Todavía hay vida más allá de las plataformas. Adult Swim, por ejemplo, es un bloque nocturno de animación para adultos que ya es histórico dentro de Cartoon Network. Y más allá de que los programas terminen de encontrar su público en la televisión a demanda, durante más de dos décadas ese espacio ha sido campo de cultivo de numerosas series populares incluso fuera de los consumidores de marihuana (esto es porque varias parecen estar pensadas para ser vistas bajo alguna clase de influencia).

Entre la nutrida oferta, que tiene su propio espacio dentro de la carta de HBO Max, suele haber títulos que se convierten en mascarón de proa por su popularidad y también por el fanatismo de sus seguidores. Durante mucho tiempo lo fue Rick and Morty, la serie del abuelo y el nieto que recorren planetas y dimensiones promoviendo el nihilismo y los eructos. Quizás porque ya pasaron 12 años (¡12 años!), quizás porque uno de sus creadores resultó “uno de esos” (o “uno de tantos”), la malla oro fue a parar a otra serie animada, con alguna similitud pero muchísimas diferencias.

Smiling Friends es una creación de Zach Hadel y Michael Cusack, a quienes por ahora solamente conocemos por su trabajo, y estaría bueno que siguiera siendo así. La premisa es sencilla: existe una oficina dentro de un edificio esférico con una cara sonriente, que trabaja haciendo sonreír a las personas. Hay un jefe, Mr. Boss (literalmente “Sr. Jefe”) y cuatro empleados: Pim, Charlie, Allan y Glep. El jefe es el único ser humano, aunque tenga cuatro dedos en cada mano y una tendencia a quedar como poseído, mientras que su plantilla está compuesta por... ¿criaturas?, ¿monstruitos de colores? Seres que uno podría construir con plasticina. El optimista Pim y el cínico Charlie son quienes encaran las misiones, mientras que los otros dos se mueven en un segundo plano.

La relación entre los dos protagonistas tiene mucho de Bob Esponja. Pim nos recuerda a la esponja inocentona hasta por su uniforme de trabajo, aunque es humanoide y de tez rosada, además de tener acento australiano. El amarillento Charlie es una mezcla de Patricio, la estrella de mar perezosa, y el pesimista Calamardo. No me hagan elegir entre Mr. Boss y Don Cangrejo como jefe.

Otra referencia, o al menos un elemento para tender puentes y llevarlos (o no) a la serie es la mismísima Rick and Morty. Más allá de que aquí la construcción de mundos (allá de universos) no es lo más importante, y de que la mayoría de los personajes secundarios o terciarios suele perderse después de una sola aparición, hay algo en la forma en que los protagonistas hablan. Esa cadencia, ese tartamudeo que quiere parecer improvisado recuerda a Justin Roiland al frente de las voces de Rick y de Morty. Hasta que lo echaron.

Basta de hablar de los demás. Smiling Friends tiene hasta el momento tres temporadas cortas con episodios de unos 11 minutos, lo cual la vuelve sumamente maratoneable. Y si bien parece que la duración de cada aventura fuera corta, la densidad narrativa y el nivel de delirio es tal, que con una mayor duración seguramente el resultado podría ser abrumador.

Para muestra, el primer episodio de la primera temporada: Pim y Charlie deben hacer sonreír a un pobre tipo llamado Desmond, que todo el tiempo acerca un revólver a su sien y amenaza con gatillarlo. Todos los intentos por mostrarle lo bueno del mundo fracasan en forma miserable, hasta que (obvio) la consecuencia de la subtrama ayuda a que descubra su destino en la vida.

Luego se sucederán aventuras muy extrañas como la de Mr. Frog, una estrella de la televisión que será de los pocos personajes recurrentes de la serie. La mayoría de los episodios de la primera temporada tienen las “misiones” de la empresa como foco o punto de partida de la historia principal, pero con el tiempo la narrativa se vuelve más experimental, como el episodio que transcurre dentro del aeropuerto de Río de Janeiro o el que sigue las peripecias de Allan en su intento por conseguir clips. Sujetapapeles, que les dicen.

La animación es tradicional, más inocentona que otras series contemporáneas, aunque periódicamente aparezcan personajes arrugados, ruinosos o directamente feos. Hay algunos saltos hacia fotogramas pintados que recuerdan a Bob Esponja (que a su vez había tomado de Ren y Stimpy), y otros delirios, como personajes que están total o parcialmente animados con rotoscopía, cuadro a cuadro o con animación por computadora.

Durante la tercera temporada la serie ya está en un nivel de calidad envidiable, con un episodio memorable tras otro, que puede tener como protagonista a un bicho ridículo que quiere ser tomado en serio, a Mr. Frog como emperador del planeta, y hasta un especial de Halloween con momentitos perturbadores.

Ya fueron confirmadas dos temporadas más, así que tienen tiempo de ponerse al día... salvo que los accionistas de Netflix decidan que se ahorran un centavo de dólar borrando los episodios y dejando en su lugar algún drama coreano guionado con inteligencia artificial. Es más probable de lo que creemos.

Smiling Friends. 30 episodios de 11 minutos en HBO Max.