No le hacen falta más de dos pitadas del cigarro que sale a fumar a la vereda para volver a Maroñas, el barrio donde se crio: un rato antes de comenzar Sin piedad –el ciclo de investigación, análisis y debate de la actualidad política que conduce junto con Eduardo Preve los miércoles de 21.00 a 22.30 por VTV–, se recuesta en un muro pegado a la puerta del canal para afinar un relato que incluye a su padre, disparos, una reja en movimiento y una idea de vecinos ingeniosos.
Desde que arranca su jornada con W. A. M. –de lunes a viernes de 8.00 a 10.00 por el canal de streaming Aweno TV–, su lente de actualidad le devuelve vivencias de otras épocas, en las que el azar, la improvisación, la falta de regulación legal y el consumo de marcas de alimentos de dudosa procedencia pueden funcionar como un problema y una salida al mismo tiempo.
“Lo popular siempre fue mi aspiración”, reconoce. “Tanto en Aweno TV como en VTV era lo que estaban buscando cuando me llamaron”, explica sobre sus nuevos emprendimientos mientras continúa al frente de la conducción del late night La aldea los jueves a las 21.00 en TV Ciudad.
Hasta no hace mucho tiempo, entendía que su trabajo en los medios sería “uno más” en una larga lista cuyo lugar de mayor disfrute llegó a ocuparlo un depósito de productos de belleza. Sobre esa certeza removida y otras inquietudes de su oficio, Diego Gónzalez volvió a conversar con la diaria.
¿Descubriste cómo se hace para que funcione un programa de streaming?
El año pasado hicimos Otro streaming [con Eduardo Preve y Maxi Pérez], que fue una apuesta totalmente artesanal y sin ninguna aspiración. Ahí no le había agarrado la onda. Se parecía más a hacer tele con amigos, con un programa enfocado en la campaña electoral. Nos fue muy bien, con números hasta exagerados para la realidad del streaming, pero yo sabía que no era una buena medida de cómo funciona acá. Siento que recién ahora, con esta propuesta, le estoy encontrando la vuelta, y me parece muy interesante. Por ejemplo, perdés la comunicación inmediata.
La línea temporal del streaming es diferente de la del resto de los medios. A nosotros hoy nos están comentando algo que pasó hace tres semanas. Además, te ven en cualquier horario o llegan a vos por un corte de redes. Entonces, no les estás hablando a los que te están viendo en ese momento. W. A. M. tiene un promedio de 300 personas en vivo y de mañana, que para los números del streaming uruguayo está perfecto. Y después un reel lo pueden ver 100.000 personas.
La radio y la tele tienen algo de efímero. Lo del streaming es como que sigue sucediendo al infinito. Por otra parte, el rating no hay manera de dibujarlo: es honesto y brutal.
Uno de los desafíos que presenta el medio es el alto consumo de streamings argentinos por parte del público uruguayo. ¿Cuál es la mejor manera de salir a dar esa competencia?
Creo que el streaming uruguayo tiene dos o tres pasitos más para dar. Por lo nuevo del medio, acá te encontrás con personas que no conocés hablando de temas cotidianos, y eso no es muy atrapante. No sé si a mí me interesa saber qué le pasó a un desconocido al que se le rompió el teléfono. Si eso mismo te lo cuenta el Piñe [Jorge Piñeyrúa], te puede resultar interesante porque ya tenés una cantidad de datos de contexto sobre el personaje que hace más rica esa cosa cotidiana. Así que en este momento el streaming uruguayo está formando figuras que dentro de unos años van a tener esa persona escénica y, por lo tanto, van a ser muchos más atractivos.
También pasa que, de golpe, es como si hubieran abierto cien pizzerías, una al lado de la otra. Todos venden pizza. Es decir, una más rica, otra más barata, pero básicamente lo que encontrás es una mesa con cuatro personas hablando. Teníamos una linda oportunidad de hacer cosas diferentes.
La diferencia de nuestro programa es que tocamos la actualidad. O sea, vos no podés competir contra Netflix. Creo que la clave está en contar las cosas que pasan acá en Uruguay. Ahí podemos hacer la diferencia.
Estuviste en el arranque de La letra chica en TV Ciudad, el año pasado encaraste Otro streaming y este año arrancaste con Sin piedad en VTV. ¿Le estás agarrando el gusto al periodismo?
Igual, claramente yo no soy periodista. Soy conductor de televisión y confío en mis condiciones de poder conducir un programa de lo que sea. En este caso, obviamente uno tiene que estar bien rodeado. Yo solo no podría hacer un periodístico.
Pero tenés que estar bien informado e involucrado en las noticias o los temas que van a tratar en cada programa.
