La pandemia es como El club de la pelea: la primera regla es no hablar de la pandemia. Pero si habláramos de ella, recordaríamos que en sus comienzos hubo una serie documental que nos distrajo gracias a la idea de que aquello que nos estaba ocurriendo podía no ser lo más extraño que sucediera en el mundo.
La serie se llamaba Tiger King y en ella conocíamos a un hombrecito de decisiones estéticas cuestionables y decisiones empresariales todavía más polémicas. Joe Exotic (apodo que no le hacía justicia) se dedicaba a la cría de grandes felinos para su propio beneficio económico, pero él era sólo uno de los especímenes coloridos y salvajes (como los tigres) que el director Eric Goode se iba encontrando mientras denunciaba este mundillo de explotación animal.
Pues bien, Eric Goode está de regreso. Esta vez la mira estuvo puesta en la cría y venta de simios para la explotación laboral y la ilusión de tener un hijo que nunca se irá de casa y siempre dependerá de ti. Por el camino se encontró con otro personaje icónico, con decisiones estéticas aún más cuestionables que las de Joe, alrededor del cual se construyen cuatro episodios casi tan atrapantes como los pandémicos.
Tonia Haddix es la singularidad que en pocos minutos atrae todo lo que ande cerca de Chimp Crazy, título disponible en Max en el que Goode juega un papel distinto y la narrativa gana un par de capas gracias a ello. Es que este hombre cobró tanta notoriedad por lo que denunciaba en Tiger King que se volvió persona non grata en el mundillo de la comercialización de especies salvajes. Así que consiguió un director by proxy llamado Dwayne Cunningham, que no despertaba sospechas por haber cometido delitos relacionados con este mundillo, y salió a buscar una historia. Apareció la de Tonia.
Como en todo documental, los detalles de su vida se van conociendo como mejor le convenga al drama. Resultará una señora de familia, pero al principio parece (solamente) una lunática obsesionada con los chimpancés, que trabaja como voluntaria en un dizque refugio que no es más que una jaula de medianas dimensiones. Luego descubriremos que tiene una relación todavía más fuerte con un chimpancé en particular, llamado Tonka, y que hará lo que sea por evitar que los defensores de los animales los separen.
Claramente, esta es una historia más corta, con menos aristas y menos sospechas de maridos que fueron asesinados y arrojados a los tigres. Las visitas de Tonia a centros de belleza son simpáticas, pero el tronco central es el de la lucha entre la organización PETA y la mujer por determinar el destino de Tonka, quien además tuvo un pasado famoso en Hollywood. Con el ojo de Goode/Cunningham nadie se salva: los animalistas quedan como unos arrogantes y a Alan Cumming, el actor que compartió escenas con el chimpancé estrella, no se le cree absolutamente nada.
Hay, entonces, tiempo para un par de desvíos que no son tales. Escapando del centro de gravedad de Tonia se encuentran más ejemplos del uso y abuso de chimpancés, desde entretenimientos en fiestas de cumpleaños hasta numerosas mujeres que establecen relaciones maternales con los simios. El documental aprovecha para ahondar en dos casos que tuvieron finales terribles, algunos que fueron la comidilla del periodismo sensacionalista (y hasta del serio) en su momento.
Una y otra vez volvemos a nuestra Tonka Queen y al misterio, que nunca es tal, de qué pasó con ese chimpancé tan especial que murió y fue cremado justo, justo antes de que llegaran a llevárselo. Los responsables del documental hacen equilibrio en la cornisa ética, sabiendo que la caída nunca será desde muy alto, y la relación entre Cunningham y Tonia tendrá sus idas y vueltas. Todo en menos de cuatro horitas, porque la pandemia ya pasó y debemos volver rápidamente a nuestras miserables vidas.
Chimp Crazy. Cuatro episodios de alrededor de una hora. En Max.