Es de lo más normal que Fernando Cabrera comparta escenario con este músico o aquel, pero es raro que una banda entera se suba al escenario con él para repasar su repertorio, y es más extraño aún cuando se trata de canciones que hace mucho tiempo que no interpreta en vivo. Este sábado la sala Zitarrosa será testigo de la suma de fuerzas entre Bolsa de Naylon en la Rama de un Árbol y Cabrera.

Esta junta no fue de casualidad ni de un día para el otro, ya que desde hace un par de años el músico Diego Cotelo, líder de la banda, es el novel compinche de Cabrera cuando el cantautor se sube al escenario, dándoles nuevos bríos a varias de sus legendarias canciones gracias a sus aptitudes como multiinstrumentista. Además, todos los integrantes del grupo son seguidores de la obra del cantautor y, de hecho, en 2021 Bolsa... grabó una versión de la canción “Bandera amarilla”, de Cabrera, con el mismísimo músico como invitado, y en el último disco del grupo, Todo (2023), lo invitaron otra vez para que cantara en una de las canciones originales.

Dado que son seguidores de su obra, el repertorio de Cabrera de la noche del sábado fue elegido íntegramente por los integrantes de Bolsa..., y el cantautor subraya que le encantó no tener que encargarse de la lista de temas: “Hay que saber dejar correr cuando alguien tiene una iniciativa seria. ¿Para qué voy a andar metiéndome? Sí, hacé lo que vos quieras, yo me adapto”.

La mayoría de los músicos de la banda tienen a Viveza (2002) como su disco favorito de Cabrera, por lo tanto, varias de las canciones que lo integran sonarán este sábado. Muchas de ellas hace tiempo que no ven la luz en vivo, desde “Querido amigo”, la que abre el álbum, pasando por “Los Eduardos”, “Un par”, hasta “Lisa se casó” y más. También “Décimas de prueba”, otra de las tantas canciones en las que Cabrera estampó su obsesión con el tiempo, que a su parecer “va de remiendo en remiendo, / es un hilo que corriendo / quiere arrimarse al futuro, / donde esperando en un muro / el pasado está riendo”.

Hablando del entrevero del tiempo, el toque del sábado fue un éxito antes de empezar, porque hace varios días que las entradas se agotaron, pero los músicos no descartan repetir la experiencia. De todos modos, el evento de este sábado se va a grabar y hay chances de que pueda ser editado luego como disco en vivo. “Depende de si nos gusta”, acota Cotelo, y desliza su pesimista teoría de que “el toque que se registra está destinado a no ser tan bueno como el que no se registra”. “Olvidate, sacátelo de la cabeza”, le retruca Cabrera, en este ida y vuelta entre ambos músicos y la diaria.

¿Qué encontraste al juntarte con Bolsa de Naylon en la Rama de un Árbol? Noto que se dio una simbiosis entre todos.

Cabrera: Encontré una gran comodidad para poder hacer cosas en vivo que habitualmente no puedo hacer. Puedo, pero muy transfiguradas, y como es una banda muy completa, con muchos integrantes, timbres e instrumentos, y con excelentes músicos, me da la satisfacción de poder montar en vivo canciones que nunca hago, porque llevan mucha cosa. Aparte, las hacen de una manera súper respetuosa, con los arreglos originales y algunas variantes. Por eso te decía la palabra comodidad, porque es como entrar en el disco de vuelta: abro la boca y ya está, canto arriba de eso, ni siquiera me tuve que preocupar por chequear o fiscalizar los arreglos. Ellos hicieron todo.

Imagino que eso se debe a que a ustedes les gusta la música de Cabrera.

Cotelo: Sí, todos y todas en Bolsa... somos muy escuchas de Cabrera, de toda la vida, y eso hizo de todo este proceso algo muy fácil. Los arreglos están basados fuertemente en los originales, a lo sumo hay una redistribución de los instrumentos, un cambio en los planos o un refuerzo de ciertas ideas. Todos los integrantes de la banda trataron con materiales que conocen porque los escucharon toda la vida. Eso para aprender un repertorio agiliza muchísimo. Entonces, todo se hizo con mucho entusiasmo y facilidad.

