El cineasta y productor argentino Nicolás Tuozzo (hijo de la actriz Leonor Benedetto) ha llevado adelante diversos proyectos con la trama social como eje central: en Próxima salida (2004) contó la historia de un grupo de trabajadores ferroviarios que pierden sus puestos luego de la crisis de 2001, en Horizontal/vertical (2009) exploró micromundos de personajes de ámbitos dispares (dos adolescentes y su despertar sexual, un violinista que busca inspiración o una mujer en su peor momento), y en Los padecientes (2017), basada en la novela homónima de Gabriel Rolón, un reconocido psicoanalista intenta ayudar a una mujer que quiere demostrar que su hermano es inocente del asesinato de su padre.
En su cuarto largometraje, Una flor en el barro, Tuozzo cuenta con empatía la historia de Sofía (la debutante y grata sorpresa Lola Carelli), una niña de ocho años, vulnerable y humilde, que tiene dotes poco comunes para la creatividad y las matemáticas. Quien descubre su inteligencia superior es Francisco (un muy a la altura Nicolás Francella), un maestro suplente que llega a su escuela del conurbano bonaerense y que rápidamente percibe en ella algo especial e intentará, con escasos recursos, cambiar el rumbo de una niña superdotada pero sumergida en la pobreza y la fragilidad.
A medida que Francisco conoce a Sofía y se asombra de su inteligencia empieza su duro camino para intentar ubicarla en una escuela que le permita potenciar sus capacidades. Se encuentra con obstáculos de una sociedad fragmentada y emprende una persistente lucha para que la inteligencia de Sofía no se diluya en un sistema con nulas oportunidades.
El lazo entre Sofía y Francisco es inmediato y entrañable, la construcción de sus personajes es creíble y genuina y muestra la importancia, sobre todo para niños vulnerados, del rol del maestro. Francisco se ve interpelado desde varios lugares: en su vínculo con los padres de Sofía al tratar de comprender su realidad, y en su propio mundo con su pareja y amigos, con quienes llega a sentir culpa por sus privilegios.
La película muestra el universo de los maestros de escuelas de contexto vulnerable que transitan por varios callejones sin salida del aparato educativo, así como reflexiona sobre la ingenuidad de creer que los problemas pueden ser rápidamente revertidos y que niños como Sofía encontrarán un lugar donde se los estimule intelectualmente, la frustración de un sistema en ruinas que los fagocita, la impotencia frente a una burocracia que poco hace por las infancias y la tristeza de saber que nada cambiará por su sola voluntad.
Sin golpes bajos, Tuozzo desnuda la realidad de la pobreza infantil y las diferencias de clase, sin morbo ni discursos aleccionadores, sino desde el punto de vista de una niña superdotada pero pobre. Sus preocupaciones, sentires y curiosidades son narrados con simpleza y amor. Sofía tiene avidez por saber, asimila los conocimientos a gran velocidad y manifiesta su interior con madurez; sabe que es pobre, y aunque se muestran aspectos duros de su día a día, la película tiene la inteligencia de hacer foco en sus sueños y en la necesidad de ayudar de su maestro.
De cinematografía impecable y hermosa banda sonora, Una flor en el barro es un sensible y emocionante relato sobre la indiferencia a las infancias vulnerables y el desinterés social por alumnos que no responden a un modelo predecible. Pero es también un homenaje al compromiso docente y a quienes intentan cambiar algo y desarmar un sistema que siempre deja de lado a quien más lo necesita.
Una flor en el barro. 103 minutos. En Star+.