Una madre psicoanalista, el deseo de escribir para un conjunto de carnaval y la crianza en un hogar en el que no siempre se votó al mismo partido alcanzarían para explicar por qué Fernanda Kosak disfruta indisimuladamente cuando las figuras de la política uruguaya se van de boca.

En un extracto para redes sociales de Campaña del miedo –el segmento de política que condujo durante 2024 junto a Marcos Casas en el canal de streaming Dopamina– la comunicadora aviva una discusión entre militantes frenteamplistas y de la vieja coalición, y sonríe con picardía cuando descubre grises entre los discursos de doctrina de ambos bandos.

Sus reacciones y salidas irreverentes son parte de un estilo con el que encara su trabajo periodístico –también en Buscadores, de Canal 5– y no son distintas de las que utiliza en su podcast de humor Bufete sentimental (junto a Irene del Ponte) o para promocionar en Instagram los juguetes sexuales que vende en su negocio online Vibrastienda.

“Después de que me fui de Santo y seña, pensé en viajar, segura de que no me iba a faltar trabajo, pero vino la pandemia, me quedé sin viaje y el trabajo no apareció”, dice sobre el reinicio de su carrera laboral y explica: “Así que era ‘emprendo o me pongo a llorar’, y así empecé con el sex shop”. Sobre cómo combina sus múltiples intereses y el lugar que eligió ocupar en los medios de comunicación, Fernanda Kosak siguió conversando con la diaria.

Foto del artículo 'Fernanda Kosak: “La gente de izquierda no se sabe reír de muchas cosas”'

Foto: Rodrigo Viera Amaral

¿Qué te gusta más, el periodismo o el humor?

Qué difícil elegir. Me gusta más el humor, tiene todo lo lindo. El periodismo a veces tiene cosas malas. Lo que más me gusta es infundir de humor todo lo que hago, también cuando me dedico al comercio, pero en el periodismo seguro. Incluso en mi primer libro [La mansión del sexo: el caso de Lulukhy, la princesa gitana, editado por Fin de Siglo en 2020], que parte de una investigación periodística sobre un asesinato, se va colando el humor. El segundo [Por la izquierda y a contramano: una biografía de Miguel Brechner, el hacedor de Ceibal, coescrito con Bernardo Wolloch, Fin de Siglo, 2024) ya no tiene tanto, porque éramos dos autores y por el tipo de texto, pero si hubiera sido por mí, tendría muchos más chistes.

¿El humor estaba presente antes de que empezaras a estudiar periodismo?

Sí, de toda la vida. De hecho, tuve un período en el que me dije: “Tengo que elegir, ahora voy a ser periodista, no puedo tuitear más boludeces, hacerme la graciosa o subir fotos haciéndome la linda porque nadie me va a tomar en serio”.

Cuando todavía estaba en Santo y seña, de repente me invitan a hacer Pueblo fantasma en FM del Sol, que es un programa básicamente de humor, y al principio tenía pila de miedo. Me parecía que no podía decir cualquier locura en la radio y al mismo tiempo salir en la tele en Santo y seña.

Siempre cuento que lo que me permitió aceptar esas dos caras fue pensar en Mariano López. Él hacía humor en Segunda pelota, era un galán y al mismo tiempo hacía entrevistas serias, y nadie lo criticaba por eso. La diferencia es que él es hombre y yo no. Eso lo entendía, pero me dije: “Es momento de romper ese techo de cristal y de poder hacer todo”. No por ser graciosa una tiene que demostrar que es inteligente, porque además lo soy, y el que no lo sepa, bien por él.

¿Cómo dirías que te fue o te está yendo con eso?

Entiendo que fue una apuesta que a la larga me salió bien y que me da un distintivo. Me parece que tengo una comunicación bastante particular. Vos no me estarías haciendo esta entrevista si yo fuera una periodista más.

Como te decía, una de mis características es que abordo todo con humor y todas las cosas que hago se complementan entre sí desde una cierta coherencia, ya sea el periodismo, mis estudios de psicología –me interesa mucho el psicoanálisis– los libros, el podcast que tengo con Irene del Ponte, Dopamina o mi blog abandonado en el que cada tanto escribo.

Por ejemplo, cuando tenga el título de psicóloga no es que voy a ser una psicóloga y aparte periodista, voy a seguir siendo lo que soy, y eso se seguirá traduciendo en diferentes proyectos.

Así que pensabas que lo que tuiteabas eran boludeces.

