Lali Espósito es una de las mujeres más reconocidas de Latinoamérica: cantante, actriz, compositora y bailarina, ha sabido construir un profundo y honesto vínculo emocional con su público y siempre se ha mostrado auténtica y sin miedo a exponer sus ideas. Es una gran referente de la industria pop en español y la más completa artista escénica. En su rol de actriz, fue la protagonista de la exitosa El fin del amor, serie estrenada a finales de 2022 que adaptaba el ensayo homónimo de la escritora Tamara Tenenbaum y que, en clave de comedia dramática que nos entretenía pero también nos incomodaba, abordaba la amistad, la maternidad, la soltería, el poliamor y la monogamia como eje cultural de las relaciones amorosas.

Una Lali más madura y aguda está de regreso en la segunda temporada de la serie (también ahora como productora ejecutiva), que vuelve a centrarse en Tamara, una filósofa judía que creció en una comunidad ortodoxa y que, tras un duro proceso personal para romper con lo aprendido, se encuentra con un inesperado éxito por la publicación de su libro. Este ansiado presente la convierte en una referente del feminismo moderno, logrando reconocimiento y esa libertad tan deseada, pero ¿a qué precio? ¿Qué pasa cuando conseguimos lo que soñábamos pero seguimos sintiendo que algo más falta?

Ahora, Tamara se enfrenta a un proceso judicial por la muerte de su padre en la AMIA, conflicto que reabre viejas heridas familiares con su mamá Ruth (Verónica Llinás) y cuestiona su narrativa vinculada al judaísmo y sus orígenes, empujándola a diferentes formas de amistad con Juana (Vera Spinetta) y Laura (Julieta Zapiola) y a una nueva relación amorosa que atraviesa lo que ella misma creía en deconstrucción. Esto reformula su idea de mandatos sociales y la impulsa a la búsqueda de la identidad, la familia, el duelo, la adultez, la libertad, el amor, el sexo y el deseo.

La aparición de Gustavo (Daniel Hendler) pone a prueba sus sentimientos y convicciones, profundiza sus conflictos y prejuicios internos sobre las relaciones y la monogamia (para Tamara el retorno a ella obedece al “cansancio” que generan las citas) y, desde las complejidades del feminismo y los roles de género, nos muestra nuevos encares de los vínculos. Tamara sigue redescubriéndose, cuestiona las estructuras sociales tradicionales y relata, con tono ágil e irónico, los altos costos que tiene para las mujeres la autonomía laboral, intelectual y emocional. Hay una interpelación a los paradigmas sobre el amor romántico: ¿están definitivamente obsoletos o se nos imponen nuevos prejuicios, tan opresores como los anteriores?

En general, prevalece una noción bastante resbalosa sobre la responsabilidad afectiva de las relaciones actuales y la serie se sumerge de lleno en ellas, narrando los vaivenes emocionales de una generación que desconfía del amor, pero que no puede parar de buscarlo. Hay una frescura en Lali Espósito que hace que su continua confrontación con la vida adulta sea menos dramática y más creíble: Tamara se desconecta de sus amigas y vuelve a ellas, se harta de su familia, se olvida de ser responsable, le falla a todos y huye de la funcionalidad de la adultez, se siente imposibilitada de hacerse cargo de sus deseos y sus errores y, aunque trabaja para poder cambiarlo, le genera terror que su libertad esté atravesada por la demanda ajena.

Todos los personajes de esta segunda temporada, sólidos y bien construidos desde la sinceridad (grandes aciertos: Martín Rechimuzzi como su asistente Poli y Hendler como su nuevo amor), no buscan agradar sino que son incómodos, se incomodan entre sí y destruyen todo lo conocido. El eje “serio”, más profundo que el de la primera temporada, se centra en el juicio al Estado por la muerte del padre de Tamara en el atentado a la AMIA, el cual tiene un enorme valor simbólico: la figura patriarcal, en duda, interpela todo el universo femenino de la protagonista.

En esta segunda temporada, El fin del amor brilla, deja preguntas abiertas y retrata la búsqueda de una mujer intelectual, neurótica y moderna, entre un pasado de judíos ortodoxos del barrio de Once y un presente en el inquieto ambiente queer de Palermo. El deseo femenino se pone bajo la lupa, mientras hay amigas que se sinceran y muestran sus propios fantasmas, crisis religiosas y una filósofa contemporánea, por momentos insoportable, viene a decirnos lo infinitamente falibles que somos.

El fin del amor, segunda temporada. Ocho capítulos de aproximadamente media hora. En Prime Video.