La escritora y economista sueca Camilla Läckberg es la creadora de un universo criminal fantástico, compuesto por novelas policíacas ambientadas en la región costera de Fjällbacka (en la frontera con Noruega), donde nació y creció, y con varias de sus obras llevadas con éxito al cine y al streaming (Los crímenes de Fjällbacka, en Amazon Prime), se ha transformado en una de las autoras nórdicas de novela negra más conocidas de la actualidad.
Ahora Läckberg se pone al frente del desafío de crear y guionar La cúpula de cristal, un thriller de suspenso que no está basado en ninguno de sus libros, sino que fue escrito específicamente para Netflix.
¿Por qué los nórdicos son tan buenos narrando historias de thriller policial? Básicamente, porque son especialistas en combinar personajes complejos que exploran las profundidades de los sentimientos humanos con visiones de hechos sociales directas y realistas. Se alejan de la clásica y algo irreal imagen detectivesca y tejen redes de suspenso genuino con personajes falibles e historias oscuras con las que fácilmente podemos identificarnos. En resumen, sus relatos resultan creíbles.
La cúpula de cristal cuenta la historia de Lejla Ness (Léonie Vincent), una criminóloga especializada en la psiquis de los secuestradores infantiles. Su propia niñez fue atravesada por una experiencia traumática: fue raptada y encerrada durante semanas en una especie de caja de cristal y su único contacto era una figura masculina cuya identidad nunca se conoció.
Afortunadamente, Lejla, dueña de una inusual astucia, logró escapar y, aunque los detalles son algo nebulosos, tanto para ella como para nosotros, podemos imaginar el alcance de este trauma. Aunque emigró a Estados Unidos, mantiene un estrecho vínculo con su padre adoptivo, Valter (Johan Hedenberg), un expolicía que aún vive en Granås; un pequeño y alejado pueblo sueco.
Tras la muerte de su madre adoptiva, Lejla regresa y se encuentra con una comunidad conmocionada y en lucha entre la tradición y la modernización, con una creciente tensión social pero con algo mucho más oscuro de fondo: otra vez, una niña fue secuestrada, en este caso Alicia, la hija de una amiga de la infancia de Lejla. La detective decide quedarse para ayudar en el caso, ya que su secuestrador nunca fue descubierto y no sería extraño que haya vuelto a atacar.
A través de un relato de suspenso sostenido, una atmósfera sórdida que transmite que mucho sucede pero poco se sabe y flashbacks que unen el pasado de Lejla con las complejidades del caso actual, se van relatando dos secuestros desconcertantes y sin resolución a la par que, con rigurosidad, se disecciona el comportamiento de muchos países nórdicos con realidades de apariencia perfecta. Sociedades con las necesidades cubiertas y en correcto funcionamiento que, como trasfondo, desnudan oscuridades y grietas y conviven con altos índices de soledad, alcoholismo y adicciones, una difícil integración de los inmigrantes y desigualdad social. A esto se suman factores climáticos y culturales (círculos sociales íntimos que estimulan el secretismo) que contribuyen a un ánimo más melancólico, escenario propicio para el brote de siniestros casos policiales.
La historia de la infancia de Lejla, su adopción, su secuestro y su cautiverio reaparecen y se desentierran para ser sanados y entretejidos con el caso actual. Además, aparecen subtramas en las que se habla implícitamente del racismo y la xenofobia, las mafias corporativas, el abuso infantil, otros varios secuestros y sus potenciales sospechosos, y la mayor incógnita de todas: si este caso tiene relación con el de Lejla. Mediante una cuidada tensión psicológica se exploran la memoria, la culpa, la pérdida, la salud mental y los secretos familiares. En el centro de todo, una protagonista tan fuerte como vulnerable.
La cúpula de cristal es un brillante thriller, bien contado y actuado, repleto de giros inesperados, que ofrece de fondo una belleza sombría y asfixiante. Reúne lo mejor del subgénero del noir escandinavo: historias profundas en pequeños pueblos, cocidas a fuego lento, rodeadas y filmadas con una paleta de colores minimalista.
La cúpula de cristal. Seis episodios de aproximadamente 45 minutos. En Netflix.