Ganaron el premio Florencio a Mejor espectáculo teatral de escena alternativa y, al comienzo de la que será su segunda temporada, ya agotaron las localidades para marzo. Es que apenas entran 16 espectadores por función en la casa colonial donde funciona La Madriguera. Por eso es escaso el público que hasta ahora logró sumergirse en esa experiencia sensorial que constituye Sueño de la procesión de sus muertos.
Animalismo, un equipo joven que se identifica con el teatro físico, es una agrupación previa a La Madriguera, si bien el espacio cultural donde están instalados ahora es manejado por una pareja que integra la obra, los actores Micaela Larroca y Tomás de Urquiza.
Antes sus montajes se presentaron en sitios como Tractatus. “No hemos tenido nuestro propio espacio, somos medio gitanos en ese sentido”, dice Santiago Lans, uno de los directores del espectáculo que acaba de volver a la cartelera teatral. Pero esta obra en concreto es, tomando una expresión de las artes plásticas, site specific, es decir, indisociable del espacio en donde fue creada. “La hicimos ahí y para ahí. No es posible hacerla en un teatro. Perdería muchísimo del juego que tiene”, reconoce Lans. Un debate recurrente en el equipo es si sería factible llevarla a un festival, por ejemplo: “Para moverla, tendríamos que hacer una temporada bastante larga para que tengan sentido los meses de preparación que lleva acondicionar una casa”.
Fantasmas recurrentes
El germen de esta propuesta onírica de “más allá” arranca en 2017 en Estados Unidos y continúa alimentándose del pasaje de los Animalismo por Canadá e Islandia. “Sucede que me fui a laburar con una compañía un par de años”, recuerda Lans, que viajó becado a Ashfield, para trabajar con Double Edge Theater, bajo la dirección de Stacy Klein (discípula de Eugenio Barba y Rena Mirecka).
“Yo ya venía con una idea dando vueltas en la cabeza, por un sueño que había tenido hace mil años. Me quedó grabado, un día se me ocurrió escribir un poemita y les dije a los chiquilines de hacer algo; una excusa. Me fui a Canadá y ahí fueron con la obra que teníamos en el momento, que se llamaba Habbuk. Cuando estábamos en eso, para no perder entrenamiento, ya empezamos a jugar. Después nos fuimos a Islandia, a una residencia, donde le dimos el tiempo a eso”, recuerda.
La imagen original consistía en un montón de personas que correteaban por la playa. “Viste que en los sueños uno sabe cosas que no sabe por qué sabe, y por algún motivo, yo sabía que esa gente en realidad estaba muerta. Esto era un especie de espectáculo: miraba alrededor y había gente que también estaba mirando, cual voyeur, como yo, esa situación. En realidad, no tenía que ver con mis muertos personales; fue un punto de partida, se fue transformando”.
Lo que quedó de aquel poema fue el título, que reúne los tres conceptos básicos que siguen manejando, ordenados en el pasaje por tres zonas de la pieza o performance, desde la reducida platea instalada en un patio techado con aljibe hasta una suerte de inframundo, definido por la tierra y los escombros.
El teatro antropológico tiene un peso evidente: “La corriente barbiana es algo que nos ha atravesado muchísimo siempre”, reconoce Lans, incluso, de un modo fetichista, por medio de elementos que operan como mojones de la historia. “Nosotros trabajamos orgánicamente con diseño en el proceso; no es que vamos generando escenas y situaciones y después se visten. Por eso los objetos, el vestuario y una forma de iluminarnos, va apareciendo desde el principio y vamos creando a través de eso. Entonces, sí, se transforman en una cosa sumamente importante los objetos simbólicos que anclan ciertas ideas y sensibilidades”.
Velas, agua, tierra y un reloj –como el del conejo de Alicia en el país de las maravillas– condicionan la rutina y los desplazamientos del cuarteto de intérpretes. “La sensibilidad de Lewis Carroll en general es algo que nos gusta mucho, y cuando pasa eso, es imposible que no aparezca sin querer”, apunta Lans, que habla de “una búsqueda muy placentera”. Los arquetipos, las cartas de tarot y la influencia de Jorge Martínez, el codirector o guía (denominación que prefieren), que es terapeuta gestalt, junto con el análisis de los sueños, inspiraron el montaje. Los mundos distorsionados del cine fueron otro insumo, tomado de películas como Eterno resplandor de una mente sin recuerdos y de los cortos surrealistas en stop motion del creador checo Jan Švankmajer.
Un plus de existencia
Desde la cercanía al punto de inmersión en el espacio escénico que plantea el espectáculo, los actores ejecutan destrezas físicas y practican mínimos cuadros coreográficos en los que semejan autómatas de un juguete antiguo. Llegar a esos estados fue un proceso de tres años. Por eso Lans asegura que lo que pueda verse riesgoso ya “está sumamente dominado”, lo mismo que “la sutileza de la vorágine” en esa obligada intimidad con el espectador. El entrenamiento, igualmente, es una constante del ensamble, como les gusta llamarse. “Creo que la exigencia física y emocional es lo más intenso. Es una obra bastante desgastante para el equipo de actuación. Terminan liquidados después de cada pasada. Pero dejó de ser riesgoso hace muchísimo, cuando entendieron la mecánica”, dice Lans.
Parte de esa estética rescatada de generaciones pasadas, de bisabuelos, o de más atrás aún, conjugada con un escenario alternativo, los emparenta con compañías como las que arrió en distintos momentos Roberto Suárez. El lazo artístico es consciente para la gente de Animalismo: “Sin dudas que el trabajo de él nos ha marcado. Es un ejemplo, en muchos casos, y es innegable que dentro del teatro uruguayo es una ficha única e importante. Es imposible no dejarse influenciar, más cuando estás estudiando y creciendo, que vimos Bienvenido a casa. Son cosas que inevitablemente te dejan un bichito”.
La compañía cruza a un equipo formado en la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático (EMAD), la Escuela Universitaria de Música (EUM) y El Galpón. Esto es, son producto de instituciones centrales para la comunidad artística que, por la naturaleza de lo que hacen, llaman la atención desde espacios periféricos ineludibles. Lans encuentra las palabras para explicar el estilo que transitan: “Dentro de todo lo que es el teatro, son estas calles las que me gusta tomar”.
“Los muertos piden que los ayudemos a acompañarnos; hay actos que realizar, respuestas que dar a esa petición. Responder no sólo consuma la existencia del muerto, sino que le autoriza a modificar la vida de los que responden”, escribe en A la salud de los muertos la filósofa belga Vinciane Despret. En Sueño de la procesión de sus muertos “la gente se habilita a estar en un lugar sensible”, confirma Lans, lo que hace de cada función una comunión, con un público llevado literalmente de la mano por un elenco con el que termina brindando y, en no pocas ocasiones, mostrando su conmoción.
Sueño de la procesión de sus muertos, los sábados a las 21.00 y domingos a las 20.00 en La Madriguera Cultural (Sarandí 241). Entradas: $ 600 y 2x1 para Comunidad la diaria. Reservas al 098 119 789.