Adorables monstruitos
La clave de ¡Ya vienen! es la sorpresa. El sujeto omitido en una tercera persona del plural inquietante es la fórmula del ocultamiento: unos desconocidos se aproximan y son de temer, y su identidad no se devela hasta la última doble página –aunque van apareciendo detalles que explicitan un contexto–. La tapa da pistas escasas y elocuentes: al título en la portada se corresponde la escueta advertencia de la contraportada: “¡Cuidado! Ya vienen...”, acompañada de siluetas de monstruos coloridos de sonrisa mansa.
Las ilustraciones de Albertine nos presentan un universo cotidiano habitado por unos seres de colores vivos y formas curvas que no se corresponden con ninguna criatura conocida, aunque tienen ojos, boca, patas; es interesante el juego con los colores, que plantea distintos planos de realidad. El texto de Sylvie Neeman, en una búsqueda hiperbólica mediante la comparación y la metáfora, intenta dar cuenta con la mayor precisión posible de la naturaleza de esos –llamémosles– monstruitos. El acercamiento entre el mundo de la mujer temerosa que espera y esos seres que se aproximan de manera inexorable establece una tensión en ambos textos, una incertidumbre que se devela al final, cuando, una vez que llegan, sabemos quiénes son y se produce el efecto hilarante de la ironía por el trastocamiento de roles: quién teme, quiénes dan miedo.
Disfrutable en particular para las y los más pequeños que se identifiquen con los que vienen en camino, ¡Ya vienen! pone el acento en el miedo: lo que aterra es la anticipación, y el orden se reinstaura cuando, por fin, la mujer que espera y los que vienen se encuentran.
¡Ya vienen!, de Sylvie Neeman y Albertine. Limonero, 2023. 36 páginas. $ 860.
Un camino largo
En 2012 se conoció la historia de Mario Rodríguez, a quien se conoció como “el niño cero falta” por su impecable asistencia: un niño uruguayo que debía caminar varios kilómetros para llegar a su escuela en el departamento de Lavalleja. Esa historia de sacrificio fue ensalzada en su momento como ejemplar, al tiempo que dejaba al desnudo las desigualdades en las infancias. Es una de las ocho historias de niños de distintos lugares del mundo que se reseñan al final de 9 kilómetros para dar testimonio y posicionarse en favor del derecho a la educación.
Ganador de los premios White Ravens, Marta Brunet y Amster-Coré en 2021, este álbum es un bellísimo homenaje al esfuerzo que muchísimos niños anónimos hacen a diario para ir a la escuela y al deseo de aprender como motor. Pero lo destacable de 9 kilómetros excede muchísimo esa loable intención: es un libro bellísimo, de extraordinaria calidad. En sus páginas, somos testigos y acompañamos el camino del protagonista, un niño chileno, desde su casa a la escuela. Cuando sale es de noche, y el recorrido es también el de la noche que se hace día.
Observamos ese trayecto en distintos planos. El texto de Claudio Aguilera, en primera persona, plasma las cavilaciones del niño mientras camina: repasa números, le da vueltas a la noción de nueve kilómetros, esa distancia que debe recorrer; suma, multiplica, recuerda datos, cosas que le ha enseñado la maestra. Las ilustraciones de Gabriela Lyon nos muestran su recorrido, lo que hace, las cosas y los animales que va encontrando, el bosque que cruza, el campo, un arroyo, el paisaje que cambia hasta que empiezan a aparecer los primeros indicios de cercanía a la escuela, las primeras casas, otros niños. Pero entre nuestros ojos que se embelesan y el periplo del niño se suceden otros testigos: distintas especies de aves de esa región que van siguiendo su camino, quizá guiándolo, quizá cuidándolo (al final, se reseñan todas las especies que aparecen).
El niño piensa, juega, calcula, entra en calor caminando. Y todo eso que lo rodea en la soledad en que camina es tan hermoso que sobrecoge, y es seguramente arduo, pero también disfrutable. Las distintas perspectivas –a veces desde muy arriba y el niño se ve pequeñito, a veces desde su altura o haciendo foco en sus manos– nos permiten a un tiempo acompañarlo y observarlo, admirar su trayecto y casi llegar a sentir lo mismo que él.
9 kilómetros, de Claudio Aguilera y Gabriela Lyon. Ekaré, 2022. $ 890.
Una escuela para mirar y deleitarse
Con Serafina en la escuela, la ilustradora suiza Albertine –ganadora del premio Hans Christian Andersen en 2020– sigue la línea trazada en Serafina: el cumpleaños y entrega una deliciosa serie de láminas en las que la protagonista y sus amigos viven las distintas experiencias de un día en la escuela: el aula, el patio, la clase de gimnasia, el taller de arte. Las escenas restallantes, de colores vivos, llenas de detalles, pobladas de criaturas, se ofrecen exuberantes a la mirada del lector, en un formato de gran tamaño que permite sumergirse en él y maravillarse. La presentación en cartón también es un elemento que lo acerca a los lectores más pequeños, que podrán leer las mil historias que teje la profusión de imágenes que aloja cada doble página. Ideal para la lectura compartida, este álbum invita a buscar y perderse en la abundancia de detalles, personajes y situaciones a veces sorprendentes, a veces hilarantes. Y a inventar historias y ponerlas en las palabras que se nos ocurran.
Serafina en la escuela, de Albertine. Libros del Zorro Rojo, 2021. 14 páginas. $ 1.190.
Posibles links
- El alumno nuevo, de Pablo de Santis y Cristian Turdera.
- El colegio de los chicos perfectos, de Federico Ivanier.
- Anina Yatay Salas, de Sergio López Suárez.
- Cómo funciona la maestra, de Susanna Mattiangeli y Chiara Carrer.
- Terror en la escuela, de Sebastián Pedrozo.
- Cuentos para la escuela, de Gianni Rodari con ilustraciones de Giulia Orecchia.
- En mi escuela pasan cosas raras... y otros cuentos, de Helen Velando.
- Una maestra macanuda, de Ziraldo. Aletea.