Marcel Sawchik es un teatrista con una personalidad estética muy particular. Formado como actor en la Escuela de Acción Teatral Alambique en la década de 1990, dio su primeros pasos como dramaturgo y director ya entrado el siglo XXI, con espectáculos como El último estertor (2006), El maestro del sueño (2007) y 10 estaciones y un día (2008, basada en textos de Adrián Rodríguez y Ximena Granero). Desde aquellos primeros trabajos se comprendió que estábamos ante un creador que empleaba recursos provenientes del cine y del cómic, con una particular fascinación por los ambientes oníricos, donde no siempre queda claramente delimitado lo “real” y lo “alucinado”.

Los universos que monta Sawchik se vertebran desde diferentes lenguajes que, sin romper la unidad, desafían al espectador, que los ve como atravesados por cristales diversos cuyas tonalidades tiñen escenas que pueden transitar desde un naturalismo descarnado y violento hasta un expresionismo más espectral. Algunos trabajos recientes, como Neso (2019) o El despojo (2022), también exploran esa zona pulsional arquetípica desde la que surgen leyendas rurales o urbanas pautadas por algún hecho inconfesado.

Extrema, estrenada a comienzos de marzo en La Gringa, se inserta en esa estética. La obra tiene como disparador la historia de Aníbal Lavandeira, un amigo de Sawchik corredor de ultramaratones que en 2021 logró finalizar los 700 kilómetros de la Swamp Fox Ultra, una de las competencias más extremas, que atraviesa un bosque de Carolina del Sur, Estados Unidos. Las razones que llevan a una persona a realizar ese tipo de hazañas motivaron al dramaturgo a trabajar sobre ese universo, que se incluyó en un trabajo de egreso del Instituto de Actuación de Montevideo titulado 742 km, de 2022. Ese germen se amplió hacia el trasfondo mítico del bosque y sus posibles habitantes.

Extrema se centra en la historia de Isabelle (Adriana Ardoguein), una corredora que participa en una ultramaratón y que tiene como único objetivo llegar a la meta, intentando alejar cualquier debilidad para transformarse en “una roca por dentro”, que sólo corre “un paso tras otro”. Durante el trayecto se topará con Martín (Franco Rilla), a quien confunde con un corredor. Ya la carrera propone otros alcances, si la pensamos como un ámbito en el que los débiles no tienen cabida y van quedando atrás, pero además el clima se enrarece, personajes monstruosos comienzan a tomar forma y cuesta encontrar el hilo que una las historias. En ese trenzado de narraciones se suceden corredores, personajes deformes, mulas que atraviesan el bosque-frontera para transportar droga, tragedias familiares y marginalidad social, sin solución de continuidad.

Pero si las historias aparentemente inconexas de cada escena se van anudando en un mismo espectáculo, el tratamiento estético de cada relato también es un puzle. El crudo naturalismo de un triángulo familiar trágico integrado por Rilla, Nicolás Suárez y Ruth Camargo se convierte en un alucinado trabajo expresionista en las escenas ubicadas de contexto mítico. El audiovisual juega con “documentar” la historia de Isabelle y su carrera, mientras los cómics de Sebastián Vélez narran desde otro de los lenguajes que interesan a Sawchik. El entretejido de historias se traduce en un entretejido de formas de contar que va estrechando las diferencias entre “forma” y “contenido”.

La tensión entre los personajes y la violencia inmanente que parece brotar de las situaciones sin terminar de explotar atraviesan el espectáculo. Para esto es clave un diseño escenográfico y de iluminación que sugiere, de forma a veces abstracta, a veces más realista, diversos espacios que resultan amenazantes para los personajes. Elementos menores como una botella de agua o un cuchillo se convierten en potenciales causas de disputas que elenco y dirección administran con habilidad para que el nerviosismo y el miedo acechen. Las actuaciones están a la altura del espectáculo, pero en particular Rilla y Suárez exhiben una agresividad clave para conseguir la verosimilitud.

“¿Por qué corremos?”, se preguntan algunos personajes, y el cuestionamiento trasciende ampliamente el contexto de una maratón extrema. Finalmente estamos ante un nuevo capítulo del trabajo de un creador original e inclasificable, que juega a difuminar los límites de la percepción bajo la premisa “Si la ilusión puede lastimarte... ¿cuál es la diferencia entre la realidad y la ilusión?”.

Extrema, los viernes a las 20.30 y sábados a las 20.00 en La Gringa (18 de Julio 1236). Entradas: $ 550 en Redtickets y 2x1 para Comunidad la diaria.