Un año pasa rapidísimo, asegura el director Chepe Irisity, tras haber tenido la posibilidad de repetir la visita al Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro dos veranos consecutivos. En 2024 presentó en la muestra española su versión de La venganza de Tamar, de Tirso de Molina, y en julio pasado, con más confianza, regresó con El perro del hortelano, la comedia de Lope de Vega, basado en el recorte que ya había hecho su colega Eduardo Vasco. El disparador permanece intacto: la condesa Diana se consume de celos al ver a su secretario, Teodoro, amar a otra.
“Tiene otro sabor volver un año después”, dice Irisity, quien describe el encuentro como “una reunión de creadores y programadores de las artes escénicas reflexionando alrededor de los clásicos y el vínculo con temas desde muy profundos y filosóficos hasta muy concretos: cómo hacemos para viajar más o cuáles son los desafíos de mover clásicos y por qué siguen vigentes los textos”. Cuenta que después de tanto reflexionar se volvió con más preguntas.
La venganza de Tamar era un material que conoció como estudiante y sobre el que había vuelto desde el rol docente. Con la obra de Lope reconoce que tuvo que prepararla contrarreloj, cuando lo llamaron para hacer un toro como director, con 20 ensayos menos que lo habitual, porque el argentino Emiliano Dionisi (El brote) tuvo que desistir del proyecto por cuestiones de salud. “Como ya nos había ido bien con La venganza de Tamar, me permití jugar con más confianza con el tema del verso. Es un verso más sencillo, también, el de Lope de Vega. No como el de Tirso, que era un drama más complejo, entonces el verso a veces es más difícil de entender”, observa.
¿Le va encontrando claves a los autores del Siglo de Oro? “Me doy cuenta de que se está haciendo divertido, como una excusa para meterme con textos clásicos muy potentes. También, por mis estudios en la Tecnicatura en Dramaturgia, empiezo a traficar información. Son diferentes áreas de aprendizaje y de investigación. En el Siglo de Oro lo que veo es una capacidad que tenían en la escritura, tanto Lope como Tirso, de unas estructuras dramatúrgicas muy interesantes, cómo van concentrando la acción, cómo van dosificando la información”.
Irisity celebra que son autores sin temor a meterse con asuntos profundos y con estereotipos, para después “prenderlos fuego”. Hay, como señala, un tema de clase, entre la noble y su subalterno, y en base a esas características se permite “reflexionar desde diferentes lados el amor y en qué punto coinciden y en qué no”. Le divierte practicar el oficio en estos clásicos: “A mí me gusta mucho dirigir por la musicalidad del texto y a la hora de actuar, de los ritmos, de cuando está muy acelerado y necesitamos una pausa. Entonces el verso te ayuda a entrenar el oído”.
Ya que, por las condiciones en las que se sumó al montaje de El Galpón, no decidió el elenco (Camila Cayota, Melisa Artucio, Rodrigo Tomé, Marcos Zarzaj, Claudio Lachowicz, Juan Kuehr), Irisity pidió tener un músico en escena y que fuera su amigo, el pianista Martín Sorriba, con quien coinciden en su mirada sobre lo teatral. Sorriba agrega sus composiciones y las ejecuta al teclado y con efectos que el director no quiere revelar.
“Para mí salió espectacular, porque la música también es de los puntos fuertes de El perro del hortelano. Es algo que me interesa y venía trabajando desde Historia del soldado, con la Comedia Nacional, que era con la Orquesta Filarmónica. Después, en Preciosa y en La venganza de Tamar teníamos música en vivo. Ahora lo mismo con esta. Me seduce mucho la música presente dentro de la escena y jugando con los actores, y Martín tiene esa característica: los va escuchando, los espera, se suma, los potencia, los modifica. El primer día de ensayos empezó a llevar una atmósfera: estuvo como cinco minutos tocando frente al elenco y frente a mí, y algunos actores terminaron llorando emocionados”, confiesa.
Foto: Alejandro Persichetti, difusión
La histeria sobrevuela el comportamiento de la protagonista que, como reza el dicho, “no come ni deja comer”. Para el montajista, el personaje de Diana representa “la histeria que da el desconocimiento o la inocencia”. Por eso, diría que es “una comedia ignorante a la hora de amar, porque encontramos en Diana que pareciera que juega con su criado, y por momentos no, y cambia tan rápido de opinión. Con Camila Cayota, la actriz, fue interesante pensarla como una persona que tiene ciertos traumas, como todos tenemos, o que tiene sus muros y no sabe amar. Más allá de la edad que tenga, está descubriendo y el amor es padecimiento en muchos momentos, es angustia, no es sólo alegría. Obviamente, los que estuvimos enamorados alguna vez lo sabemos. Se trata de ese equilibrio el personaje de Diana, de manejar todos esos sentimientos que la atraviesan y la apasionan y la dejan patas para arriba, ver cómo hace. Por ahí hay momentos en que se anima a decir cosas, después le viene vergüenza y se arrepiente, y por momentos el amor hace que hable desde el corazón y otros en que seduce o que es más neurótica, como todos. Eso lo hace humano”.
Para abordar La venganza de Tamar removieron los personajes que no hacían avanzar la acción. Sobre las intervenciones de dramaturgia que incorporó a esta obra, Irisity adelanta que dejó un único pretendiente para la condesa y que hay un personaje que no existe en el original, “un narrador que se mete en la historia desde otro lugar, un personaje que está en contra del amor, justamente, y después se ve envuelto en la historia. El narrador hace un poco las preguntas que nosotros nos decíamos, entra con su propio lenguaje escénico. Es como esto que trae Mauricio Kartun: a problema técnico, solución poética. En este caso teníamos en el equipo un actor que es más grande que los demás y la solución que encontré fue escribir este narrador”.
Suele haber consenso, comenta, en que el final que ideó Lope es abrupto. “Hablando con Eduardo Vasco, en España, él mismo me decía, ‘es como un final hecho a las apuradas, como un deus ex machina que llega y lo soluciona así’. Entonces, la entrada del narrador medio como un personaje mágico nos servía para ayudar a ese final con un lenguaje más extravagante, que se sale un poco del código general de la obra, y que se haga cargo un poco de esa locura, de ese precipicio del final”.
Si La venganza de Tamar partía de un abuso, ¿esta pieza no tiene que ver con el poder, el control y pensar al otro como una propiedad? “Me seduce que textos del Siglo de Oro tengan temas pasionales y hasta psicológicos, escritos en una época donde no existía el psicoanálisis, obviamente, con otra concepción del ser humano en ese momento. Hay algo de lo vincular que a mí me atrae mucho, y esto del desconocimiento del amor. Por algo los temas en el teatro, en el arte, en la vida siguen siendo los mismos. Al amor lo considero el tema fundamental, incluso más que la muerte, porque la muerte para mí –esto es muy personal– la desconocemos y es más fácil rellenarla con fantasía. Por ahí encuentro un poco el sentido de la vida en el amor y en los vínculos, en los diferentes tipos de amor, y también es un tema con el cual estoy luchando”, admite el director.
Por eso, colectivamente, durante el proceso, junto con el elenco, se enfocaron seriamente en no juzgar a la condesa, porque incluso cuando causa daño, seguramente no sabe lo que hace.
El perro del hortelano. En la sala Atahualpa de El Galpón, sábados a las 20.30 y domingos a las 19.00, hasta diciembre. Entradas a $ 600. 2x1 para la diaria.