El presidente de Estados Unidos ha arengado a la población contra una invasión extraterrestre, ha combatido terroristas a golpes de puño en su propio avión y ha sufrido las maquinaciones de Kevin Spacey. Pero entre las mejores ficciones que giran alrededor de la Casa Blanca quizá la más divertida sea una en la que durante las primeras temporadas no se lo ve.

Veep es una creación del escocés Armando Ianucci, quien había jugado con la torpeza de un ministro británico y su grupo de torpes asesores en la tan maravillosa como poco conocida The Thick of It (cuyos DVD compré en internet por una corazonada y valieron cada dólar). Después de una adaptación que no pasó del piloto, le dieron control creativo y se despachó con una comedia que brilló durante siete años y 65 episodios.

El título refiere al cargo de vicepresidente de Estados Unidos, ya que la serie gira alrededor de ella y de (por supuesto) su grupo de torpes asesores. Para el papel protagónico eligieron a Julia Louis-Dreyfus, quien ya había pulverizado la “maldición de Seinfeld” en The New Adventures of Old Christine y acá demuestra que con un guion a su altura se convierte en una verdadera fuerza de la naturaleza.

Su personaje se llama Selina Meyer y la presentación resume su carrera política en menos de diez segundos. Después de perder las elecciones internas de su partido (que nunca se nombra y de verdad no importa), acepta integrar la fórmula con Stuart Hughes, quien gana las elecciones. Hughes es definido por su ausencia, ya que la acción transcurre en las oficinas de la veep, mientras intenta por todos los medios mejorar su imagen mediante la aprobación de leyes y proyectos. Pero rápidamente entenderá que para ello es necesario un juego de lobbies que se asemeja a aquella canción de la chivita que no quería salir de ahí.

Sus ambiciones, que irán creciendo con el correr de las temporadas, tienen un obstáculo muy difícil de superar: la torpeza de aquellas personas que trabajan para ella. El elenco está plagado de personajes tontos, pero la principal característica de la serie es que cada uno de ellos (y son un montón) sufre de una torpeza diferente. Su jefe de prensa es una máquina de cometer errores debido a malentendidos, su jefa de personal está demasiado dedicada a su carrera, su director de comunicaciones está todo el tiempo por irse a otro sitio y el intermediario con la Casa Blanca es incapaz de reconocer sus errores. Aunque eso lo tengan en común todos los personajes.

Y después está Gary, el ayudante personal de Selina, interpretado por un Tony Hale que no se separa mucho del Buster de Arrested Development, pero eso no nos importa. Devoto absoluto de la vicepresidenta, carga sus objetos personales en un bolso especial (el Leviatán) y sería capaz de recibir una bala por ella. Lo único que recibe es un sinfín de humillaciones.

Veep, cuyo guion se iba puliendo mediante improvisaciones actorales previas a la grabación, sabe mucho de humillaciones. Si Malcolm Tucker (Peter Capaldi) en The Thick of It era una ametralladora de insultos que pasaron a la historia, aquí hay una decena de personajes con lenguas karatecas capaces de destruir al que tengan enfrente, o preferentemente en otra habitación en ese momento.

Cada temporada tiene a Selina y los suyos en una etapa diferente de su carrera política, con piezas secundarias que asumen nuevos roles y casi en la totalidad de ellos el resultado es positivo. Jonah, que arranca como intermediario, pasa por una cantidad impresionante de puestos y la serie se arregla para aprovecharlo de igual manera en todos. Otros personajes, como el depresivo jefe de personal de la Casa Blanca o el estratega en jefe con conocimientos absurdos, son adiciones hermosas que se suman en la segunda temporada.

Quizá lo único que disminuya con los episodios sea la sorpresa: sabemos que Selina va a ignorar a su hija y maltratar a su equipo con tal de obtener lo que quiere, que cuando les vaya muy bien habrá una caída y que cuando las cosas estén en contra aparecerá un milagro que los salve. Esas idas y vueltas involucrarán no solamente a aprobaciones legislativas sino a diferentes elecciones en las que Selina correrá las suertes más diversas.

Una serie necesaria (tomando con pinzas el adjetivo, por supuesto), primero por la excelencia en el nivel de actuaciones y guion, y después por la andanada de figuras, empezando por el mismísimo Jerry Seinfeld, que se rasgan las camisas de seda diciendo que hay chistes que no se pueden hacer. Veep, emitida de 2012 a 2019, es un manual de cómo hacer humor con la temática que quieran: tengan en claro quién es el blanco del chiste y, por el amor de Dios, que el chiste sea bueno.

Veep, con Julia Louis-Dreyfus, Tony Hale y un elencazo. Siete temporadas con 65 episodios de alrededor de media hora. En Max.