Las comedias deportivas son un clásico estadounidense. Usualmente, el esquema incluye un jugador/equipo/personaje que tiene talento pero, por alguna razón, no puede demostrarlo hasta que, casi siempre por casualidad o como último recurso, se le da esa chance y se transforma en el underdog. La expresión del inglés, bastante intraducible –sería “el menos favorito”, digamos–, define en sí misma el subgénero: se trata de historias en las que un competidor tiene, de repente, posibilidades. No necesariamente ganará, pero sí tendrá oportunidad de hacerlo y, más importante aún, logrará durante la construcción de este relato que los espectadores deseemos que gane.

Los casos de este subgénero son muchísimos, pero nos vamos a centrar tan sólo en dos porque son fundamentales para la construcción de la serie Una nueva jugada (triste traducción de la expresión deportiva Running Point, que es el título original y significaría algo así como “tomar el liderazgo”)

El primero es el hoy ya inconfundible estilo “bonachón” de Ted Lasso, el tipo de relato feeling good en el que básicamente todo el mundo es bastante decente y, aunque haya equívocos, es siempre una comedia bastante sana y amigable con los tiempos que corren. Además, Una nueva jugada comparte con Ted Lasso parte del esquema “nuevo encargado que trata de cambiar el rumbo”. La notable diferencia aquí es que, a diferencia de Ted –estadounidense que no sabe nada de fútbol y termina dirigiendo un equipo de la Premier League–, Isla Gordon (Kate Hudson) sabe mucho de básquetbol y es parte de la familia que ha llevado adelante desde su creación los destinos del equipo ficticio Los Angeles Waves.

Justamente, es la presencia de Hudson en el protagónico lo que nos lleva a la segunda referencia: la notable comedia Wildcats (o, para seguir con las traducciones difíciles, Échame la pelota chica). En ella Goldie Hawn –madre de Kate Hudson– interpretaba a una entrenadora de colegio que terminaba a cargo de un equipo de fútbol americano. Hudson tiene hoy un nivel como comediante que la acerca a los mejores tiempos de su madre, algo que sólo podemos festejar y que Una nueva jugada aprovecha plenamente.

Por una serie de circunstancias, es Isla –la eterna descartada del clan Gordon, compuesto por otros tres hermanos, todos ellos varones– la que termina a cargo de una temporada desastrosa de los Waves, y son sus opciones y elecciones las que darán una chance inesperada al equipo. Por supuesto, la serie gira alrededor de ella (y Hudson está estupenda), pero sus creadores, Ike Barinholtz, Mindy Kaling y Elaine Ko (los dos primeros, reconocidos comediantes por mérito propio; la tercera, guionista de varias series de éxito, como Modern Family y Only Murders in the Building), entienden bien que este es un juego de equipo, por lo que la rodean de un elenco estupendo de personajes secundarios, empezando por el trío de hermanos (Scott MacArthur, Drew Tarver y Justin Theroux), los propios basquetbolistas y su entrenador (Toby Sandeman, Uche Agada, Chet Hanks y Jay Ellis) y diferentes caracteres puntuales que irán enriqueciendo la trama.

Liviana y pasatista, pero sin caer en la cursilería empalagosa que terminó arruinando a sus referentes (lo vergonzoso de Ted Lasso en su tercera temporada, por ejemplo), Una nueva jugada entretiene siempre. Una sitcom muy al estilo siglo XXI, con problemas a solucionar en 20 minutos para Isla y los suyos, más una trama que engancha durante toda la temporada.

Una nueva jugada. Diez episodios de 30 minutos. En Netflix.