El guionista y director John Ridley (Oscar a mejor guion adaptado por 12 años de esclavitud) y Regina King (Oscar a mejor actriz de reparto por If Beale Street Could Talk) unen su enorme talento en Shirley, una película biográfica sobre la icónica Shirley Chisholm, la primera mujer negra elegida, en 1968, para el Congreso de Estados Unidos. En una época en la que de los 435 representantes, sólo 11 eran mujeres, Chisholm también se convirtió en la primera candidata negra para la nominación presidencial del Partido Demócrata. Hija de inmigrantes de Barbados y Guayana, fue además elegida en 1982 para el National Women’s Hall of Fame y, en 2015, Barack Obama le concedió de manera póstuma la Medalla Presidencial de la Libertad, el más alto honor civil del país.

Vinculada a Rustin (biopic sobre el activista negro Bayard Rustin) por su abordaje de historias de figuras afroamericanas infravaloradas, Shirley es una brillante pieza que sigue la quijotesca y admirable campaña de 1972, en la que esta mujer negra disputó la precandidatura a candidatos blancos, machistas y segregacionistas, como George McGovern (quien ganaría la nominación pero perdería luego con Richard Nixon) y George Wallace. Muestra la carrera política y lucha social de una maestra de escuela de Brooklyn que rompió el techo de cristal y permaneció en su banca de diputada durante siete mandatos, hasta 1983, sacudiendo al establishment de la época y transformándose en un personaje imprescindible de la historia femenina reciente.

Shirley ahonda, con sencillez y emoción, el duro camino hacia la presidencia en un mundo convulsionado y cómo esta mujer determinada, terca, confrontativa y segura de sus convicciones tuvo que sobreponerse al racismo y el sexismo, en particular de parte de hombres negros y mujeres blancas, dos grupos a los que ella había dedicado su trabajo. Mediante flashbacks e imágenes de archivo, la película narra sus inicios, su empática llegada a la ciudadanía, sus ideas vanguardistas (estaba a favor del aborto legal, por ejemplo), su postura ante las grandes cadenas de noticias y su persistencia en un mundo blanco y masculino. El miedo y la impotencia de la violencia racial son retratados en paralelo a la resistencia que generaba una figura femenina fuerte e inteligente.

“¿Por qué no?” era el desafío constante de Chrisholm, aun cuando sabía que sus posibilidades de ganar eran ínfimas. Su retórica francamente cautivadora acercaba a quienes se habían cansado de los gobiernos ejercidos por magnates blancos. Su candidatura no fue sólo un acto de fe, sino inversión, si tomamos en cuenta el lugar que reclamarían aquellos que se sentían excluidos del sistema. Podían y lo lograrían; ella mostró el camino y tenía razón.

La recreación de la época, la cinematografía y la banda sonora son técnicamente perfectas, y los diálogos rápidos reflejan la impronta contestataria de Shirley (verla hacer callar a congresistas racistas es realmente un placer). Regina King ya ha demostrado ser una de las grandes actrices de Hollywood, y aquí transmite una apasionada irreverencia que supera la mera imitación para encarnar el espíritu, la valentía y la fuerza de Chisholm.

Shirley. 118 minutos. En Netflix.