Son las diez de la noche del viernes 12 de abril y acaba de comenzar un nuevo ciclo de Todas las voces en Canal 4. “Quienes pretendan gobernar el país tienen que poder debatir y defender sus ideas frente a la ciudadanía”, dice Viviana Ruggiero, de elegante blanco y negro, al frente de la conducción del programa. La frase es una invitación a la clase política, pero está lejos de ser un eslogan. El tema, junto con su pasión por el periodismo, la entusiasma especialmente y la impulsa a militar por el regreso de una tradición algo abandonada.
En el estudio de televisión la acompañan el crítico Rodolfo Fattoruso, el periodista Tomás Friedmann y Raúl Flaco Castro. La inclusión del murguista en el panel estable podría no ser una absoluta casualidad. Para Ruggiero, el carnaval ha tenido importancia: “A mis padres les gusta mucho, y durante muchos años fueron abonados al Teatro de Verano. Me crie en un barrio muy carnavalero, cerca del club Larre Borges y el club Unión, de donde salían Los Saltimbanquis”, cuenta, y confiesa que fue seguidora de Antimurga BGC, los parodistas Valentinos y la murga Contrafarsa, de la que destaca su espectáculo El loco de la estación y el cuplé Doña Identidad.
“Un día estaba en el Teatro de Verano y le dije a mi madre que soñaba con estar arriba de un escenario”, recuerda. Durante su niñez y adolescencia tomó clases de actuación en Arteatro y salió en el conjunto Bubys Bis, del Carnaval de las Promesas. Ya tenía claro que quería dedicarse a un trabajo “que no fuera igual todos los días”.
Una prueba vocacional la acercó a la carrera de comunicación de la Universidad Católica. En 2008 entró a trabajar en la redacción del diario El País y desde entonces se desempeña como periodista en diferentes medios. Junto con su colega Patricia Madrid publicó el libro Sendic: la carrera del hijo pródigo (Planeta, 2017) y condujo Así nos va, durante seis años y hasta diciembre del año pasado, en Radio Carve.
En 2015 ingresó a Canal 4. Comenzó como periodista de contenidos web y productora del noticiero, y desde enero de 2023 es una de las conductoras del informativo central Telenoche junto con Jaime Clara y Emilio Izaguirre.
¿Cómo te llegó el ofrecimiento para ser una de las conductoras del informativo?
Tuve un ofrecimiento anterior que no acepté. En ese momento sentía que quería construir otro perfil dentro de la televisión. Esta oportunidad fue diferente y me pareció que era el momento adecuado, que ya había dado los pasos necesarios y estaba preparada para asumir la conducción de un informativo diario. Es un lugar de mucha relevancia y al que llegan muy pocos, así que quería estar bien segura.
Ya pasó más de un año. ¿Hoy cómo te sentís en ese lugar?
Muy bien. Creo que Telenoche mejoró mucho en la línea que buscamos, más allá de que todavía hay cosas para ajustar. Lo mejor es que el equipo está unido, concentrado y todos empujamos para el mismo lado.
¿Cuál es esa línea?
En la interna, nos propusimos que el laburo de la mañana tuviera una continuidad en la noche, y mejorar en otras cuestiones de la puesta al aire. Con relación a los contenidos, el objetivo es hacer más periodismo y generar un vínculo de mayor cercanía y calidez con el que está del otro lado.
¿Cuándo sentís que apareció el periodismo para vos?
Pasó mientras trabajaba en El País. Me di cuenta de que conseguir información me provocaba una adrenalina que no conocía y que eso me gustaba, y lo mismo me pasaba a la hora de escribir historias.
Durante un tiempo pensé que el periodismo político no era para mí y que la escritura tampoco, hasta que me convencí de que podía hacerlo bien si le ponía empeño y dedicación.
¿De qué notas te acordás de ese momento?
En El País una de las más importantes fue la de los correos que revelaban la trama detrás de la subasta de los aviones de Pluna, con aquello de “el caballero a la derecha”. Fue una nota que trabajé durante un mes y pico. Me iba al diario a las cinco de la mañana para llamar a un contacto que tenía en España. Otra fue sobre familiares de comerciantes que fueron asesinados; la recuerdo como una nota difícil de encarar. Cuando la terminé, me sentí orgullosa. También hice la cobertura de temporadas de Punta del Este; en ese momento mi trabajo consistía en ir a fiestas y entrevistar a Susana Giménez, por ejemplo.
