Hace cinco años se lanzaba por primera vez el concurso de escritura Gigantes de la Lengua, dirigido a escolares y organizado por la revista Gigantes, Ceibal y la Cámara Uruguaya del Libro. Desde aquella primera edición en plena pandemia ha ido cambiando, incorporando novedades.

Leandro Bustos, de Ceibal, comentó a la diaria: “Mantenemos las mismas categorías, aunque Literario se dividirá en dos subcategorías, narrativa y poesía. Hay dos novedades: podrán presentarse trabajos de niñas y niños de 3° a 7°, atendiendo a lo que es la educación básica integrada, que, si bien tiene sus etapas, es un ciclo. Nos parece importante que participe 7°, que además es también público de Gigantes. La otra novedad es que cuando se conozcan los ganadores vamos a imprimir una antología de los trabajos ganadores de estos cinco años”. Respecto de la incorporación de 7°, Martín Otheguy, director de Gigantes, apunta: “Nos entusiasma porque no sólo ampliará la participación, sino seguramente también los temas y estilos. Es emocionante y también sorprendente ver cuánto varían las obras y cuán frescos son muchos de los enfoques”.

Un quinquenio gigante

En las cinco ediciones de la premiación la convocatoria se ha ido ampliando, con mayor cantidad de participantes de distintos lugares del país. Sobre el camino transitado comenta Otheguy: “El concurso Gigantes de la Lengua ha ido cambiando poco a poco cada año, al incorporar nuevas categorías, como un premio específico para quienes usan la Plataforma de Lengua de Ceibal y otro entregado por un jurado exclusivamente infantil/juvenil, además de las tres centrales (Literatura, Periodismo, Divulgación). Eso permitió entregar más premios y menciones, que siempre es lindo porque muchos niños y niñas participan con ilusión y el objetivo del concurso no es fomentar la competencia, sino la participación y la creatividad, pero obviamente les entusiasma quedar elegidos. El interés siempre fue alto, pero hemos visto que ha ido adquiriendo más relevancia, con mayor cobertura de medios y más cantidad de público en las entregas de premios. Algo bueno del concurso es que los premios son sobre todo colectivos, y año a año hemos ido mejorando eso, que cada vez más clases puedan tener experiencias ricas, como funciones exclusivas en el Planetario, jornadas de cine en Cinemateca y mucho más”.

Por otra parte, Bustos destaca: “Lo que empezó como algo muy puntual, con chicos que ya eran muy asiduos de la publicación, solían escribir y se presentaban para concursar, empezó a crecer, sobre todo, hace dos años cuando incorporamos la categoría Plataforma de Lengua y les dimos un incentivo a los maestros que ya venían trabajando con proyectos de escritura en el aula”. Por otra parte, hace hincapié en la participación de escuelas del interior del país: “También hemos notado que se ha convertido en un fenómeno más nacional lo que había comenzado como algo más metropolitano. El año pasado, una de las ganadoras era de Sant’Ana do Livramento y se vinieron el día para que la niña pudiera recibir su premio”.

Pero el concurso no termina el día de la premiación, que siempre es una fiesta, sino que es más bien un comienzo tanto en el vínculo con la revista Gigantes como en el mundo que se abre con el incentivo de escribir. Con respecto al vínculo con los premiados, Otheguy dice: “Intentamos que al menos algunos de los ganadores tengan participación activa en los siguientes concursos, por ejemplo actuando como jurados (como pasó el año pasado y pasará este), y seguimos en contacto con ellos y sus mediadores para publicar sus obras en Gigantes, lo que deriva en distintos tipos de interacción y entusiasmo. Entre los premios que se entregan año a año hay suscripciones de Gigantes para todos los que reciben premios y menciones, así que eso motiva a que sigan leyendo la publicación y muchos se convierten también en participantes activos e incluso miembros del GASH, que es nuestro grupo de asesores, que participa en el armado de contenidos de cada número”. “Creo que eso es lo mejor del concurso, poder conocer más a niños y niñas con interés en escribir y leer, y darles un espacio para que sigan desarrollando ese entusiasmo”, resume. Bustos, por su parte, anota que “Gigantes de la Lengua se convirtió en un clásico con sello propio”.

Cómo participar

Pueden participar niñas y niños de 3° a 7° años de educación primaria, de escuelas públicas y privadas de todo el país, tanto de forma individual como en equipos o por clase. Se pueden enviar obras en tres categorías: Periodístico, que incluye noticias, entrevistas o crónicas; Literario, que incluye cuentos, poesía, fábulas o parábolas; Divulgativo, que incluye artículos de divulgación científica, informes de investigación o reportajes. Los trabajos tendrán un máximo de 5.000 caracteres con espacios (Literario) y de 6.500 (Periodístico y Divulgativo). Por consultas se puede escribir a [email protected]. Las bases se pueden consultar en el código QR que aparece en esta página, donde también se accede a un formulario que hay que llenar para participar.

Un protagonista

El año pasado, en la categoría Literario, el ganador fue Francesco Cartagena, de la Escuela del Plata de Ciudad del Plata, en el departamento de San José, cerquita del río Santa Lucía. Mereció el premio por Raturro y el tour mundial, un cuento ilustrado en el que combinaba humor, información y el juego con las palabras. Francesco, que ahora tiene 11 años y está en 5°, visitó la redacción de la diaria junto con su mamá, su papá y su hermana, y llevó un ejemplar impreso de su libro para mostrar.

Sobre la experiencia de presentarse a Gigantes de la Lengua cuenta: “Me enteré del concurso gracias a que a mi escuela iba una señora de Ceibal y como a toda mi escuela y a mi clase les gustaba [el cuento], decidí mostrárselo a ella. Yo estaba muy preocupado ese día porque tenía un estudio y pensé que no iba a llegar, pero llegué y se lo pude leer. Le gustó muchísimo y me contó que había un concurso de Gigantes y me decidí a anotarme”.

Dice que el protagonista de su cuento es “una mezcla entre Gerónimo Stilton, de Elisabetta Dami, y Gaturro”, y que eligió un ratón por una mascota que tuvo: un hámster que se llamaba Copito. “Me acuerdo que parecía que bailaba, y una vez mi madre lo encontró debajo de la mesa porque se había escapado”, contó.

Francesco escribía desde los cinco años: “Dibujaba dinosaurios y después le mostraba a mi papá, le daba tipo una clase. Los dibujaba en una hoja, con los nombres, y los engrampaba. Después, en segundo empecé a hacer libros de frutas y verduras jugando, dialogando entre ellas. Y en tercero empecé a escribir Raturro”. Adelanta que ya está escribiendo una segunda parte, Raturro tiene suerte, y asegura que le encantaría seguir y ser escritor. “Y tener una editorial”, agrega.

El año pasado, cuando ganó el premio, fue una alegría para él y una revolución en la escuela. “A mis compañeros les gusta, y hay bastantes que quieren escribir y participar”, asegura. “Me recibieron muy bien. Me acuerdo que una vez que me había llevado la revista Gigantes querían saber qué era y se las mostré al final de la clase”. De los libros que ganó, cuenta: “Misteriosa Banda Oriental [de Sebastián Pedrozo] fue el primero que leí porque estábamos dando eso mismo en la clase, la Banda Oriental. Me gustó el texto y de qué trataba, de Uruguay. Estaba bueno”. Le gusta mucho leer, cuenta: “Tengo bastantes libros. Hace poco me compraron Pancho el pitbull 5, que me encanta”.

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