“Me vine para acá a traer unas plantas que me regalaron en el show que hicimos en Tocantins, en la ciudad de Palmas, y a charlar contigo”, dice Lenine, un preferido del público local y una leyenda viva de la música brasileña, antes de su próxima actuación en Montevideo, en el marco del festival Música de la Tierra, que abre este sábado con un recital del tucumano Juan Quintero en el teatro Solís.

De su lado, la videollamada matutina muestra una escenografía de luz natural que les da sentido a sus palabras cuando dice que podría pasar el día entero en ese lugar, un orquideario que es algo más que un vivero dedicado a su planta predilecta, parecido a un jardín extremadamente cuidado, a una boutique floral exclusiva, a un laboratorio al aire libre. “Yo vivo en Río de Janeiro, en Urca, pero siempre que puedo me vengo para acá, en la región serrana del estado, donde tengo todas mis plantas. Es una pasión de muchos años”, admite el músico.

De este lado, con el zumbido de una obra en construcción en la oreja y una cortina blackout que provoca algo indefinido entre la luz y la sombra, caigo en la tentación de preguntarle por sus célebres e inspiradoras orquídeas. “Hay algunos pequeños grupos que me interesan más que otros”, responde con entusiasmo. “Son generalmente las más extrañas, las más específicas, con especificidades muy increíbles. Hay una que sólo se reproduce donde hay minerales de hierro y sólo florece en los lugares con óxido. Me gustan mucho las maxillarias, por ejemplo.

¿Requieren un cuidado muy especial esas plantas?

En realidad no. Pero, de todos modos, yo decidí no usar nada químico. Además, para entrar aquí hay que pasar un proceso de asepsia, igual por el que pasan las plantas y todo lo demás.

Queda claro que es uno de tus lugares preferidos en el mundo.

Sin duda. Incluso porque tengo un poco de cada lugar del mundo aquí. La maceta de cada planta tiene una etiqueta que indica la especie, el bioma donde ocurre, el período de florecimiento y el show en el que me la regalaron. Este lugar es como un gran banco de recuerdos. Entonces estar acá no sólo tiene que ver con mi salud, también es mi manera de documentar el mundo.

¿Es un lugar de soledad?

Sí, es muy íntimo, muy solitario. Pero también es muy solidario. Porque siempre hay alguien interesado en conocer lo que yo llamo mi pequeño paraíso.

Venís a Montevideo con un formato de trío. ¿Qué podés contar sobre esa propuesta musical?

La historia del trío tiene que ver con que me encanta trabajar pensando en una síntesis. Fue así toda mi vida. Siempre fue un proceso, incluso cuando hago mis discos es grabar, grabar, grabar, y después sacar, sacar, sacar, hasta quedarse sólo con el alma de esa grabación.

En este caso, este trío se arma porque una de estas personas es Pantico Rocha, que es un baterista que toca conmigo desde hace muchos años, y que conoce profundamente mi trabajo de compositor. La otra persona es Bruno Giorgi, que es mi hijo y mi productor desde hace un tiempo, y quien tuvo la maravillosa idea de retomar muchas de mis grabaciones originales para recrear sus arreglos sobre el escenario.

Entonces, este show es una síntesis muy bonita. Aquellos que ya conocen las canciones van a escuchar algunos elementos sonoros que son de la grabación original, pero con este punch del vivo, hecho en el momento, y vamos a recorrer todos mis discos.

Siempre te has definido como un cronista y un admirador de Jorge Luis Borges y Clarice Lispector. ¿Cómo llegaron sus libros a tu vida?

Yo tuve la suerte de tener un padre poeta. Entonces desde que tengo memoria la poesía siempre estuvo presente. Igual que la música, porque mamá y papá siempre escuchaban mucha música. Papá hacía que escuchar música fuera un ritual, como ir a misa. Y eso nos formó. Me acuerdo mucho cuando mi padre me presentó algunos clásicos, por ejemplo, Euclides da Cunha narrando la Guerra de Canudos [Los sertones, 1902], y la dificultad que fue para mí acompañar esa lectura muy académica. Fue muy difícil. De los dos primeros tomos, que son El hombre y La tierra, prácticamente no entendí nada. Pero recuerdo mucho cuando vino el tomo La guerra, donde describe todas las expediciones. Y eso se materializó a medida que leía. Yo era muy joven y fue un impacto muy grande.

También recuerdo a mi padre insistir en que leyera por primera vez a Augusto dos Anjos y su poesía clásica, mórbida, porque tiene la historia de la muerte como elemento central: “Yo, hijo del carbono y del amoníaco / Monstruo de oscuridad y rutilancia / Sufro, desde la epigénesis de la infancia”. Eso es muy poderoso. Entonces mi padre también me acercó a la poesía, con esa cosa de despertar nuestra curiosidad.

