“La tele te masifica y Polémica en el bar te masifica aún más”, dice Patricia Madrid. La periodista estaba conversando para esta entrevista en la mesa al aire libre de un café céntrico, y una señora que paseaba a su perrito, sin ninguna brisa de disimulo, le hizo, cual Terminator, un escaneo de arriba para abajo con la mirada.

“A veces me doy cuenta de que la gente me mira y hago como que no me doy cuenta, salvo que la persona venga y me diga algo. Me genera cierta incomodidad, pero también entiendo que es parte de esto: yo elijo estar en donde estoy”, dice Madrid. Agrega que la llegada del programa de Canal 10 no se da sólo por la televisión tradicional sino también por los videítos con extractos que se viralizan en redes sociales o por los informes de ZinTV.

Hace pocos días, Madrid volvió con Así nos va, el programa que conduce en las mañanas de radio Carve, el medio en el que hoy más disfruta al hacer periodismo y en el que generó un vínculo con sus oyentes, según cuenta. Sobre la actualidad de los medios, el peso de la imagen, su visión del feminismo y alguna otra cosa más, conversó con la diaria.

¿Siempre quisiste ser periodista?

Cuando era adolescente quise ser arqueóloga, porque mi viejo es fanático de la arqueología y la paleontología, gran lector de National Geographic, y me gustaban mucho Indiana Jones y Jurassic Park. Pero después, a partir de los 16 años, empecé a tomar conciencia de que la arqueología no me iba a permitir laburar demasiado acá. Aunque en ese momento no tenía conocimiento ni información, porque de haber sabido lo que hoy sé sobre lo mucho que trabajan en la licenciatura de Arqueología, Paleontología y demás en la Udelar, y que hay todo un mundo de investigación científica, no sé si no hubiera hecho la carrera. Pero estaba en quinto de liceo, me mandaron hacer un trabajo de investigación y dije “qué copado esto”, y también tenía mucho que ver con la arqueología.

Hay que rastrillar, pero simbólicamente.

Claro, y me di cuenta de que eso se podía traducir al periodismo. En casa se consumían medios de comunicación, especialmente los informativos. Yo escuchaba Monte Carlo a sus órdenes en lo de mi abuela, y mi viejo, cuando me llevaba al liceo de mañana, escuchaba En perspectiva. Entonces, cuando entré a la facultad ya estaba decidida a que iba a hacer periodismo, no había otra opción.

¿Creés que haber estudiado te da un plus? Porque muchos piensan que en realidad la práctica es todo.

Esto es un oficio, y sin dudas se va perfeccionando a lo largo del tiempo y de la práctica, pero le viene muy bien incorporar conocimientos diversos, y la formación académica es una de ellas. La facultad me dio una metodología del deber ser, que a veces hoy en día la veo a la distancia y quizás no es practicable en muchos aspectos. Son objetivos que por la realidad de Uruguay a veces son impracticables, pero me parece que suman. No digo que no se pueda ejercer el oficio sin haber pasado por una universidad, porque de hecho sí, y hay excelentes profesionales, pero si se puede estudiar, mucho mejor.

¿A qué te referís con esos objetivos que a veces son impracticables en el quehacer diario?

Por ejemplo, al momento de armar los equipos, de la cantidad de gente con la que se debería contar en una redacción, cuántas personas deberían hacer determinada cantidad de tareas y cómo debería ser la distribución de tareas: una cosa es el ideal y otra es lo posible en el escenario en el que uno está. Los medios de comunicación en Uruguay trabajan con recursos que son tremendamente limitados respecto de otros medios del mundo. Estaría buenísimo que en una redacción cada uno tuviera una determinada tarea y que todos confluyan al momento de sacar un diario, pero en la práctica hacés muchas más tareas de las que deberías. El laburo termina saliendo, pero, claro, el punto es a qué costo.

¿Cuándo te diste cuenta de que podías manejarte en esta profesión?

Empecé trabajando en radio Sarandí en 2005 como asistente de producción de Cierre de jornada; ganaba 2.500 pesos por mes trabajando seis horas por día. Ese fue un gran aprendizaje: fue mi primera inserción oficial en un medio de comunicación, en un momento de Uruguay muy particular, porque veníamos de una crisis económica profundísima. De todas maneras, en ese contexto yo era una privilegiada, porque no había tenido grandes afectaciones económicas y había podido seguir estudiando –iba a una facultad privada, la Católica–. Entonces, insertarme y decir “este es mi salario, mi realidad y con esto me tengo que manejar” me hizo aprender muchísimo.

En febrero de 2016, hace ocho años, publicaste en el diario El Observador la noticia de que el entonces vicepresidente Raúl Sendic se presentaba como licenciado pero en realidad no lo era, a raíz de una conversación telefónica que mantuviste con él. ¿Fue un quiebre en tu carrera? ¿Cómo llegaste a ese dato?

