un trabajo de gestión que está concentrado en la internacionalización y en tejer redes, sobre todo entre realizadores y diferentes territorios iberoamericanos”.

Valora, entre otras cosas, poner a prueba sus textos con elencos diversos, en distintas ciudades y, sobre todo, con nuevas ideas de puesta en escena. “Hace un tiempo que vengo pensando que es más ecológico hacer montajes de un mismo texto en diferentes ciudades, en vez de hacer circular una misma puesta. Por otro lado, creo que es mucho más interesante armar estos cruces y generar obras nuevas, y que los textos que voy escribiendo funcionen tanto como oportunidades para armar nuevos equipos como para generar nuevas versiones, encontrarse con nuevos públicos y a partir de ellos generar nuevas estrategias”.

También menciona la “grata sorpresa” de trabajar con Sofía Rivero y con Emilia Díaz, a quienes no conocía: “Son dos actrices extraordinarias, con las que todo es fácil. Están logrando algo sumamente bello”. Si bien Díaz subraya que es “una abuela de 48 años”, para el director eso no es tan relevante. “En principio, también hay abuelas de 48 años, quizás más en sectores populares, son un rango etario que ingresa dentro del rol. Pero más allá de esa salvedad, la estética de la obra no busca trabajar un realismo sino más bien una propuesta evocativa, onírica, donde lo que sucede en escena funcione para que les espectadores se armen su película. Por ahí no es tan importante la edad sino que esa actriz esté en sintonía con el texto. En ese sentido, Emilia viene laburando desde hace pila con el universo femenino con su libro Guardianas, y la obra trabaja mucho con eso y con lo suburbano y algo del ambiente nocturno. Emilia es ideal”.

Adelanta el dramaturgo que “es una obra con una gran carga poética, donde lo doloroso se mezcla con la ternura, donde se pone la prioridad y el acento en el vínculo amoroso, que permite reconstruir y atravesar algunas crueldades desde nuevas perspectivas”. Sin embargo, recalca, es divertida, un factor necesario para afrontar estos temas: “Entonces, sí, es una obra de ultratumba, es una obra en la que se establece un diálogo intergeneracional, y por supuesto que hay mucho dolor, pero es trabajado con mucho humor, porque sobre todo es una obra de sanación”. Dice que es una cuestión de tono. “Tiene muchos elementos lúdicos y las fricciones entre abuela y nieta muchas veces no son solemnes, nos reímos de ellas. También es una obra sobre el cuidado, además de la memoria. Esa nieta que cuida a esa abuela, que es particular, que es bastante cascarrabias, que no se deja cuidar”.

Sofía Rivero y Emilia Díaz.

Sofía Rivero y Emilia Díaz.

Foto: Difusión

Viajera

La obra se presentó frente a plateas de todo tipo. “En el Cerro nos entusiasmó mucho la respuesta de ese público, que estaba compuesto sobre todo por abuelas y nietas del barrio. Ahí nos dimos cuenta de que el texto interpelaba a esas dos generaciones, a ese vínculo, y nos fuimos con esa novedad y con ese tesoro. Luego lo seguimos trabajando y lo presentamos como work in progress en España, en Madrid, en Mallorca, donde tuvimos recepciones muy buenas. También hicimos presentaciones en Dinamarca, donde comprobamos que hay algo de universalidad en el tema. Nos llegó el momento de estrenar y lo hicimos en doble formato: en una versión de gira, en el festival Santiago Off, de Chile, principalmente frente a programadores, y nos dejó muy felices, con fuerza para encarar la apertura del trabajo en FIBA, todo esto en lo que fue la versión argentina”, resume.

Una segunda versión se estrena la semana próxima en el teatro Alianza, y sale casi de inmediato, a los festivales FAER, de Rosario, y Mercosur, de Córdoba. “Nuestro objetivo para el año que viene es llevarla por los barrios de Montevideo y por el interior de Uruguay. A mí, en lo personal, me interesa la descentralización”.

Próximamente Tamagno va a montar otra versión en Brasil. “No llego con un modelo de obra a instalar ese prediseño, sino que trabajo íntimamente ligado e influido por las actrices y por la cultura de cada lugar. En ese sentido, por ejemplo, la obra argentina es casi un poema a dos voces. Es de alguna manera mucho más etérea y sutil, y está más agarrada del texto. Es una obra-instalación, es muy grande, trabajamos con un despliegue escenotécnico muy complejo: la escenografía son dos camiones de tierra, y tenemos una instalación lumínica particular”.

En la versión uruguaya plantearon una hipótesis contraria: “Es una obra muy física, porque las chicas son muy físicas, y hay mucho humor, condimento que en la obra argentina no está, y está muy anclada en la actuación”.

El objetivo es desplazarse y está pensada para eso. Es adaptable, ya que la idea es que pueda montarse tanto en teatros como en centros barriales o espacios al aire libre.

“Mi domicilio fiscal está en Córdoba”, consigna este oriundo de Villa María, “pero paso la mayor parte del tiempo en otros lados. Luego de estrenar La Sapo aquí me voy a Barcelona, donde tengo que escribir una obra nueva y desarrollar el trabajo que hago con comunidades migrantes. De allí me voy a Colombia, a presentar Flores nuevas, sobre un texto precioso de Federico Falco [autor de Los llanos], con quien tuve la suerte de estudiar escritura creativa; es un unipersonal con el que me ha ido muy bien. Ahí también voy a hacer una residencia, de allí me voy a Chile, al Santiago Off, para hacer el work in progress de un trabajo nuevo, y así voy rotando de un lado al otro”.

La Sapo, el 6, 7, 8, 9, 11 y 12 de setiembre a las 20.30, 10 de setiembre a las 19.00 en el teatro Alianza (Paraguay 1277). 70 minutos. Entradas en Tickantel a $ 600 y 2 x $ 1.000.