Las series y películas italianas resultan ideales para Navidad porque combinan varios elementos culturales que encajan naturalmente con el espíritu de estas fechas: ubican a la familia (con sus conflictos y contradicciones) en el centro del relato, usan un ritmo contemplativo y observador de las conductas humanas, están plagadas de un humor imperfecto que no idealiza las fiestas, sino que las vive, y juegan mucho con la evocación del pasado, la infancia, el pueblo y los rituales que se repiten. Perfecto ejemplo de esta calidez navideña es Sicilia Express, la serie de comedia italiana de Netflix, creada y protagonizada por Salvatore Ficarra y Valentino Picone, un conocido dúo cómico de Palermo (Sicilia) con fuerte presencia en teatro, cine y televisión desde hace décadas y conocido por sátiras que mezclan un cercano humor popular con crítica social (L’ora legale e Il primo Natale).
Los protagonistas de la historia, Salvo y Valentino, son dos enfermeros sicilianos que trabajan en Milán y que, antes de Navidad, descubren un contenedor de basura que funciona como una especie de portal mágico para teletransportarse instantáneamente al sur, donde viven sus familias. Esto genera caos y diversión, pero también los obliga a enfrentarse a la distancia, a sus relaciones de pareja y a las diferentes realidades sociales de Italia. Los protagonistas intentan mantener su descubrimiento en secreto mientras lidian con problemas como el cansancio propio de su trabajo, las distancias culturales, los prejuicios y un jefe horrible.
El viaje imaginario que plantea la serie es mucho más que un simple desplazamiento geográfico: es una excusa para explorar la identidad, la memoria y los vínculos familiares en una Italia atravesada por tensiones entre la tradición y la modernidad. La miniserie conecta el norte moderno con el sur mediterráneo, y a través de un cálido relato hace una acertada observación de las diferencias sociales entre las regiones ricas y las más empobrecidas y familiares.
La mirada parece ser ligera, pero a medida que avanza, cada capítulo plantea una clara posición política, social y moral: estos enfermeros encarnan la precariedad laboral y la presión de un sistema que exige productividad y ofrece nula estabilidad. El contenedor mágico simboliza la posibilidad de confrontar la desigualdad entre el norte y el sur de Italia, y lo hace con un humor que funciona muy bien como crítica. Entre esos viajes clandestinos y la improvisada doble vida que deben emprender los enfermeros, la serie traza un relato preciso del trabajador moderno, atrapado entre sus propias necesidades y las limitaciones de un sistema que lo explota.
A través del clásico humor italiano, repleto de enredos, agilidad y gags, vemos a un país partido en dos. El sur aparece sin clichés prejuiciosos ni folclore, mostrado desde un realismo cotidiano que deja ver su belleza pero también su abandono y desgaste. Entre quejas sobre pasajes caros, trámites de una burocracia absurda y problemas básicos como no tener agua, la serie logra armar un retrato social que no busca golpes bajos, sino reflexionar sobre la ambigüedad entre la necesaria actualización y el sostén de ciertas tradiciones. Sin épica sensiblera ni discursos políticos directos, Sicilia Express sabe enfocarse en lo cotidiano y lo emocional, y desde ahí habla de la migración interna, los quiebres generacionales, la vertiginosa vida que llevamos y el peso de nuestras raíces.
El resultado es una serie entrañable que no apuesta a giros espectaculares, sino a plantearnos pequeñas verdades, con un ritmo tranquilo y una mirada empática. Al final, nos deja una sensación de haber compartido con los protagonistas un viaje íntimo y sincero que retrata una Italia en continuo movimiento, que va hacia algún lugar sin dejar de mirar de reojo su pasado.
Sicilia Express. Cinco episodios de aproximadamente media hora. En Netflix.