Pero cuando yo hago un programa de entretenimiento también me tengo que involucrar en el programa. Para mí es el mismo tipo de trabajo. Lo que tengo que hacer es conducir para que la propuesta resulte entretenida. Después, en Sin piedad, Eduardo se encarga de las investigaciones periodísticas y tenemos una producción que labura muchísimo, pero yo tengo plena confianza en ellos. Entonces mi trabajo es televisivo, sea un programa de cocina, de viajes o de política.
Sin piedad, además, tiene la característica de presentar investigaciones que están fuera de agenda.
Eso para mí es lo más divertido. A mí me pasa que estoy pendiente de las noticias que salen, y abrís los portales de los medios grandes y sale más o menos la misma noticia en todos lados, en el mismo orden, con la misma edición. Parece que se pusieran de acuerdo. O sea, no hay un corte editorial.
A veces, cuando me pongo en el lugar de un medio, pienso: “Si todos los canales salen con una cosa, vamos por otro camino”. Por ejemplo, hace unas semanas se dedicaron a cubrir el cierre de la Biblioteca Nacional. ¿Me vas a decir que no había ninguna otra cosa de la que ocuparse? Pasan más cosas. O, al menos, buscá un ángulo diferente.
¿Por qué creés que funciona así?
Debe ser una estrategia que yo no entiendo, pero me parece extremadamente aburrida.
Foto: Alessandro Maradei
Sos un conductor de tevé con cierta inquietud periodística, entonces.
Bueno, a mí una de las cosas que me divierten en los periodistas que consumo es la opinión, el editorial. Yo entiendo que hay momentos en los que tenés que informar, pero cuando tenés una carrera hecha, creo que es tu responsabilidad tener una opinión sobre temas que afectan a toda la sociedad. Yo recuerdo figuras del periodismo que daban su opinión. A veces leés comunicadores que tuitean: “Fulano dijo que Mengano cometió tal delito”. Ta, bárbaro. Me repetís lo que yo ya leí en otro medio. ¿Y no me vas a decir nada más? ¿Cuál es el sentido? Ni siquiera me estás dando una noticia. Siento que muchas veces al trabajo periodístico le falta la mitad de la nota. Por ejemplo: “El senador expresó que tal ley no se debe aplicar a tal caso”, y ponele que incurrió en un error o una falsedad, y la nota tiene lo que dijo, pero no se aclara que cometió un error y que lo que correspondía decir, en realidad, era tal otra cosa.
¿A quién podrías destacar entre esos periodistas que te gustan?
Gabriel Pereyra, por ejemplo. Cuando lo escuchás decís: “Este tipo se movió”. Sobre todo, en noticias como la de los cuatro presos que murieron en la cárcel el otro día. O sea: “¿No te calienta la sangre?”. Aunque estés hablando de deportes: “Che, qué desastre esto que pasó”, algo de eso, si sos periodista, te tiene que salir.
¿Por qué crees que eso no pasa tan seguido?
Creo que por inseguridad laboral. Vivimos con eso. En mi caso, esa pantalla ya la pasé. Estoy convencido de que, hagas o no hagas, te pegan una patada en el culo igual. Entonces, por lo menos, el trayecto que hagas, hacelo con cierta dignidad y credibilidad para que tu oficio tenga un valor. Si no, sos una persona que lee noticias, como cualquier otro. Le tenés que agregar un plus a lo que hacés. No podés ser un helecho que lee. O capaz que tu sueño en la vida era ese, pero de esa forma, sin esencia, sos una persona totalmente sustituible.
¿Ese encare de la profesión te costó algún trabajo?
Creo que sí, pero no me importa. Pero no lo digo desde la rebeldía, y también porque siempre estoy consiguiendo laburo. Por otra parte, me ha dado mucho alivio saber que cuando me contratan lo hacen con todo mi contexto. Además, sé que puedo trabajar de cualquier otra cosa, como ya lo hice otras veces.
Con este trabajo en particular en los medios, me pasa que durante mucho tiempo mi escudo era convencerme de que era un trabajo más. Y después, con el tiempo, aprendí que no es un trabajo más. Vos tenés una responsabilidad. Si vos sólo querés salir en la tele, está bien. Pero trabajar en los medios, en la tele o en el que sea, es otra cosa. Si vos aceptás la responsabilidad de ser un trabajador de la comunicación, tenés que asumir la responsabilidad que viene con ese trabajo. Porque tenés una voz amplificada y hay una cantidad de gente que te escucha y que puede llegar a ser influenciada por lo que vos decís. Salir a la tele, sale cualquiera.
¿Ya recibiste alguna crítica por trabajar en VTV y para Tenfield?