Sí, fue un quiebre absoluto. Estaba cenando con unos amigos, conversando sobre la realidad, porque éramos todos periodistas, y uno dijo “che, ¿qué onda?, ¿qué estudió Sendic?”, porque estábamos hablando de Ancap. Como todas las conversaciones de periodistas que se juntan, aburridísima. Pero alguien que estaba allí dijo que en algún momento lo entrevistó y nunca le había quedado claro qué es, y agregó: “Apostaría a que no es nada”. La conversación siguió y fue como que algo me vino de frente... Al otro día me levanté y me pregunté por qué había dicho eso. ¿Si olfateó algo por qué no rascó más? Y ta, fue la increíble curiosidad.

Foto del artículo 'Patricia Madrid: “A las mujeres nos falta actuar más corporativamente, como pasa con los hombres”'

Foto: Alessandro Maradei

Se supone que un periodista siempre debe tener esa curiosidad.

Sí, pero como tantas cosas que nos pasan a diario y que pueden generar determinadas notas. Esto fue un comentario de boliche, y al otro día me puse a indagar un poquito, especialmente a través de búsquedas en internet, pero no encontraba nada. La única adjudicación [del título] era de él [de Sendic], todo el tiempo, pero de nadie más. Entonces, después de dos semanas de buscar y no encontrar nada, le dije a quien en ese momento era el editor jefe del diario, Gonzalo Ferreira, que tenía elementos que me llevaban a pensar que esto era muy raro. Me dijo que diseñara cómo lo iba a hacer, porque no dejaba de ser como un juego de ajedrez, de ver qué pieza tocábamos para tratar de averiguar sin levantar la perdiz. Solamente él y yo sabíamos que estaba investigando eso, y sabíamos que la última comunicación iba a ser con Sendic.

Eso marcó un precedente, porque a partir de ese momento se le buscó el título a casi todos; de hecho, hace un año, el entonces ministro de Ambiente, Adrián Peña, tuvo que dejar su cargo luego de una polémica por su título.

Marcó un antes y un después, sin dudas, desde el punto de vista político y creo que también desde el punto de vista profesional, para nosotros como periodistas, porque si esto pasó fue porque alguno de nosotros no hizo el laburo que tenía que haber hecho. Este oficio es un servicio público, entonces, entiendo que al periodismo todo, cuando tuvimos que, en el marco de la campaña de 2014, tratar de construir al candidato a la vicepresidencia por el Frente Amplio, omitimos información, nos pasó por el costado, ninguno de nosotros lo vio. Siento que, de alguna manera, esto que pasó con Sendic después hizo que muchos de nosotros siguiéramos estando alertas sobre la persona que le quiere pedir el voto a la ciudadanía: ¿quién es?, ¿qué hace?, ¿cómo se formó?

Hace casi cinco años que arrancó Polémica en el bar, en Canal 10. ¿Qué tanto hay de armado de las peleas, del show y del espectáculo?

No hay nada armado, es increíble. Ojalá estuviera armado, así por lo menos practicaba la actuación, pero no, ni eso.

¿Pero no hay algo de dejarse llevar en beneficio del espectáculo y del entretenimiento?

Cuando surgió Polémica en el bar, a fines de 2019, la idea era que fuera efectivamente una mesa de boliche, en donde se hablara de múltiples temas. Para mí iba a ser un lugar lúdico, que una vez por semana me iba a permitir ponerme en el rol de periodista desde un lugar mucho más relajado. Pero en 2020 vino la pandemia, y se transformó en un lugar para canalizar desde el punto de vista informativo muchas de las interrogantes, angustias, problemas e información que la gente estaba ávida por conocer. Llegó a hacer 21 puntos de rating en esas noches de 2020, fue impresionante. Desde ese momento, la producción y el canal entendieron que Polémica en el bar cambiaba de lógica, y en vez de hablar de temas que uno puede considerar más superfluos, pasó a encarar otro rol, para darle actualidad nacional al público. Entonces, allí mi rol dejó de ser lúdico y pasé a ejercer como periodista en televisión, bajo la lógica de un programa que tiene el contexto de un boliche, que no es un estudio de radio ni una entrevista formal y encorsetada como estudié para hacer y habitualmente se dan. Obviamente, Polémica... es un programa de televisión, no un ámbito académico.

Pero en algún momento del programa, de esos que luego se viralizaron, cuando se paró este y el otro, y empezaron a gritarse, ¿no pensaron que se les fue la mano?

Es que al no estar guionado... Nosotros sabemos los temas que vamos a tratar, pero tampoco los sabemos una semana antes: el viernes al mediodía nos enteramos de qué es lo que vamos a tratar el viernes a la noche e incluso quiénes son los invitados. Yo tengo la ventaja de que estoy toda la semana manejando la información que seguramente se vaya tratar el viernes, entonces, tengo mi lógica sobre cómo producir lo que quiero transmitir; mis compañeros tienen otras. Entonces, nunca sabés lo que puede pasar en Polémica..., lo cual es maravilloso porque te da cierta adrenalina, pero también te puede llevar a estar en el filo de la cornisa. Lógicamente, hubo situaciones que siento que no tendrían que haber tenido lugar, pero en el vivo es muy difícil de dar marcha atrás. El primero que se da cuenta de si se le fue la chaveta es uno. A mí me ha pasado de decir “tal vez con esta persona tendría que haber preguntado A, B, C y D, pero F ya no”, hice una moña de más.

