La uruguaya Inés Bortagaray, escritora y guionista surgida junto a la generación de la productora Control Z films, fue redactora de la revista Posdata, asistente de dirección en la icónica Whisky, es autora de tres libros (Ahora tendré que matarte, de 2001, Prontos, listos, ya, de 2006, y Cuántas aventuras nos aguardan, de 2018) y ha sido premiada, junto a la argentina Ana Katz, en el Festival de Cine de Sundance a Mejor guion por Mi amiga del parque (2015).
Ahora, junto a la comediante Paloma Salas, Bortagaray regresa al guion con El lugar de la otra, película elegida para representar a Chile en los próximos premios Oscar. Se trata de la adaptación de uno de los cuatro relatos de Las homicidas, de Alia Trabucco, que recopila historias de mujeres chilenas juzgadas por homicidio entre 1920 y 1970. El thriller de época resultante es la primera ficción de la directora Maite Alberdi, dos veces nominada al Oscar a Mejor documental por El agente topo y La memoria infinita, y narra el crimen cometido por la escritora María Carolina Geel, quien asesinó a su amante de cinco disparos. Lo protagonizan Elisa Zulueta y Francisca Lewin.
Varias son las ficciones que han pintado la fascinación de sentir que la realidad de otra persona es la nuestra. Por ejemplo, en la multipremiada película surcoreana Parasite (2019) se muestra cómo una familia simula tener un estatus social muy alejado del verdadero, y en el cuento “Vecinos”, de Raymond Carver, se narra la aburrida vida de Bill y Arlene Miller y su transformación luego de que se quedan a cargo del apartamento de los Stone, una pareja vecina, cuya vida empiezan a vivir como propia.
Algo así sucede en El lugar de la otra, una mezcla de crimen real, drama y reivindicación feminista que relata el caso de María Carolina Geel (Francisca Lewin), una popular y reconocida autora chilena que mató a tiros a su amante, Roberto Pumarino, en el comedor del hotel Crillón de Santiago en abril de 1955. La historia cautiva por completo a Mercedes (Elisa Zulueta), la asistente del renombrado juez del caso, quien es además ama de casa, esposa y madre de dos hijos mayores. Mercedes vive la típica realidad de la mujer en la sociedad machista de mediados del siglo XX: multitarea, poco reconocida en su casa y en su trabajo, atraviesa una existencia de opresión.
El caso de Carolina produce un despertar en Mercedes. Empieza a visitar la casa de la escritora, que la ha dejado impactada: es espaciosa, está lujosamente amueblada, rebosa elegancia y –lo más atractivo para la asfixiada Mercedes– está completamente desocupada. Cada vez va más seguido allí y, con el tiempo, su deseo y curiosidad se imponen; mientras disfruta los lujos del estilo de vida de Geel, leyendo sus libros, durmiendo en su gran cama, probándose su ropa cara y elegante e incluso usándola para trabajar, ese apartamento se convierte en un refugio de todo lo que doméstica y existencialmente es imperfecto en la vida de Mercedes. Dentro de esas paredes puede ser la mujer independiente y empoderada que siempre soñó, permanecer en paz y estar con ella misma, lejos de su agobiante realidad rodeada de un marido e hijos prescindentes y una demanda del deber ser casi insoportable.
Este buen drama psicológico con toques hitchcockianos, con una fotografía y música que aumentan la sensación de desborde inminente, es un relato de las historias como espejos y de la liberación de las mujeres; de Carolina, a través del asesinato de su amante, y de Mercedes, a través de Carolina. El lugar de la otra expone un caso policial real perturbador y fascinante con un buen guion y buenas actuaciones, y con la interesante historia de una mujer que empieza a cuestionar su vida, su identidad y su rol en la sociedad al encontrar en ese hogar un mundo de libertad.
El lugar de la otra. 95 minutos. En Netflix.