Cabrera: Para mí fue una linda sorpresa que me llevé al principio, cuando los conocí, que todos eran bastante conocedores y seguidores de mis discos antiguos. Me dio una gran satisfacción porque de más está decir que pertenecen a una generación diferente a la mía, son de alrededor de 30 años.

Cotelo: Sí, varios tenemos padres y madres de la edad de Fernando.

Cabrera: Es un dato que no me agrada para nada que lo haya dicho, pero es la verdad, no se puede negar. Me parece muy antipático de parte de él, pero ta...

Más allá de la broma, eso demuestra que tu música trasciende las épocas y las generaciones.

Cabrera: Sí, para mí es emocionante que nuevas generaciones de músicos, como ellos, tan especialistas y delicados, estén atentos a lo que hice y a cosas actuales, porque también hacemos canciones de mi último disco [Simple, de 2021].

La banda mayormente hace música instrumental, pero en el último disco, Todo, tienen partes con voz y letra; de hecho, Cabrera es uno de los invitados, canta en “Siempre que viene mañana”.

Cotelo: Sí, Bolsa... empezó como una banda solamente instrumental, en la que por gusto se me daba por cantar un tango de Gardel o meter algún arreglo de una canción folclórica. Y fue pasando cada vez más: de ser un tema en todo un repertorio, a ser como la mitad, o que también haya temas que son instrumentales en su mayoría pero que tienen un estribillo en el minuto cinco, una cosa descolgada que de ninguna manera puede percibirse como una canción. Pero en la estética de Bolsa... se usa mucho abrir ventanas y pestañas, y de repente en una de ellas hay un pedazo de una canción totalmente incompleto, falto de contexto, de trabajo y de desarrollo, casi como la consecuencia de un déficit atencional, pero aparece ahí. Todos los integrantes trabajamos en otras cosas en el mundo de la canción o escuchamos muchísimo del mundo de la canción, entonces, como individuos pero también cada vez más como grupo, vamos gravitando más hacia ese lugar, en donde las pretensiones instrumentales y arreglísticas se van calmando y empieza a haber más ganas de dejarle espacio a una voz, a una letra y a una melodía, para lo cual este proyecto [con Cabrera] nos viene al pelo.

En agosto de 2023 hiciste una presentación en La Trastienda con Cotelo, en la que te mandaste el repertorio más alternativo de tu carrera hasta ese momento, con muchas canciones de tu primera etapa, sobre todo de las bandas Baldío y MonTRESvideo. ¿Por qué se te dio por repasar tus canciones más viejas?

Cabrera: Me di cuenta –y hasta ahora quizás no lo veía de esta manera– que cuento con un repertorio unitario. Generalmente un autor está permanentemente obsesionado con lo nuevo; porque, entre otras cosas, hay un tema, que no sé si es de la personalidad, de querer demostrar que seguís en actividad, gritarle al mundo que no se te cortó la canilla. Eso me pasó toda la vida, desde que estoy haciendo canciones y grabándolas, desde 1978. Pero recientemente llegué a la conclusión de que tengo un repertorio de 300 canciones, la gran mayoría son vigentes y se pueden hacer. Entonces, ¿por qué no hacerlas? Con otra mirada, otra forma de cantar y de tocar, por supuesto. Me pregunté qué pasaría, porque para mucha gente esta canción va a ser nueva aunque tenga 45 o 30 años. Entonces, estaba el desafío de mostrarla para ver qué pasaba, si la tomaban como algo nuevo o la rechazaban porque les parecía caduca o con un lenguaje perimido, pero me llevé la satisfacción de que funcionan lo más bien. Él [Cotelo] me ayudó en eso, a renovar el repertorio.

En ese toque en La Trastienda tocaron “Estás acabado, Joe”, pero una versión totalmente distinta de la original de Baldío, de 1983. Parecía otra canción.