Hay quienes consideran que ese tipo de coberturas no entran en el campo del periodismo.
Yo creo que el periodismo tiene muchos géneros. También está eso de que el periodismo de investigación se ubica por encima del resto, pero yo soy de la teoría de que cualquier tarea periodística implica algún tipo de investigación, ya sea porque necesitás buscar información, procurarte la nota o estar atento a un dato. Todo enriquece. Como sea, seguramente yo puedo hablar con más propiedad que otros periodistas de cómo funcionan las temporadas en Punta de Este, y esa experiencia aplica para cualquier otra.
Si tenés un rato libre, ¿qué te gusta leer?
Sigo mucho lo que hace Leila Guerriero, después leo diarios y portales locales, hay columnas de El País de Madrid que me gustan mucho, aunque no tengo un modelo, un referente a seguir, digamos. Ahora, y desde hace un tiempo, más que periodismo, estoy leyendo sobre espiritualidad: Brian Weiss, Joe Dispenza, Robin Sharma.
Cuando salió a la venta Sendic: la carrera del hijo pródigo tuviste una exposición importante. ¿Sentiste el impacto o lo viviste con total normalidad?
Sí, sentí el impacto, por varias cosas. Concretar la publicación del libro fue todo un tema, porque implicó mucha dedicación y estrés. En ese momento tenía dos trabajos, más el libro, y no me daba la vida para más nada. Cuando salió al mercado fue como una bomba. Empezó a generar mucha repercusión, y eso, quieras o no, te obliga a estar todo el tiempo en la discusión pública. Si bien en algún momento decidimos con Patricia [Madrid] que el trabajo hablara por sí solo, tuvimos que salir a defenderlo, pero una de las cosas que yo no quería era convertirme en un personaje más de la historia. Hice un trabajo, publiqué un libro y listo. Un abogado salió a decir que el libro tenía fotos de la intimidad de Sendic, cuando no tenía ni una sola foto. Ese tipo de cosas me generaban indignación. Lidiar con esas emociones fue todo un desafío.
Por otro lado, la editorial dio algunos pasos para atrás, no quería hacer una presentación del libro, quería bajarle el perfil, y nosotras dijimos “vamos a presentarlo”, y terminamos organizando el evento, con Tomás Linn y Claudio Paolillo.
¿Cuán amigas son con Patricia?
La conocí en la facultad. Ahí empezó un vínculo de compañeras de estudio y después de amistad, y te diría que en algún punto hasta de hermandad, porque el cariño y el amor trasciende momentos de la vida. Creo que todo el estrés que pasamos con el libro y el tiempo que compartimos en Así nos va le pasaron factura al vínculo de amistad, pero valió la pena, hicimos buenas cosas juntas.
¿Cómo es el vínculo con el público que te ve por televisión?
Es muy difícil evaluar eso. Por lo general, dejando a un lado las redes sociales, la gente se acerca para hacerme comentarios positivos y siempre de manera respetuosa. El periodismo es uno de los lugares que están más auditados por la ciudadanía. Estamos siendo evaluados y juzgados de forma permanente, y está bien que sea así. El público, en definitiva, tiene el poder sobre ti: cambia de canal, no te escucha más o no compra más el diario. Yo me cruzo con mucha gente durante el día, y si se acercan dos, es mucho. El uruguayo es muy tranqui. Me pasa pila que me reconozcan por la voz. En las redes sociales hay de todo, te pueden decir cualquier cosa. Las críticas que vienen con respeto las leo con atención y las respondo. Como siempre, te llevás algún palo gratis.
¿En Telenoche qué percibís, o qué te llega, como las principales preocupaciones de la gente?
En un término amplio, la seguridad sigue ocupando los primeros lugares, y cuando abrís ese concepto aparece la droga y el consumo problemático. También, como cualquier ciudadano, está lo que ves en la calle. Creo que todos conocemos a alguien a quien el consumo le complicó la vida, y detrás de eso hay un problema social muy fuerte que destruye familias y que afecta a distintos estratos sociales.