También te gusta la ciencia ficción.

Sí, pero eso fue una pasión posterior. A partir de los 16, 17 años descubro aquel período al que llaman la edad dorada de la ciencia ficción, cuando el género logra sacarse esa etiqueta de literatura menor, con el surgimiento de Arthur Clarke, Isaac Asimov, Ray Bradbury, y una generación de grandes escritores que me hicieron un fan muy profundo de la ciencia ficción. Tengo una colección hermosa de ediciones de libros de ciencia ficción, no sólo brasileñas, también españolas, francesas e inglesas, porque quería leer todo. Me encanta el francés Moebius y tengo todos los cómics de Astronauta [de Mauricio de Sousa]. Entonces entré a la ciencia ficción, también a los cómics, y empezaron a andar juntos.

A propósito de una canción con elementos de ciencia ficción. ¿Cuál es la historia detrás de la canción “Tubi-tupy”?

Esa canción es casi un manifiesto a favor de la causa que más me motiva hoy en día, que es la de los pueblos ancestrales, los primeros pueblos. Al día de hoy, en este siglo que vivimos, sigue siendo un asunto pendiente, y es una locura que no lo hayamos resuelto en todo este tiempo.

Aquí en Brasil todavía se habla de cosas medievales como el Marco Temporal [doctrina que sostiene que los pueblos originario sólo tienen derecho a reclamar las tierras que ocupaban en 1988] y se sigue saqueando de donde casi ya no hay para saquear. Lo que todavía permanece cuidado y preservado es por mérito de los pueblos originarios. Entonces esta es una causa muy pertinente, que me mueve y me motiva, y “Tubi-Tupy”, que es una parcería con Carlos Rennó, es un llamado. El coro nombra a grandes indígenas y pensadores de aquella época en la que escribimos la canción.

¿Cómo definirías esta fase de tu vida después de la pandemia?

En Brasil hubo una conjunción de dos cosas: la pandemia y el pandemonio. Y estas dos cosas, para todo el mundo, pegaron en el alma. De verdad fue algo que dolió y que reverberó en mucho odio y violencia. Y yo, como músico, estoy conectado al sentimiento de la humanidad. Trabajo con eso. Entonces, como todo el mundo, experimenté esas sensaciones y eso provocó que me alejara de la música.

Prácticamente dejé de existir durante dos años de mi vida, como le pasó a mucha gente. Es imposible no salir de ahí modificado, es imposible, frente a tanto dolor, no salir traumatizado. A veces todavía sigue doliendo. Si te preguntás si he cambiado, efectivamente he cambiado, en muchas cosas. Lo que no ha cambiado es la posibilidad de continuar divirtiéndome haciendo lo que hago y teniendo la certeza de que eso tiene una función histórica, social, y que me motiva a seguir con música de la misma manera en que lo hacía antes de la pandemia y del pandemonio.

¿En qué cosas encontrás inspiración ahora?

La inspiración es algo que no existe, aunque es cierto que la perseguimos. Yo acostumbro a decir que, en el proceso de crear y hacer canciones, que es lo que hago, existen mecánicas diferentes. Existe aquella canción que surge a partir de un riff de guitarra y una repetición que te inspira a esbozar una música. Existen las palabras, que de repente te despiertan una idea y ganan un sentido diferente según cómo se combinan.

Por otro lado, es raro, pero también existe lo que yo llamo psicofonía. A veces parece que la canción existía antes de ti y que sólo la descubriste, y surge sin necesidad de un instrumento, de ningún elemento sonoro, o sólo con tu voz. Y aparece ya con la forma de la canción, incluso con sus palabras surgiendo de una manera psicofónica. Y también está el caso de que se te ocurre una melodía y una letra al mismo tiempo.

Dentro de esa mecánica, hay otras variantes que tienen que ver con los parceros, compañeros que, como yo, cantan y tocan. En ese caso, es natural que la composición sea más mezclada, porque cada uno hace una cosa. Si hay compañeros que llegan a mí con una melodía para que yo busque una letra, ahí es natural que en ese momento me concentre más en mi lugar de letrista. Al contrario, cuando llegan los poetas con una letra para mí, como son Carlos Rennó o Paulo César Piñero, visualizo allí una fórmula y voy detrás de eso para transformar esa poesía en algo material que seduzca a las personas. Porque al final te das cuenta de que hacés música para seducir a las personas, para conectar con las personas.

¿Dónde dirías que nace esa cosa medio extraña que tiene tu música?

Usaste la palabra extraña. Aquí tenemos otra parecida que tiene otra característica, que es extrañeza. En broma, siempre digo que hay una señora detrás de mí a la que yo llamo Señora Extrañeza y que todo el tiempo está diciéndome cosas al oído. Yo le presto mucha atención, no la oigo siempre, pero está presente en todo lo que hago. Creo que esa cosa extraña tiene que ver con una forma de hacer que yo comparo con la manufactura de una artesanía o una escultura.