¿Te parece que hace falta más periodismo en televisión?

Sin dudas. Tenemos periodismo, a través de los informativos y en TV Ciudad, que tiene cosas periodísticas muy interesantes. Me parece que desde Zona urbana, desde los 2000 en adelante, el público uruguayo identifica el periodismo en gran medida con periodismo de investigación, de denuncia, pero hay muchas formas de hacer periodismo, incluso el de investigación. Me gustaría ver mucho más periodismo, tener más programas específicos en canales abiertos, por fuera de los períodos electorales. Pero hay una cuestión de costos. Volvemos al punto de cuál es el ideal y qué es lo posible.

¿Te considerás feminista?

Sí. Entiendo el feminismo como la necesidad y la urgencia que tenemos las mujeres de llegar a un lugar de equidad con los hombres, en nuestro ámbito laboral y en nuestras tareas de la casa, básicamente en las dos órbitas: en lo profesional y en nuestra vida cotidiana.

Foto del artículo 'Patricia Madrid: “A las mujeres nos falta actuar más corporativamente, como pasa con los hombres”'

Foto: Alessandro Maradei

¿En los medios sentiste algún trato diferente por ser mujer? Por ejemplo, en la televisión hay una presión para las mujeres relativa a su imagen que no suele recaer sobre los varones.

Sin duda. Porque la sociedad sigue siendo machista: le pide a una mujer que se tiña el pelo y a un hombre que se deje las canas, el hombre con canas está fantástico y la mujer se carga cinco años. Entonces, cargás con esa mirada ajena. Estoy en un momento de mi vida en el que me importa tan poco lo que opinen de mí... salvo un selectísimo grupo a mi alrededor, que sí me importa lo que opine, el resto no me interesa. No dejo de reconocer que el peso de esa mirada está, pero intento, en la medida de lo posible, que me vaya por el costado, salvo que sea algo muy grotesco. Yo salgo de mi casa en pijama para hacer las compras en el almacén de abajo. Pero sería muy injusto si me pongo en la posición de decir que porque yo no lo siento a otras no les pasa; obvio, a otras les pasa porque muchas veces ese peso del otro te afecta en tu seguridad como mujer, como profesional.

¿Y cómo se cambia?

No podés cambiar culturalmente de forma inmediata cómo piensan millones de personas en este país y en el mundo, pero hay cosas muy concretas que entiendo que se pueden y se deberían cambiar, porque la toma de decisión depende de unos pocos: poder crecer profesionalmente sin que ese crecimiento sea penalizado o castigado. Que una mujer que llega –en periodismo o en cualquier otro ámbito– a un lugar de toma de decisión en una empresa no penalice a otra mujer por haberse tomado tres meses de licencia maternal y la ponga a picar piedra, sino que siga conservando la misma tarea, su misma remuneración y sus mismas posibilidades de desarrollo profesional.
Hoy en día hay mujeres de 30 años para arriba, que son de mi generación –yo tengo 39–, que vieron truncados sus desarrollos profesionales por la maternidad. Su desarrollo profesional se posterga, capaz que no para siempre, pero sí por cinco años, y esos cinco años, después, cuando te volvés a meter en el mercado, te liquidan, porque cambió el juego; y a ningún hombre le pasa eso. Entonces, cada vez más deberíamos llegar a los lugares de toma de decisión para poder hacer hombro con hombro con otras. Siento que a las mujeres, en un montón de aspectos, nos falta –hemos evolucionado, no quiero se injusta– actuar más corporativamente, como pasa con los hombres. La mujer, lamentablemente, sigue compitiendo con la mujer. En vez de valorar a quien tiene al lado y potenciarse mutuamente, la ve como una rival. Creo que así no avanzamos, y los hombres no suelen tener esa lógica.

Trabajaste en los tres tipos de medios periodísticos. ¿Qué te dejó cada uno?

A mí me gusta el periodismo. Lógicamente que la radio hoy en día es el medio en donde disfruto más de hacer el oficio, porque es un mundo maravilloso no sólo por el vivo diario sino también porque te da ese vínculo con los oyentes, esa comunidad y relación a lo largo del tiempo. El diario como formación me dio absolutamente todo. La lógica del diario, cuando yo trabajaba, me consumía –por como soy yo– 12 o 14 horas por día; fue una etapa de mi vida en la que lo quería hacer y la pasé genial. Pero hoy estoy en otra e insertarme en esa lógica nuevamente –aunque las cosas hoy en día son muy distintas en las redacciones– no sé si sería compatible con mi desarrollo personal, que para mí hoy es muy importante. Y la televisión es la masividad. Cuando en Polémica... relaté mi historia de adopción, fueron decenas y decenas los mensajes de personas que me escribieron contándome sus historias de adopción, de cómo muchas veces no habían podido hablarlo y se sintieron identificadas. Porque no solamente me escucharon, también me vieron.