Claro. Cuando entré a trabajar en el diario El País dije: “Tengo que cambiar mi comunicación institucional”. Después solté y ahora trato de ser lo más auténtica posible, como me gustaría que fuera todo el mundo. Y más ahora que el periodismo cambió. Cuando estudiaba Comunicación en la facultad a mí me gustaba, o a eso aspiraba, que no se notara que la que escribía una nota era yo. El asunto era que no importara quién la había escrito, por irrefutable, perfecta. Y ahora, no sólo por Chat GPT sino por la forma global del aturdimiento de información en la que vivimos, importa mucho más de quién viene una nota, lo que estás leyendo, lo que estás escuchando. Entonces, creo que ser lo más auténtico y lo más original posible es un valor y ahora apunto a eso.

En 2024 fuiste una de las que se animaron a hacer streaming en Uruguay, con un canal que obtuvo una buena respuesta del público. Supongo que como referente del tema muchos te deben preguntar sobre la experiencia.

No sé si diría referente, pero creo que sí llamamos la atención, y estamos muy contentos con cómo nos fue con Dopamina este año. Sin duda necesitamos que nos vaya mucho mejor para que el proyecto sea sostenible económicamente. A la vez, nos consta que llamó mucho la atención entre políticos y periodistas. Eso es muy lindo, pero no es lo que paga las cuentas. O sea, es más importante que se vuelva masivo, sobre todo porque a mí lo que interesaba era salirme de esa lógica de hacer cosas para que a los colegas les guste.

Es más, en la previa yo sentía: “Esto lo van a criticar mucho”, porque iba a conducir con alguien que venía de la militancia [Casas], que es algo que no se hace en el periodismo, y entonces ya estaba predispuesta a tener que explicar que yo no venía de la militancia y que no me importaban las críticas, porque lo que estábamos buscando era la masividad.

Al final nos salió un poco al revés de lo que pensábamos. A mí lo que me obsesionaba era crear un contenido para la gente que no le interesaba la política, para aquellos que están buscando un rato de entretenimiento. Yo quería ser entretenida y que, sin darte cuenta, te informaras.

Un poco de la mano de eso, uno de los videos que subiste a tu Instagram es algo así como un resumen sobre prejuicios sobre la izquierda y la derecha. Dado el tono de ese material, ¿te considerás una provocadora?

No intento ser provocadora, no me divierte. Los que intentan pararse en ese lugar hasta me molestan un poco. Si a veces termino provocando, me quiero matar, silencio el tuit. Entiendo que puede pasar, pero no es mi intención. Me decís provocador y pienso en… No, no vamos a decir nombres.

Pero supongo que la decisión y el ejercicio de resumir cierta información, discursos o posturas para comunicar de otra manera implica recibir devoluciones un tanto fuertes.

Sí, violentas, por supuesto. Contra eso no puedo hacer demasiado. O sea, no puedo cambiar el mundo con unos videos. Sí intento, desde mi lugar, hacer algo distinto, y la verdad es que a veces me supera. A veces no puedo y me peleo porque alguien te habla muy mal, pero yo creo que es posible un diálogo amigable y pacífico entre partes si uno trata de ver las mejores luces del otro, y de hecho con los políticos se logra facilísimo.

En nuestro programa hicimos entrevistas a Graciela Bianchi, al Boca Andrade, pasando por todo el espectro político y todos la pasaron bien, salvo algún caso excepcional. Yo trato de esparcirle a la gente la idea de que el que no vota como vos igual quiere lo mejor para el país. Lo que pasa es que a veces hay gente que me prueba que no tengo razón y que dice: “No, yo literalmente quiero que se mueran los pobres”. Contra eso no puedo hacer nada, pero la mayoría de la gente no es así. Yo sigo creyendo que la mayoría quiere que todos vivamos mejor.

En ese video que subiste a Instagram decís que entre los prejuicios erróneos que caen sobre la derecha está el de que sus políticos siempre están a favor de los empresarios.

Si un partido está solo a favor de los empresarios, marchamos.

¿Vos decís que la derecha no es así?

Yo creo que la derecha, bien entendida, entiende que el país tiene que crecer primero y que después se tiene que redistribuir. Por lo menos la derecha uruguaya. ¿Vas a decir que Lacalle quiere que se mueran todos de hambre? No. Él entiende que primero los malla oro tienen que... Pero Gabriel Oddone piensa lo mismo, que hay que crecer y a toda costa. Entonces, para mí –y esa es mi otra creencia–, Uruguay es todo de centro, centro con diferentes palabras.

Yo no creo que Javier Milei tenga las mejores intenciones, pero en su cabeza retorcida, capaz que sí, y piensa que si los argentinos se bancan su política… o que la libertad es tan importante que no importa si se muere un poco de gente. Suena como un disparate, pero me parece interesante hacer el ejercicio de pensar a cada actor político como el bueno de la película para entender cómo piensan. Lo malo es que hay algunas personas que sí se creen el papel de villanos, y eso me rompe la regla.