Cabrera: Lógico, la original era bien pop y con el excelente arreglo de vientos tipo Beatles que hizo [Andrés] Recagno, tocado por Gastón Contenti. Eso hoy no se puede hacer en vivo –la trompeta–, entonces, hicimos una adaptación a dos guitarras y funcionó.

Capaz que hay gente que no sabe que en esa canción te referís a la dictadura.

Cabrera: A las dictaduras, pero hay cosas que son universales. Cuando hablás de algo que te oprime y que necesitás juntarte con el resto de tus compatriotas para sacártelo de encima, son valores universales, de cualquier época: la lucha contra algo que te pone la bota encima, no importa que sea esta dictadura, la otra o el Imperio Romano.

Fernando Cabrera y Diego Cotelo.

Fernando Cabrera y Diego Cotelo.

Foto: Alessandro Maradei

¿Cómo fue para los integrantes de Bolsa..., que escuchan la música de Cabrera desde siempre, terminar tocando con él? ¿No les dio cosita?

Cotelo: Fue intimidante. La única diferencia entre los demás y yo fue en cuanto al tiempo. A mí me había pasado cuando empecé [a tocar con Cabrera] hace unos años, entonces, en ese sentido me sentía un poco más en casa, todos los demás al principio estaban...

Cabrera: Porque yo intimido mucho, ¿viste? Mal carácter, mala onda, todo...

Cotelo: Después, por suerte, con los ensayos se ablandó todo. Pero todos estaban viviendo eso que a mí también me pasó y que siempre es una rareza: siento que cuando escuchás mucho a alguien tenés una relación con esa persona, que no es personal, justamente, sino artística. En ese sentido, tengo una gran relación con Axl Rose, pero nunca lo vi en mi vida. Después, cuando conocés a esa persona, se da un inevitable no encuentro, porque “conocés” a esa persona desde hace muchos años pero nunca te vio en su vida. A mí me pasó de conocer a músicos que me gustan mucho después de un toque, ir a saludarlos y decir “pa, capaz que era mejor si no lo saludaba”.

Cabrera: Suele suceder.

Cotelo: No necesariamente porque haya pasado algo malo, sino por ese desencuentro de sentir que lo conozco de toda mi vida y el otro me mira con cara de “¿y vos quién sos?”, que te hace una mella en la conciencia. Desde un par de esos, en general no voy a saludar a nadie después de los conciertos, me quedo con mi vínculo personal y la dejo por ahí.

Pero con Cabrera no te pasó eso.

Cotelo: Por suerte, no. Estamos acá dos años después, sentados en la misma mesa, pudiendo coexistir. Pero sí, obviamente, traducimos esa relación que cada uno tenía de toda su vida. Muchos escuchaban la música de Cabrera en la casa de sus padres, siguieron escuchando toda su vida y de repente estaba a cinco metros tocando un tema. Incluso, tuvimos unos primeros ensayos con la grabación de la voz de él, fue un paso intermedio como para ablandar. Entonces, ya ahí hubo un punto rarísimo en el que estaba su voz pero no estaba su cuerpo.

Cabrera: Son muy tecnológicos ellos. Hace años que vengo intentando acercarme y respetando a aquellos que manejan la tecnología al día, no como yo, que siempre estoy 15 años atrás, más o menos. Entonces, trabajar con ellos para mí es un avance grande de familiarización con eso; me pasa lo mismo con Martín Buscaglia. Yo nunca di el paso: hace 20 o 25 años, cuando empezó la movida de que todo el mundo tenía cosas en su casa, micrófonos para la computadora, para grabar, me quedé con la idea, que sigo manteniendo –pero la vida avanzó más rápido– de que si vas a grabar un disco es bueno que te lo grabe un técnico de sonido en un estudio de grabación. Por algo el tipo estudió, grabó 40.000 discos antes que el tuyo y el estudio está acondicionado; entonces, nunca se me dio por adquirir una computadora, un micrófono, etcétera.

¿Ni siquiera para maquetar canciones?

Cabrera: Ni para maquetar; ahora lo hago con el celular, antes lo hacía con un grabadorcito de periodista. No soy muy tecnológico, no sólo en el pleno del audio sino en ninguno, tengo una especie de distancia cognitiva.

