Cuando recibió el encargo, el tecladista, cantante, compositor y director musical Nicolás Sorín había recibido premios y reconocimientos por las bandas sonoras de una decena de películas y por su trabajo como productor y arreglista para artistas como Miguel Bosé, Víctor Manuel y Nilda Fernández, galones de brilloso metal adquiridos luego de dirigir orquestas como la London Session y la de Henry Mancini, y una bolsa de prestigio justamente ganado por sus discos con Octafonic (su proyecto más caprichoso) y sus aportes al supergrupo Fernández 4.

No aceptó de inmediato y dio algunas vueltas. Un reflejo natural ante la convocatoria del baterista Daniel Piazzolla, nieto de Astor Piazzolla (1921-1992), que lo buscó, en el centenario del mítico artista, como el indicado para efectuar el regreso de un octeto electrónico argentino digno de la obra de su abuelo.

El de Piazzolla, integrado por músicos de jazz y rock, permanece tan vigente como desafiante, en los surcos del disco vivo Olimpia 77 (Polydor), grabado en vivo en el teatro parisino aquel año.

Sorín es fanático de Mike Patton y ubica en el mismo estante emocional la música de “Ya no sos igual”, del grupo de punk 2 Minutos, y la de “La consagración de la primavera”, de Ígor Stravinski. Las expresiones de los de Valentín Alsina y la del compositor ruso están lejos de quedarse alojadas en un discurso de apariencia libertaria, y se escuchan con plenitud en su música, donde conviven asombrosa y armoniosamente.

El Astor Piazzolla Octeto electrónico es una muestra del fenómeno, y puede escucharse en disco (disponible en Spotify) y en otros registros en vivo de actuaciones del grupo en Buenos Aires, México y Chile, antes de su llegada a Montevideo.

“Lo primero que hay que tener en cuenta es que su música está realmente bien escrita, tanto en lo orquestal como en lo formal y en su contenido”, cuenta Sorín, en diálogo con la diaria, sobre la música de Piazzolla. “Es imprescindible tocar su música con brío, con fuego. Creo que sería un error tocarlo de una manera tibia”, asegura.

Para comprobar las llamas, alcanza con ver un rato del show del Octeto en una noche del boliche porteño Niceto, pero eso no es lo más novedoso del conjunto y su desempeño en escena. En el diseño de sus reversiones de “Violentango” y “Adiós, Nonino”, las pasiones artísticas de Sorín están acentuadas y resultan perfectamente reconocibles. La orquesta se deja ir hacia el caos y regresa hacia el origen con maestría.

Sobre el groove de la banda, el músico responde: “Cuando agarré el primer tema para reversionar (“Libertango”), caí en una parte en donde me sonó que podía llevarla al sonido de Pantera”, dice apuntando al grupo de heavy metal de origen texano. “Creo que esa decisión funcionó como una llave para jugar con los arreglos y llevarlos hacia cualquier lado”, agrega.

En este octeto, quizá aún más que en el del 77, la libertad es sinónimo de un espacio gigante en el que habitan con comodidad todos los músicos por igual. Sorín lo define como “un grupo extraño” y apunta que “salvo el bandoneón, Nico Enrich, nadie viene del tango”.

Afirma que parte del éxito de este espectáculo tiene que ver con las personalidades fuertes de los músicos y el eclecticismo de la banda, que se completa con Santiago Vázquez en percusión, Rodrigo Gómez en batería, Franco Fontanarrosa en bajo, Noelia Sinkunas en piano, Nana Arguen en guitarra, Marcos Cabezaz en marimba y vibráfono, y Sorín en arreglos y sintetizador.

Para referirse a su forma de encarar la música, Sorín prefiere no utilizar el término “fusión”. “Se me hace muy clínico”, explica y corrige: “Me gusta mezclar estilos, pero de una manera orgánica en donde las fronteras se fundan entre sí. Lo que hago sería más parecido a un licuado”.

Nico Sorín presenta Piazzolla Octeto Electrónico. Sábado a las 21.00 en la sala Zitarrosa (18 de Julio 1012). Entradas desde $ 800 a $ 1.300 en Tickantel. 2x1 con la diaria Beneficios.