Samantha ya no es la de Tengo recuperación (2000), no come “sanguchitos” ni escribe sobre Josefina, Loreley y Ana Lía, no se arroja a proezas vocales ni le brota un humor furioso para perdedores, me digo, y no considero que pasaron 20 años, casi 30, desde el comienzo de su carrera discográfica, que en algún punto del camino su ramal sorprendió con La Dulce, que la pegó cuando compuso música bien suya para poesías de Alfonsina Storni, María Eugenia Vaz Ferreira y Julio Herrera y Reissig, y a la que no le falta un disco que resuma todas sus obsesiones, con un aplomo lejano al de sus comienzos, de raro bienestar, como Saltar el tiempo deseado (2015).

Mientras vimos transcurrir nuestras vidas encerradas por una pandemia, la cantautora uruguaya lanzó, en dosis de tres canciones por vez, su proyecto Amor (2020-2021), al tiempo que escribía las canciones de Éxito, su octavo LP como solista. Amor tenía “Centeno”, una canción optimista, inspirada y pegadiza, y “2 de noviembre”, otra canción de amor, algo más oscura, pero definitivamente romántica.

“Las nuevas canciones tienen una mirada política y crítica; no son canciones de amor”, avisan, provocativamente, desde Bizarro Records, sobre el contenido del más reciente trabajo de su artista. Éxito es un disco breve. El músico Diego Matturro se hizo cargo de la producción, ejecutó la mayoría de los instrumentos y eligió, entre varias otras que mostró la cantante, las ocho que integran este álbum. A primera escucha, el disco suena como un experimento de aspecto discreto. La música es de pop-rock, con un sonido claro y fácilmente digerible.

Comencemos por el final: “Smoking & drinking”, originalmente incluida en Tengo recuperación, es recuperada en una versión estridente y electrónica, con un teclado de cumbia pop que es un guiño de complicidad para los fanáticos del humor burlón de la cantante. Aquí reaparece el cuento narrado en primera persona, un modo que supo ser su forma preferida. Lo mismo pasa en “36” –originalmente incluida en Saltar el tiempo deseado–, en esta ocasión, cantada a dúo junto con Ana Prada.

El resto del disco es tramposo: seis canciones inéditas que vuelven sobre un mismo tema: las apariencias, la labilidad de los vínculos, la fantasía del escape. Una capa más abajo los relatos de estas canciones se hunden en desánimo y torpeza humana, en una desfragmentación de respuestas y conductas de la vida diaria, que se vuelve a armar con poesía clara y contundente.

El disco arranca con “Todo parece”, una canción de sonido épico, elaborado con una montaña de sonidos gigantes y digitales. “Nada de lo que tengo te sirve/ yo ya no soy digna de atención/ me lastima, pero sé que es lo que hay/ y yo no sé bien cómo escapar de vos”, canta Samantha, y Matturro suma su voz al estribillo. En “Cándido”, arpegios de una guitarra acústica y un teclado de notas graves acompañan una pirueta semántica sobre la estupidez y la maldad.

El cantante Martín Rivero –hermano de Navarro– participa en “El peine de la medusa”, una canción de ruta que sugiere una solución mágica. “Señal” es para ella sola, que se luce con su interpretación vocal. En busca de la luz, la protagonista del disco sale un rato del enredo.

“Diferentes”, interpretada junto con Sole Ramírez y Maxi Suárez, es el momento más alto del disco: una mezcla de bachata y balada rock con cuotas justas de humor, poesía y discordancia, en la mejor tradición de la artista. En una última sintonía podría ubicarse la canción “En la pista de baile”. La invitada es Anita Valiente, para un malambo sobre el amor cuando se vuelve “fuego”.

Éxito, de Samantha Navarro. Bizarro Records, 2024. En plataformas. Presentación oficial: este sábado a las 21.00 en la sala Zitarrosa (18 de Julio 1012). Entradas a $ 800 en Tickantel. la diaria 2x1.