Protagonista de siete novelas de Michael Connelly, su propia película con Matthew McConaughey en el rol principal y una serie de Netflix que alcanzó ahora los 30 episodios, Mickey Haller ―o “el abogado del Lincoln”― es un personaje totalmente establecido en la ficción contemporánea. La eficacia y solidez de su tercera temporada nos remiten a aquellas series criminales de abogados que colmaban las pantallas televisivas hace algunas décadas, esos courtroom drama que no despreciaban la investigación policial.

Las ochenteras Matlock, Jake y el Gordo y las más modernas Ally McBeal (que tiene una relación directa con la serie de hoy) y Shark conformaron una especie de “confort TV”, esa clase de serie que uno miraba no por el desafío de una ficción densa e interpelante, sino por la hora de entretenimiento seguro y liviano que brindaba sin falta.

Las piezas dispuestas al final de la segunda temporada de El abogado del Lincoln indicaban que ahora Mickey Haller (Manuel Garcia-Rulfo) debía investigar el asesinato de su antigua cliente e informante Glory Days (Fiona Rene). Hay un acusado (Devon Graye) evidentemente inocente, posibles culpables que se vinculan a casos pasados de Mickey y la certeza de que ―como en las viejas publicidades de las secuelas de thrillers mainstream― ahora “es personal”.

Así, Haller y su equipo ―un elenco secundario perfectamente ensamblado a cargo de Becki Newton, Jazz Raycole y el favorito de la casa, Angus Sampson― deberán investigar el caso, tratar de salvar al cliente y no morir en el proceso. Porque para la ocasión el peligro los acecha de cerca y uno se preocupa, porque ya está encariñado con esta gente después de tanta construcción hecha sobre los personajes a lo largo de los episodios.

La mano experta de David E Kelley se aprecia en cada elemento: si hay algo que sabe hacer es contar historias de abogados. Creador de L.A. Law, The Practice, la mencionada Ally McBeal (quizá su obra definitiva), Boston Legal, Harry’s Law y la todavía disponible en Prime Video Goliath (que bien vale una maratón), Kelley es abogado retirado. Experto en desplegar testigos sorpresa, declaraciones repentinas, objeciones “no ha lugar” y objeciones aceptadas por el juez de turno, aquí logra una narración que combina a la perfección el thriller con el drama de corte a la altura de sus mejores momentos.

Kelley construye la mejor temporada de este abogado del Lincoln. Su protagonista García-Rulfo ―siempre muy efectivo― encuentra margen para mayor desarrollo del personaje, más matices y muchísima interacción con secundarios y antagonistas (entre los que está el arma secreta de esta temporada: Holt McCallany, quien sigue regalando talento mientras espera por esa tercera temporada de Mindhunter que nunca llegará).

Divertida, intensa y siempre reconfortante, El abogado del Lincoln no va a revolucionar la televisión ni a cambiarle la vida a nadie, pero ni falta que hace. Va a mantener al espectador entretenido, como corresponde.

The Lincoln Lawyer. Diez episodios de 50 minutos. En Netflix.