Fue un proceso extendido el montaje local de Burn, baby, burn, ya que el elenco estaba ensayando desde mayo a la espera de conseguir sala. Finalmente, estrenó el jueves en el Auditorio del Sodre. Fernando Toja, responsable de la puesta en escena, cree que “es cuando es” y que en el camino la obra maduró.
Laura Pouso tradujo a Carine Lacroix y alentó a Toja a que presentara el proyecto al Fondo Tintas Frescas en Escena, que apoya la traducción y la edición de textos dramáticos contemporáneos franceses y la difusión de obras del siglo XXI. Finalmente, Lacroix se da a conocer en Uruguay en el marco del programa especial para las artes escénicas en Sudamérica hispanoparlante, con el ministerio de Europa y Asuntos Exteriores, el Ministerio de Cultura de Francia y el Institut Français de Argentina, con el apoyo de la Alianza Francesa de Montevideo.
Ambientada en una estación de servicio en medio de la nada, la pieza retrata a dos adolescentes que se encuentran de improviso. Noserí vive allí como okupa, mientras que Violeta busca escapar de un pasado doloroso; entonces llega un repartidor de pizza.
“Una estación abandonada es más bien un no lugar. Si bien uno de los personajes viene en carretera, y se detiene allí con su moto sin nafta, es un lugar desértico, y el espacio marcado tiene que ver con lo que les pasa: ese estar en un no lugar. No sabemos nada de su historia, pero ahí se genera un vínculo entre dos seres jóvenes totalmente antagónicos”, describe Toja. Apunta, además, que las escenas están hiladas por narraciones distanciadas pero llenas de imágenes poéticas.
Las obras de Carine Lacroix se publican y representan en cárceles, teatros y escuelas. Burn, baby, burn se representó en el Studio-Théâtre de la Comédie-Française y se ha traducido, editado y estrenado en el extranjero.
En cuanto al abordaje de la historia, Toja trabaja “con la comprensión en la acción, o sea, pasar de la acción a la reflexión con los actores, entrenándolos para lo que requiere la obra. Son actores jóvenes. Yo trabajo mucho desde lo corporal, desde la activación, la intensidad, y así fuimos elaborando con Soledad Lacassy, Julieta Lucena y Joaquín Diano esta obra muy bella, en el sentido de que transmite una gran metáfora, muy beckettiana, también”.
El espacio escenográfico creado por Noelia Toledo y Johanna Bresque da cuenta de esa suerte de paralelismo psicocósmico: “La estética -que es lenguaje, todo sabemos, es dramaturgia en acción, los sonidos, los silencios- acompaña, muestra esa cruda realidad desértica. Todo sucede en un día muy caluroso, desde la mañana hasta la noche, así que cambia la iluminación, y esas atmósferas son recreadas muy bien por Eduardo Guerrero y Manuela Badano, igual que el vestuario, y los climas musicales, como que vienen de otro lugar, son ambientados por Fernando Ulivi. Todo genera una síntesis que nos coloca en ese paisaje exterior e interior”. El montajista apuesta a que el público entre en diálogo con eso, que se logre lo que define como “una comunión, en un mundo donde la sensibilidad escasea”, dice Toja.
El director reconoce que su elogiada puesta en escena de Cuando deje de llover, de Andrew Bovell, que tres temporadas atrás hizo con la Comedia Nacional, ofrecía atmósferas similares: “Esos personajes incompletos, con esos conflictos y esas vivencias. Como decimos en el teatro, muchas veces el personaje no sabe lo que le pasa, el actor sí, y el espectador completa ese vacío, esa ausencia que tienen los personajes y, por ende, la condición humana”.
El dilatado estreno de Burn, baby, burn provocó una acumulación de tareas para Toja: se suma a su trabajo en Carnaval, la puesta en escena de Diablos Verdes, los preparativos de un monólogo de Fernando Schmidt, las conversaciones con El Galpón para montar por primera vez en Uruguay una pieza del italiano Stefano Massini y la reposición de Murga Madre, a 20 años de su estreno, en el teatro Solís. Tampoco olvida las clases de teatro, actualmente en la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático (EMAD): “Yo me he desarrollado, aprendo mucho, con mis alumnos, en El Circular, en Alambique, todo lo que tiene que ver con la investigación, y la EMAD es un anclaje laboral creativo que agradezco”.
Burn, baby, burn va en la Sala Hugo Balzo del Sodre, el jueves y viernes a las 21.00. Recomendada para mayores de 15 años. 75 minutos. Entradas a $ 550 en Tickantel y boletería de la sala. 2x1 con Comunidad la diaria.