¿Quién tiene más humor, el Frente o los blancos?

Depende. La gente izquierda tiene muy buenos chistes y muy poco sentido del humor a la vez. Es muy de “con eso no se puede joder”. Para mí la persona con más sentido del humor del espectro político es Sebastián da Silva. Sin dudas, es gracioso. Yo sé que el estereotipo es que los de derecha tienen menos humor. Mentira. Yo te juro que la gente de izquierda no se sabe reír de muchas cosas.

La nueva hegemonía moral es de izquierda en ciertas cosas: no se puede ser racista, machista, todo eso está muy bien. Pero cuando vos sos el encargado de medir esa moral, perdés el humor. Y no porque no se pueda jugar con ciertas cosas, es porque te da una solemnidad extra.

A mí me matan de los dos lados en las redes, pero muchas veces me siento mucho más violentada por los de izquierda. El de derecha odia sin culpa. Entonces odia al pobre, odia a este, al otro. El de izquierda no puede odiar porque es el bueno, es el más bueno de todos. Entonces cuando encuentra a alguien a quien puede odiar –supongamos que es un periodista que dijo algo medio de derecha–, lo mata. Y lo mata por todo lo que no pudo matar antes, porque ama a todos, pero en realidad no es cierto. Es muy difícil estar todo el tiempo sosteniendo humanamente lo que pensás ideológicamente.

¿Sos de consumir comediantes? ¿Tenés algún referente en el humor?

Darwin Desbocatti para mí fue súper referente. Lo escucho desde el liceo, mi sueño era colaborar con él. Lo entrevisté para la facultad y fue como el pico de la carrera. Yo empecé a adentrarme en las noticias para entender los chistes que hacía él. Así me acerqué al periodismo. Me parecen espectaculares sus columnas, y de paso te informás.

Yo soy de la idea de que no me puedo enojar si la gente no quiere leer noticias, cuando además generan gran ansiedad. ¿Por qué tenés que estar informado? Dicen que aumenta tu calidad democrática, que te ayuda para saber qué votar, pero votamos cada cinco años, con un rato antes alcanza. Si te ponés a escarbar, no tiene ninguna justificación que le digas a alguien que tiene que estar informado sobre política. Si la gente está muy informada es porque lo disfruta también. Nadie dice: “Odio esto, pero lo voy a leer”. En realidad, hay que estar informado sobre un montón de cosas: de la economía, de tu cuerpo, para saber qué hace bien y qué hace mal, mil cosas pueden ser. Entonces, yo no me puedo enojar si vos no le prestás atención a lo que yo hago. En todo caso, tengo que hacer algo mejor para que vos lo consumas.

Hay periodistas que se quejan porque la gente les dice que la nota que escribieron no habla de lo mismo que dice el titular y entonces responden: “No leyeron toda la nota”. Y no, hermano, comunicá mejor, vos sos el comunicador. Me molesta mucho eso de echarle la culpa al lector, al consumidor, al televidente. Trabajá mejor.

No sos una militante a ultranza del periodismo.

No, lo era en mis primeros años de estudiante. Porque en la facultad y en las redacciones te lo inculcan así. Como que vos, guau, estás salvando a este país. Y después salen encuestas de que nadie les cree a los medios, de que nadie les cree a los periodistas. Me parece que están en una burbuja de que se creen muy importantes y somos un trabajo más, muy mal pago, que no se sindicaliza, que no hace valer sus derechos, que trabaja gratis. ¿Por qué estamos tan orgullosos? Me parece que el gremio periodístico se cree mucho más de lo que es, pero no pelea por su salario y por sus condiciones laborales, y por eso también perdió credibilidad. Es un problema en el que obviamente también tienen que ver los dueños de los medios de comunicación.

¿A vos te parece que se tenga que cubrir una campaña política igual que hace diez años? La mayoría de la gente no sabe nada de lo que pasa en la política, no sabe los nombres de los diputados ni qué es la LUC o la coalición. Nadie escribe para esa gente. Escriben para un determinado público, y entonces se da lo que se llama brecha informativa, donde por un lado están los muy muy informados y por otro los muy muy desinformados. Y a los del medio los perdiste, ya está. Y se sigue informando para la misma gente y hacen una nota de lo último que pasó con el caso Penadés, y la mayoría de la gente no sabe que Penadés es un senador. Todas las cosas que hago, como lo de este año en Dopamina, están impulsadas por la obsesión de poder llegar a toda esa gente que se pierde por el camino.

Foto del artículo 'Fernanda Kosak: “La gente de izquierda no se sabe reír de muchas cosas”'

Foto: Rodrigo Viera Amaral

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