A la vez reconocés la influencia en tu vida de otros artistas como Milton Nascimento y Lô Borges, y en particular el disco que hicieron juntos, Clube da Esquina (1972), que en su época era música fuera de lo común.

Es cierto, pero también nos une el hecho de que todos tengamos la cosa del cantautor, que implica firmar una canción y cantarla. Y esa es una manera de hacer música. Hablabas de Milton. Yo creo que la MPB [Música Popular Brasileña] dejó de ser MPB con la aparición de Milton Nascimento.

A partir de entonces, deberíamos llamarla MCB, Música Contemporánea Brasileña, porque ganó una diversidad armónica, melódica, rítmica, y una profundidad en eso muy grande. Milton llevó la música a otro lugar. Para mí, y para varias generaciones que surgieron conmigo y después de mí, él es la referencia mayor. Él tiene esa cosa... Es un orixá. Él, en realidad, fue la mayor universidad de música que yo tuve.

O sea que la música es un misterio, pero no tanto. También hay una artesanía.

Él supera todo eso. Son pocas las personas que alcanzan ese nivel. Milton usa tríadas cuando toca la guitarra, con muy poquito arma unos paseos armónicos increíbles que te transportan a lugares desconocidos. Asimismo, Milton Nascimento surge porque antes existió Dorival Caymmi.

Milton, usando sólo dos o tres dedos y con mucha cuerda suelta, inventó un cancionero. Y cuando toca en duetos de guitarras, la forma en que arma la costura de la melodía es increíble. Como verás, soy muy fan de Milton.

¿Qué te parece la nueva música brasileña?

Nuevo es aquello que olvidamos. Entonces, no sé si hay nada nuevo. Ahora hay novedades, como siempre ha habido. Y también hay un gran cambio en la industria que vi suceder y que me causa extrañeza, pero esa no es como la señora que me ayuda.

A mí me pasa que si en 20 segundos no me seduce una canción, cambio y quiero otra cosa. Las personas no lanzan más álbumes. Yo continúo haciendo eso. Suena un poco anacrónico decirlo, pero es lo que hago. Cada vez que me meto a hacer un disco, hay una profundidad en cierta temática, en las letras. Me lleva un buen tiempo la elaboración de cada canción. Todas tienen un discurso por el que he luchado y una narrativa que tiene un sentido trascendente para mí. Así que espero que la gente descubra algo de eso cuando las escucha. Todo esto tiene una gran importancia en lo que hago. Hoy la norma es otra, pero me consta que hay muchas cabezas duras como yo haciendo discos, y los celebro a todos.

En mi caso, siempre ha sido así. El hecho de haber nacido en un manglar, como el de Recife, pienso que tuvo que ver. Hasta el día de hoy Recife tiene el mayor manglar urbano que existe. Y ese manglar me dio a mí una cierta perspectiva de las cosas. El mangle se relaciona con el mar, sus peces y sus variedades crustáceas, y en realidad el primer período de vida de ese ecosistema está en el mangle.

Esa relación salió a mis ojos muy temprano. Entonces, para mí hacer música es investigar, ir a lo profundo de un tema; ahí es donde encuentro la motivación.

¿Cuál es el recuerdo más antiguo de tu vida?

Por increíble que parezca, recuerdo que era muy chico... debería de tener ocho o nueve años. Recuerdo el proceso de salir de la cama y de ir en dirección a la cocina y llegar al fondo de la casa, porque la cocina se abría en un patio. Ahí estaba mi padre sentado en un banco llorando y mi madre prendiendo fuego sus libros, porque él había estado preso por primera vez, a causa de la dictadura, como activista que era y sigue siendo hasta morir. Eso lo conservo como un recuerdo muy tenue, que quedó como un archivo oculto durante mucho tiempo en mi vida.

Ahora mismo fui a ver la película de Walter Salles, Aún estoy aquí, sobre la historia de Rubens Paiva, que fue asesinado por la represión. Ese día en el cine me aparecieron muchos recuerdos de aquel momento en mi casa y de otros de los que sólo tenía algunos flashes. Hoy podés ver todo lo que fue esa persecución, con asesinatos y desapariciones de las que todavía no hay información. Hubo una amnistía, pero no hay manera de sostener una amnistía si no revisás la historia. Bolsonaro no fue una casualidad. Hasta que no haya una revisión histórica y se haga justicia, estamos condenados a repetir las mismas cosas en un futuro próximo.

Lenine. Sábado a las 21.00 en el teatro Solís en el Festival Música de la Tierra. Entradas desde $ 1.100 a $ 2.800 en Tickantel. Comunidad la diaria 2x1.