Después hay otros dos temas que me preocupan mucho, por lo que percibo en el informativo pero también en lo personal: uno es la salud mental, creo que estamos muy complicados con eso. El otro son los abusos sexuales, intrafamiliares, sobre todo. En los últimos dos años, tres o cuatro personas de mi entorno me contaron sus historias y estaban vinculadas a un abuso sexual. Está muy extendido, mucho más de lo que creemos. Quizás hoy nos estamos dando cuenta. No sé si se está hablando más, o denunciando más, pero está claro que es un problema que marca la vida de muchas personas y que habla de cómo estamos como sociedad.
Obviamente hay otras cosas: la educación, el bolsillo de la gente.
Volvió Todas las voces contigo en la conducción. Se notan algunos cambios en el programa.
Lo primero era volver con un espacio para el debate en el horario central de la televisión. Esa es una línea que el canal ha logrado mantener en el tiempo. Después se buscó recuperar el formato original del programa, con un panel y dos invitados. Si pienso en los cambios, el primero fue poner a una mujer de 38 años a conducir un programa de debate político en un año electoral. Me da mucho orgullo porque es algo muy difícil de lograr en este medio. Agradezco mucho la oportunidad del canal y siento una gran responsabilidad de que las cosas salgan bien. Por mí, claro, pero también porque es un granito de arena que puede abrir caminos. Las mujeres tenemos que rendir el triple que los hombres para que nos respeten, por eso creo que puede ser un buen ejemplo para avanzar.
Y después, la idea es que estén representadas todas las visiones, la de derecha, la de izquierda, la de centro.
¿En ese formato queda lugar para el matiz?
Yo creo que todo tiene un matiz. De hecho, estoy convencida de que el blanco y el negro no existen, es todo gris. Creo que hace poco Raúl Castro dijo: “Hoy vine para que me convenzan”. Seguro que hay lugar para el matiz. Después te podrán convencer o no.
¿Qué debate entre políticos te resulta atractivo de cara a las internas y las próximas elecciones nacionales?
Para mí el mejor debate del ciclo electoral pasado fue el de Óscar Andrade y Ernesto Talvi. Fue el primero y se hizo en Canal 4. Los dos se prepararon y mostraron su esencia. Fueron ellos, pusieron argumentos, discutieron, arriesgaron. Estuvieron dispuestos a perder y por eso ganaron los dos. Me gustaría ver a muchos más políticos debatiendo con ese espíritu, pero hay muy pocos dispuestos a correr el riesgo. Los debates de ideas que supo tener el país hoy aparecen como algo muy lejano.
En nuestro imaginario existe una idea de que funcionamos como pueblo chico. ¿Creés que es más difícil que en otros lugares el ejercicio del periodismo?
No creo que sea así. Lo que hace difícil el ejercicio del periodismo es que quienes lo ejercen no tienen tiempo ni recursos para investigar y deben recurrir al multiempleo. Los últimos ejemplos de investigaciones tienen más que ver con periodistas que con medios, y así y todo el periodismo en Uruguay está jugando un rol fundamental. El periodismo le ha dado muchos insumos a la Justicia, a la Jutep [Junta de Transparencia y Ética Pública], que hoy está desaparecida, y a otras instituciones que deberían hacer su trabajo.
Si volvieras a escribir, ¿de qué te gustaría hablar? Me quedé con eso de que te gusta contar historias.
Tengo una idea, aunque no sé si la voy a concretar. Me gustaría escribir sobre la decisión de no ser madre. Hay muchos libros de maternidad, pero muy poco sobre mujeres que toman este otro camino. Yo estoy en un proceso personal en ese sentido, aunque no tengo una decisión tomada, antes de que me lo preguntes.
¿Te considerás una persona cauta?
Puede ser. Depende para qué. Creo que en algunos aspectos soy más kamikaze, aunque mi psicóloga diría lo contrario, porque mis decisiones importantes tienen dos años de análisis. A la vez, tengo muy en cuenta mi intuición y supe elegir caminos que, a priori, cualquiera diría que no me convenían. Digo que soy kamikaze porque busco el desequilibrio.