El gol de Eduardo Acevedo para la victoria uruguaya en la final del Mundial en 1986. La venta de las empresas del Estado. La bonanza económica y el cambio cultural regido por la Iglesia católica y la obra de Julio Frade. La aniquilación del ganado en pie, las escuelas públicas y la rambla de Montevideo a manos del ejército paramilitar comandado por los hermanos Caggiani. Las bodas de oro de Estela Magnone y Jaime Roos. La desaparición del concurso de carnaval y las intendencias. El boom exportador del alfajor de nieve y el reemplazo de la Constitución por el manual de usos y costumbres de un conglomerado empresarial chino, al frente de la antigua república, convertida en una plaza de especulación financiera de playas contaminadas.

En ese universo, las canciones de Excelentes Nadadores podrían funcionar a la perfección como la más popular de las bandas de sonido de bailes y eventos multitudinarios al aire libre de música subversiva. En este universo, siguen sonando rarísimas, extremadamente familiares y apenas corridas de la realidad, envueltas en un vértigo de recuerdos, cuentos de abuelos, programas de televisión de los 80, noticias de los diarios y efectos de sonido diseñados para los juegos del Parque Rodó, cuyo efecto más inquietante consiste en una especie de susto retardado.

Algo así te puede pasar si escuchás sus versiones de “Sola y su diálogo/El silencio fue casi una virtud”, de Sylvia Meyer, en el compilado de homenaje a la pianista uruguaya Un desánimo nada triste. Las voces y los teclados borran una parte de la melancolía intrínseca de las composiciones e intervienen el fondo condensando lo místico y tonal y arriesgando con una clave melódica en la que logran adueñarse de los versos para traer la historia hasta nuestros días, con sus olores, derrumbes angustiosos y avances tecnológicos.

No sólo la música de Excelentes Nadadores, sino también la impronta visual –de melenas sobre los ojos– recuerda, antes que a Sonic Youth, la actitud maldita de la Velvet Underground y el robotismo escénico de David Byrne en los Talking Heads.

Fundada por el binomio creativo del guitarrista y cantante Leandro Dansilio y la cantante y tecladista Karen Halty hace diez años, la banda se completa con Gabriel Ameijenda en el bajo y Francisco Izuibejeres en percusiones, sin ser ninguno de ellos dos personajes laterales del estrafalario artilugio performático y teatral del grupo.

Su primer disco, editado en 2017, es el más lineal; todavía parece que juegan explícitamente con la imaginería de la izquierda uruguaya y una comedia que le debe al Cuarteto de Nos y a Jorge Lazaroff. El segundo, Nx Estxn Preocupadxs, de 2020, es mucho más refinado y notable. Sus trampas emocionales se sostienen en una densidad climática ideal para detenerse un segundo en el desastre de la pandemia con ojos lúcidos o de escape.

“Esta canción es tuya” tiene un bajo para mover el cráneo con lentitud, un riff fugaz e inspirado. Habla de pulseras robadas a la gente de bien. En “Guardería call center” dominan el sonido y la mecánica de un piano que desencadena una oda épica de la derrota tercermundista, y en “El eterno retoño” dejan entrever sus sentimientos ocultos, con otra simulación elaborada en la discordancia entre el texto y la música.

Cumpleaños y presentes

Las voces oficiales de Excelentes Nadadores prometen que su concierto aniversario, Diez años no es nada, será como una película, en el recorrido de un repertorio extenso destinado a recordar sus primeras épocas “abrazando el presente y convocando al futuro” y que incluirá “invitados de lujo”.

La de este sábado será, además, una excelente oportunidad para escuchar sus más recientes creaciones, agrupadas en el EP La nueva ola. Disponible en formato físico y digital, trae versiones de Virus (“Dicha feliz”), Los Traidores (“Salteándome un lugar”) y dos canciones propias: “Container” e “Iluminadorxs”, en la que el krautrock suena más uruguayo y pegadizo que nunca: “Yo siempre estuve atrás / en las sombras de algún bar”.

Excelentes Nadadores. Diez años no es nada. Sábado a las 21.00 en Ducón (Durazno y Convención). Entradas a $ 400 o 2 x $ 700. Reservas por Instagram @excelentesnadadores y [email protected].


Regina en Sala Camacuá

La cantante Sofía May y la guitarrista Valeria Sarro lideran una de las propuestas más interesantes de la escena del rock local. Regina presenta su recomendable álbum debut, Liminal Space, cuyo contenido el grupo define como “una obra conceptual de rock/metal alternativo, caracterizada por su carga emocional, sus texturas densas y sus pasajes envolventes”. Su show de este sábado a las 21.00 en Sala Camacuá (Camacuá y Reconquista) servirá como presentación oficial del álbum. La banda se prepara para dar “un espectáculo inmersivo, conceptual y visualmente impactante, con proyecciones, diseño sonoro y una puesta escénica especialmente concebida para la ocasión”, que tendrá a Hato Mö como banda telonera.

Localidades individuales a $ 580 y dobles a $ 998 en Redtickets.

Jhona Lemole y orquesta

“Despedimos el año con un concierto de pie, eléctrico, para bailar en la oscuridad”, invita el prolífico cantante, guitarrista y compositor Jhona Lemole, quien, tras un repentino y breve pasaje por el formato de trovador solista, vuelve a disponer de los servicios de su Orquesta Deforme, con la que grabó algunos de sus mejores discos. Este sábado a las 21.00 en Inmigrantes (Juan Paullier 1252). Entradas a $ 450 en Redtickets.