Pero al final no les sirve nada. Cuando estoy en un canal público, porque es público, y cuando es privado, porque es privado. Que se vayan a cagar. Recibimos críticas antes de que saliera el programa. Después de que salió, ninguna crítica. Y para mí eso es muy importante, porque lo que nosotros decimos te puede gustar más o menos. Ahora, si me dicen: “Che, están mal iluminados”, en eso sí me detengo.
Llegaste a TV Ciudad como una de las figuras de La letra chica, pero no demoraste en irte del programa. ¿Por qué tomaste esa decisión?
Fue muy denso. Lo dejamos a la vez con el profe Piñeyrúa, después del primer año. De hecho, yo venía de Masterchef y muy cargado de trabajo y pensé que en TV Ciudad la cosa iba a ser mucho más tranqui, y de golpe el programa estaba en la tapa de los diarios y medía como los canales de aire. Hasta el día de hoy no nos explicamos mucho qué fue lo que pasó con esa temporada de La letra chica. Porque, siempre digo, fue el programa más tranquilo en el que trabajé. Era la cosa más básica de la televisión.
¿Por qué te fuiste?
Había una cuestión de mucho odio. Y fue rarísimo, porque creo que la mayoría de esa gente que salía a criticar el programa no lo veía. Ni los que lo amaban ni los que lo odiaban. Creo que nos convertimos en un símbolo de algo. Para unos, de resistencia. Para otros, de no sé qué. Pero yo llegaba a mi casa después de leer las críticas y pensaba: “¿Esta gente vio el programa que hicimos? Porque habíamos estado hablando, ponele, con un sociólogo y un filósofo, a veces, de temas muy académicos. Pero parecía que nosotros salíamos con una antorcha a quemar banderas de Estados Unidos, y el programa era una cosa totalmente distinta. Lo que rescato de esa temporada fue que resultó en una gran campaña de publicidad para TV Ciudad, y el canal empezó a tener mayor visibilidad.
Este año arrancaste un nuevo ciclo de La aldea en TV Ciudad. ¿Es lo que más te gusta hacer?
Me gustan todas las cosas que hago. La aldea es un programa que nunca me aburre por la dinámica que tiene. Al comienzo del ciclo no sabíamos bien cómo íbamos a armar el programa. El canal me había preguntado: “¿Qué te gustaría hacer?”, yo les propuse un late night, y el problema es que me dijeron que sí. Nos fuimos a Peñarol a un teatro precioso [el Centro Cultural Artesano], después pasamos a la sala Camacuá, y ahora vamos por la cuarta temporada.
Hace cuatro años que estoy escribiendo humor de actualidad semanalmente, que son como diez horas de material inédito por año. Es pila.
¿Escribís solo tu monólogo?
Después de que lo escribo se lo paso a Ernesto Muniz, que lo supervisa, le agrega la música, me sugiere algún cambio de algún chiste o algún remate. Es una tarea de mucha presión, pero que al mismo tiempo me divierte mucho. Siempre pienso que no lo voy a poder hacer. Hasta último momento. Creo que es algo personal, que lo hago para pincharme.
En esa faceta en la que hacés humor político también sos algo más que un conductor.
Es que si no te lo escribís vos, me parece que no tiene valor. El monólogo es muy editorial. Yo elijo el tema y hasta dónde ir con el humor.
¿Tenés tu balance de los 100 días del gobierno? ¿Algún tema que te preocupe especialmente?
Entiendo que hay temas que son urgentes, calculo que para el gobierno también. La gente está ansiosa, la oposición está ansiosa, y creo que está bien que pase así, porque en ambos casos se demuestra un interés por la realidad. Yo creo que la atención a la infancia, la gente en situación de calle, son dos de esos temas, y habría que sumar la problemática del sistema penitenciario. La gente se está enojando mucho con los políticos, y eso no le hace bien a nadie. Pensar que todo lo malo que nos pasa es por culpa de los políticos no soluciona nada. Me parece que hay que empezar a ir a los bifes, a las cosas tangibles, y resolver cosas, aunque no sean los grandes temas, y mostrar qué se resolvió.
Creo que la gente está esperando alguna señal de ese tipo. Ojo, tampoco quiero volver a aquello de que te muestro todo como si estuviéramos viviendo en un anuncio permanente. Un equilibrio entre esas dos cosas estaría bien.
En el período pasado hubo un exceso de anuncios y de mostrar lo que se hacía. A mí me venía bien para hacer chistes para La aldea, pero como que ya está, no quiero hacer más chistes de eso, no quiero mostrar un funcionario mostrando la instalación de un aire acondicionado. Quiero que se note que están preocupados; quiero que los políticos se dejen de pelear en las redes y no hagan más enojar a la gente, que lo charlen en la interna o por Whatsapp.