Aquellos mejor informados podrán decir que la película Golden Kamuy es una nueva adaptación, la primera en acción real, del manga creado por Satoru Noda (guion y dibujo) en 2014 y que prolongó su publicación hasta 2022. Fueron 31 volúmenes de la historia de Saichi Sugimoto, un veterano de la guerra ruso-japonesa de 1904 quien, de regreso en Japón, se involucra en la búsqueda de un mítico tesoro. El manga, muy exitoso, por cierto, tuvo inmediata adaptación a animé en 2018 a cargo de Geno Studio y la última temporada tiene programado su estreno para 2025.

Pero no importa si uno no leyó o vio nada relacionado con Golden Kamuy, porque la adaptación que estrenó Netflix se basta por completo por sí misma. Dirigida por Shigeaki Kubo y con Kento Yamazaki (el protagonista de Alice in Borderland, también en Netflix) como Sugimoto, la historia nos lleva directamente a la Colina 203, una de las más salvajes y sangrientas batallas de la guerra ruso-japonesa. En ella, nuestro protagonista debería haber muerto al menos media docena de veces por las heridas recibidas. No ocurre así y Sugimoto se granjea el apodo de “El Inmortal” y cierto carácter legendario entre las tropas.

De regreso en Japón y en la zona de Hokkaido, Sugimoto se vuelve un buscador de oro y le llamará la atención la leyenda de un tesoro escondido. Su ubicación depende de un mapa repartido en los tatuajes de 24 presos fugados de la cárcel. Nuestro héroe hace rápida alianza con Asirpa (Anna Yamada), una chica anui (una de las tribus originarias de Japón), y juntos deberán correr una carrera demencial por conseguir partes del mapa del tesoro antes que los numerosísimos competidores que van apareciendo en su camino, que incluye a algunos de los presos tatuados, a otros buscadores de tesoro y a una columna entera de desertores del ejército imperial liderados por un sádico teniente.

El espectador desprevenido –como uno– se va a encontrar con una enorme sorpresa, sobre todo si gusta del cine de aventuras, puesto que estamos ante una película tremendamente efectiva, con patas en el cine bélico, en el wéstern y, obviamente, en las historias de búsqueda de tesoros, esas en las que una pista te conduce a otra y saltan peligros a cada paso. Tiene acción a raudales, muchísimo humor (mantiene las salidas de libreto tan propias del manga y funcionan perfecto), está filmada estupendamente, con gran color y fotografía, y utiliza con mucho criterio un CGI más que adecuado para animales y explosiones.

Pero no se queda sólo en lo que pasa, sino que importa mucho a quiénes les pasa. Los personajes –tanto Sugimoto como Asirpa, así como los muchos secundarios y antagonistas que van surgiendo– están muy bien construidos. Incluso el apartado villanos es tan imaginativo que hasta podríamos detectar un homenaje a Dick Tracy y sus estrambóticos enemigos (aquí hay de todo: el que se le escapa líquido cefalorraquídeo por la frente y también el que tiene un ladrillo en vez de parietal).

Para quienes se pregunten “cuánta cosa propone, ¿le alcanzan dos horas para contarlo todo?”, la respuesta es “no”. Golden Kamuy oficia de primera entrega de una apasionante historia que aquí cierra apenas su primera parte. Esto puede desalentar, pero ya está anunciada la serie que continúa –con el mismo elenco y el mismo director– esta historia, a estrenarse en Japón este mismo año.

Golden Kamuy. 129 minutos. En Netflix.