Lo de Danny McBride es casi de otro planeta. Lejos de ser un nombre (o un rostro) conocido mundialmente, creó, guionó y protagonizó tres de las comedias más graciosas de los últimos 20 años. Y dos de ellas están bien, bien arriba en el medallero.

Mientras la masa conservadora repite que hay cosas sobre las que ya no se puede hacer humor (se obsesionan, por ejemplo, con la dificultad para hacer chistes de putos), McBride lleva gran parte de este siglo ofreciéndonos productos con humor de baja estofa, con chistes guarangos y toda clase de “incorrecciones”. Que se toman el trabajo de afilar el lápiz y no patear en el piso a las minorías pisoteadas de siempre.

En 2009 se estrenó Eastbound & Down (disponible en Max), serie que durante cuatro temporadas nos presentó a uno de los personajes más repugnantes, malhablados, ordinarios, misóginos y xenófobos de todos los tiempos. Kenny Powers (McBride, obvio), un beisbolista caído en desgracia, regresaba a su pueblo natal y aceptaba convertirse en profesor de gimnasia en un liceo. Lejos de contar por enésima vez la historia de la estrella que debe aprender de humildad y de paso se reencuentra con su amor de juventud, tenía a un narcisista irrecuperable que trataba de conquistar a su ex, que ahora es la novia del director del liceo. La primera temporada roza la perfección, pero la historia continúa y se amplía ese universo del mejor de los personajes que amás odiar, o que odiás amar, o algo así.

Fueron solamente dos temporadas, pero entre 2016 y 2017, Vice Principals (disponible en Max) también hizo escuela. En este caso, dos vicedirectores de un liceo (McBride y el también genial Walton Goggins) ven cómo el director que renuncia (¡Bill Murray!) no elige a ninguno de los dos para quedarse con el cargo, sino a una recién llegada. Ellos se odian, pero unirán sus esfuerzos para desacreditar a la nueva directora... ya verán quién se queda con ese puesto una vez que ella quede afuera.

En 2019 llegaría la serie más ambiciosa y la que claramente contó con un presupuesto superior, que McBride y compañía aprovecharon de la mejor manera. Hablando pronto y mal, The Righteouse Gemstones (disponible en Max) es la Succession de las comedias. Quizás no sea el mejor exponente de la historia (como Succession puede serlo entre los dramas), pero es un producto premium de HBO que sorprendió durante cuatro temporadas y que, de fondo, también tenía el conflicto entre tres hijos que querían heredar la empresa familiar ante el inminente paso al costado del patriarca.

En esta serie faltó Brian Cox, pero no hubo comparaciones odiosas porque Eli Gemstone estuvo a cargo de John Goodman, gigante de la comedia que trató de mantener a raya a su descendencia: Jesse, el heredero perfecto (McBride otra vez), Judy, la conflictiva hija del medio (Edi Patterson), y Kelvin, el joven rebelde (Adam DeVine). Pero, ¿también se dedican a los medios y el entretenimiento?

Sí y no. Los Gemstone son una familia de televangelistas, esa rama de los predicadores que se presentan en megaiglesias y tienen a su alrededor un imperio mediático y de marketing. La serie, entonces, aprovechó durante años para rascar y descubrir rápidamente la hipocresía de quienes difunden la palabra de Dios. Como habrá visto cualquiera con redes sociales y curiosidad, mucho del cristianismo que se practica en Estados Unidos tiene muy poco que ver con los valores de la pobreza e incluso la solidaridad.

De todos modos, el partido del humor se jugará en las relaciones interpersonales. Y en ese sentido, The Righteous Gemstones fue un éxito desde el primer episodio al último. Jesse Gemstone no es Kenny Powers (ese personaje es inimitable), pero no faltará el humor zafado, en especial por lo que sale de boca de los tres hermanitos. Y en especial cuando están peleando entre ellos.

Cada temporada tuvo un arco principal, y es probable que la última no se haya sentido tan “última” (el final de la tercera funcionaba mejor como season finale), pero eso es lo de menos, porque esta es una serie para ver al menos dos veces: una para seguir con atención la trama y otra para ser consciente de las frases que salen de la boca de cada uno de los personajes. Como dijo alguien en Twitter (le sigo diciendo Twitter), la mayoría de las veces son frases que jamás habían sido pronunciadas en la historia de la humanidad.

Después, lógicamente, en estos años se armó un universo importante de personajes, una pequeña Springfield (cualquier universo de personajes lo comparo automáticamente con Los Simpson) y además tuvimos a los antagonistas de turno, igual que en cada año de Succession. Hubo un mono enfermero, un entrenador de cocodrilos y hasta un flashback a la Guerra Civil. Si algo podría criticársele al cierre es que los personajes terminan demasiado bien, sin sufrir las consecuencias de una vida disipada solventada por el dinero de los que tienen menos. También vale decirlo; en ese sentido, el verosímil creado es apabullante.

The Righteous Gemstones. 36 episodios de entre 30 y 60 minutos. En HBO Max.