Este año se cumplen cuatro décadas de la publicación de tu primer disco solista, El viento en la cara. ¿En aquel momento pensaste que podía ser el primero y el último?

Cabrera: No, pensaba que ya había entrado en un camino, y la realidad me lo confirmó. Desde que empecé, muy joven, incluso antes de hacerlo públicamente, ya con 17 años tenía la sospecha bastante clara de que tenía algo para hacer en la canción, confiaba en mis materiales, en mis ideas: “Lo que está en mi cabeza no se parece a todo lo demás. Entonces, voy a tratar de hacerlo”. Y desde que empecé noté que había una respuesta, que la gente me apoyaba, no solamente el público sino también productores, periodistas y colegas. Eso multiplicó mis ganas o mis certezas de hacer algo.

O sea, desde el inicio ya tenías el ego y la autoestima del artista.

Cabrera: No, no es ego; al contrario, tengo la autoestima muy baja, soy muy autocrítico, nunca me creí nada; cosa que, de hecho, creo que perjudicó de algún modo mi carrera, no tener un ego disparado, hasta el día de hoy. Pero es diferente a tener la convicción de que lo que podés construir está bien; son cosas distintas. Yo no tengo ego, no soy vanidoso y nunca me ayudé a mí mismo a promocionarme y mostrarme; lamentablemente, nunca tuve esa característica, porque la gran mayoría de los artistas que triunfan tienen eso, un bruto ego: su capacidad musical sumada a todo ese otro campo, saber venderse… Yo nunca lo supe y nunca lo hice. Pero sí tenía una convicción –espero que no se entienda como algo vanidoso– de que tenía algo para hacer en la canción, y lo sigo creyendo. Quedó demostrado con el diario del martes.

Grabaste una canción nueva, que estás por publicar en plataformas digitales. ¿De qué trata?

Cabrera: Es una canción que se llama “Felipe Plef”, juega con el nombre y el seudónimo de Felipe Cabral, un grafitero muy joven que fue asesinado hace cinco años, allá en la rambla de Punta Gorda, en una casa abandonada. Él había dibujado un grafiti en una casa en la que no vivía nadie, las ventanas estaban tapiadas, y al día siguiente volvió en su bicicleta para sacar una foto y tener un registro, se sentó en el murito y le dieron un balazo en la cabeza desde la casa de al lado. Nunca se investigó lo suficiente. En la casa de al lado vivía un veterano de muy mala prensa y de muy mala relación con el resto del barrio, que tenía armas, el hijo de esta persona mayor era un militar que también estaba presente; el arma desapareció, la investigación se trancó y nunca se supo nada. Luego, el sospechoso del asesinato murió. Y este muchacho era un angelito, hijo de Chichito Cabral_, querido amigo. Fue tan indignante toda esa situación que me motivó, un tiempito después, a hacer esta canción. La indignación y el dolor de una injusticia tan grande, que no en vano también tiene cierto cruzamiento con la política, con cierta cosa en el aire que empezó a haber en esa época y sigue hasta el día de hoy, de la justicia por mano propia, del gatillo fácil, de la mano dura, todos esos eslóganes que provenían desde la política, claramente.

¿Por qué a la banda le pusiste “Bolsa de Naylon en la Rama de un Árbol”?

Cotelo: Lo hice a raíz de un enojo adolescente: en una playa de Chile encontré mucha basura, quería limpiarla y no podía porque no me daban las manos, y volví frustrado a donde estaba. Pero es raro, porque surgió como algo medio de adolescente ambientalista y rápidamente se tradujo a encontrar belleza estética en el cruce entre el desecho humano y la naturaleza; concebirlo como una posibilidad estética, que casi son contrapuestos, porque en una estás horrorizado y en la otra estás maravillado por algo que es medio horrible. En ese camino quedó también la estética de la banda: se nutre mucho de esas posibilidades, de la naturaleza y lo humano, del folclore y las computadoras.

Cabrera: No lo había visto así, está bueno.