“Mi maestro Levón nos decía en clase: ‘Tirso escribió estos textos para ti. ¿Para quién más, si no?’
Y algo de eso me gusta, por la forma en que está formulado. Si nosotros, actores y actrices profesionales de teatro en 2024, no nos apasionamos con Tirso, no nos enamoramos de sus textos, no deseamos con toda el alma contar esta historia, ¿quién lo haría?”, sostiene Chepe Irisity, que se hizo cargo de una pieza del Siglo de Oro y la adaptó para tres actores jóvenes y un músico en escena. Se trata de La venganza de Tamar, que transmite cierto lejano parentesco con Sueño de una noche de verano, de Shakespeare (aunque sin pócimas).
A lo largo de tres jornadas, se desarrollan los siguientes hechos: recién llegados de la guerra, los hijos del rey David se preguntan quién se quedará con el trono, cuando Amón, el primogénito, se enamora de una muchacha en los jardines del palacio. Queda prendado sin verla, escuchándola cantar, para caer pronto en la cuenta de que es su media hermana Tamar. Más adelante, se finge enfermo y pide a su padre, el rey, que Tamar vaya a darle de comer a su habitación y termina violándola. El tercer acto está explicitado en el título.
Chepe Irisity retoma esta historia escrita en 1621 respondiendo a una invitación de Gustavo Zidán. El director de la sala Verdi apuntaba a un montaje con miras a presentarse en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, donde Uruguay dejó en 2022 la mejor impresión con Constante, escrita por Guillermo Calderón y Gabriel Calderón, basada en El príncipe Constante, de Pedro Calderón de la Barca. Vale recordar que Irisity dirigió hace dos años al elenco de la Comedia Nacional en Historia del soldado, de Igor Stravinsky y Charles F Ramuz. Con La venganza de Tamar articula un trabajo colectivo que, como recalca Zidán, toma la posta de un juego escénico renovador similar al que Héctor Manuel Vidal asumiera con La Gatomaquia, de Lope de Vega.
“A mí me interesaba, ya que tenía que ser una obra clásica que fuese en verso. No todas las obras del Siglo de Oro son en verso, y también me gustaba la dificultad de integrarlo en actores jóvenes y hacer una obra en verso, que no es habitual”, apunta el director. “Cuando me llama Gustavo, yo justo estaba trabajando en la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático, en un interinato –estuve dando clases un año y medio, en segundo año, en verso, al año siguiente de que se jubilara Levón–, y elegí La venganza de Tamar porque ya la había trabajado cuando Levón era mi profesor. Entonces, también hice unos fragmentos con los estudiantes. Me interesa porque es un drama de pasiones, humano, no aparecen dioses, no es La vida es sueño, sino algo vincular, entre hermanos”.
Mundo de sensaciones
Aunque ya no tiene a cargo otras generaciones de estudiantes para poder comparar, Irisity igualmente analiza los desafíos del teatro en verso: “Lo que sucede siempre es que al principio hay un miedo a lo desconocido, obviamente, y como un respeto por la forma, por la técnica, que nos es ajeno o lejano, porque primero que nada no estamos acostumbrados a leer teatro. Y no hay tantas obras para leer en verso, y no hay mucha gente que se cope con leer teatro en verso. Pero una vez que se empieza a entender la escena, después aparece un disfrute de integrarlo con la técnica que requiere, la musicalidad propia del verso, sin que suene como un cantito, y todo lo que exige, sea técnica de respiración o corporal, lo que el verso propone desde el mundo de las sensaciones. Hay obras de teatro que están hechas para levantar imágenes con actuación, porque en esa época no había pantallas”.
En cuanto a lo musical, figura “la canción de la fuente, cuando él se enamora de ella”, que mantiene la letra original de Tirso y lleva una música creada por Luis Apotheloz en la EMAD mucho tiempo atrás. “Le pedimos si podíamos usar esa versión, porque nos encanta. Es una canción que dentro de la EMAD la trabajás en Canto con Sara Sabah. Hace 15 años que Luis la compuso y se sigue usando”. Es el mismo tema que vuelve a cantar Tamar, en el momento previo a ser violada, cuando se dirige al cuarto de Amón, y este le dice a su ayudante: “Eliazer, dime algo, canta, si alivia amor el cantar”. Y aunque allí Tirso indica otra canción, Irisity prefirió retomar el motivo, cambiándole el signo o, como señala el director, “para darle un carácter más terrible”.
Finalmente, en la tercera jornada que plantea la trama, la intención era utilizar una pastoral que figura en la pieza base, pero consideraron que era mejor encontrar algo específico para el personaje femenino, en soledad. Así se decidieron por “Malamente”, la canción de Rosalía, como una referencia y un cruce entre lo español y lo contemporáneo.
Rumbo norte
El 19 de julio, el espectáculo tendrá su prueba de fuego al presentarse en el Festival de Almagro, en España. A Irisity le genera “tremenda ilusión” el intercambio inminente y dice que le divierte viajar con este equipo: “Lo que hemos hablado es de las ganas de poder ver otras cosas, de aprender, y también esperar qué nos devuelven –más allá de si les gusta, qué nos dicen sobre el trabajo sobre el verso, sobre la historia–, porque encaramos con muchas ganas esta obra y estamos contentos con el resultado”.
Chepe se llama en realidad José Pedro Irisity, pero ese nombre “no se usa nunca”, dice, “salvo Levón”, y acto seguido aclara que no es un seudónimo ni se trata de veleidades artísticas. “Mis padres casi me ponen Chepe, por un tema del exilio. En la dictadura vivieron en Centroamérica y allá a los José, en vez de Pepe, les dicen Chepe”.
A nivel de actuación, acaba de presentarse en el Festival de Cine Latino de Chicago con la comedia romántica Julio, felices por siempre (Juan Manuel Solé, 2022). Allí tomó contacto con una colombiana, lo que derivó en que ahora tenga una representante que le abre la posibilidad de hacer castings para América Latina.
Mientras surgen ofertas, está ensayando la segunda parte de lo que junto a un grupo de creadores llaman “la trilogía norteamericana” iniciada con Preciosa (o la vida de los caballos), de su autoría. Si la primera sucedía en California, esta vez se inspiran en el clima de Miami, para que el ambiente de playa, pantanos, gente bronceada y grandes cadenas definan un universo.
La venganza de Tamar, de Tirso de Molina. Último fin de semana en la sala Verdi este sábado a las 20.00 y el domingo a las 17.00. Entradas en Tickantel y boletería de la sala a $ 400, con 2x1 para la diaria Beneficios.