La primera temporada de la serie española Machos alfa, creada por Laura y Alberto Caballero, fue un éxito inesperado. Mostraba el complejo camino de cuatro amigos hacia la deconstrucción, tratando con humor y madurez temas como la toxicidad, el machismo, la sexualidad en la mediana edad, el techo de cristal y los roles de género.
Se trataba de hombres cuarentones a los que les mordía los talones el fin del patriarcado y que atravesaban a los tumbos su crisis de masculinidad mientras buscaban una forma digna de adaptarse a una nueva realidad con diferentes normas de relacionamiento que por momentos los hacían caer en la ridiculez.
En esta segunda temporada Machos alfa vuelve a usar efectivamente el humor de situación para tratar temas de fondo contundentes. La deconstrucción, en esta historia, es algo que persigue a los hombres, los acorrala. La pérdida de sus históricos privilegios y los nuevos paradigmas de género siguen poniendo en jaque a Luis (Fele Martínez), Raúl (Raúl Tejón), Pedro (Fernando Gil) y Santi (Gorka Otxoa) y los lleva a un profundo replanteo de cómo se vinculan con las mujeres de su vida. Navegan así por situaciones sensibles y divertidas que a la vez reflejan el sentir de muchos hombres actuales, su desconcierto frente a un mundo que ha cambiado.
El reconocimiento de sus vulnerabilidades, el rechazo hacia viejas actitudes machistas de sus pares, los desafíos de la maternidad y la paternidad, compartir crianza y tareas domésticas, la confusión por el avance de las mujeres en espacios que ellos sienten como propios, y los nuevos métodos de acercamiento, son abordados con humor, mediante gags efectivos y a tiempo, bajo una atmósfera de aparente sencillez pero a la que subyace un mensaje de que algo está cambiando y quien no se adapta queda fuera, no por una simple imposición sino por una necesaria urgencia de igualdad y empatía.
Machos alfa es universal: lo que sucede y todas las aristas que toca son comunes a la mayoría de nosotros, y esa característica es en gran parte responsable de su éxito. En definitiva, los protagonistas representan a los varones que se replantean a diario sus formas y revisan sus moldes culturales, mientras que sus parejas, madres e hijas podrían ser cualquiera de nosotras tratando de encajar en las nuevas feminidades.
En esta segunda temporada, y luego del famoso “curso de deconstrucción” hecho en la primera (es alentador verlos utilizar bien los términos patriarcal, micromachismo o cosificador), hay más giros narrativos en el guion y se profundiza más aún en los personajes femeninos que son, en definitiva, el motor de la historia: ellos cambian porque ellas lo hacen.
En especial, esta temporada plantea, en código de humor, un interesante debate acerca de las nuevas formas de relacionamiento y la búsqueda de la nueva masculinidad, las presiones sociales sobre el varón proveedor, y hace hincapié en el acoso sexual, el consentimiento y el acceso de los adolescentes a la pornografía. Lejos del dramón, pero no por eso superficialmente, se describe el estado continuo de desubicación de los cuatro amigos que intentan encontrar su espacio y se enfrenta a estos desinflados machos alfa a la época de la mujer empoderada, reinventándose para encajar en el nuevo orden social. A puro ensayo y error, transitan una constante autoobservación.
Machos alfa volvió más divertida, ágil y enérgica. “Ya no sabemos ni quiénes somos ni qué nos gusta”, se lamentan los protagonistas. Largo camino aún les resta, y verlo en comedia vale la pena.
Machos alfa, segunda temporada. Diez capítulos de aproximadamente 35 minutos. En Netflix.