Tres bolsas negras reventadas de escombros que se reparten los restos de un muro tirado abajo –una obra de la pasada administración separaba las radios del Sodre de oficinas de la Dirección de Cultura del MEC– avisan sobre el plan de reformas y reparaciones del edificio donde están los estudios de las radios públicas, en la calle Sarandí de la Ciudad Vieja.
“Este lugar estaba abandonado. Su destino era desaparecer”, explica el médico y comunicador floridense Daniel Ayala, en su rol de anfitrión y director de Radiodifusión Nacional del Uruguay, en una visita guiada para la diaria.
Las obras en marcha buscan revertir una mudanza que había comenzado por Radio Uruguay –que fue instalada en un contenedor ubicado en el predio de Canal 5– y que continuaba con el traslado de Clásica, Radio Cultura y Babel FM a otros cubículos como los que se usan en el puerto.
“Acá tenemos pensado armar un museo de la radio”, dice Ayala mientras apoya la mano sobre un vidrio esmerilado que sobrevive en las puertas del Archivo de la Imagen y la Palabra. Dentro de la repartición registral, sin actividad a la vista, un balde y una silla reclinable sostienen pilas de papeles y otros desechos acumulados.
“Esta es como una de mis casas”, dirá más tarde Ayala, tras evocar el día de 1988 en el que, junto con colegas diexistas, golpearon la puerta de CX 26 con la extravagante propuesta de Radioactividades, una producción dedicada a “historiar sobre la radio, sus personajes, programas y la actualidad de los medios de comunicación”. Hoy el programa lleva 36 años ininterrumpidos al aire.
Su primer recuerdo radial está ligado a su padre, que era informativista de Rural. “Yo tendría cuatro, cinco años. La cabina era muy pequeña, tenía mosaicos blancos y un espejo. Esas imágenes que a veces uno duda si habrán existido, pero yo las tengo”.
Escaleras abajo hasta el subsuelo, los funcionarios trabajan en el reacondicionamiento de los estudios radiales y las salas de producción. Uno de ellos rememora la sensación física del movimiento constante en el piso del contenedor radial y la tristeza del viejo edificio de cables desconectados.
En el camino hacia la discoteca, una luz blanquísima e intensa sale del techo de los nuevos estudios de Radio Uruguay, preparados para su regreso al barrio y sus transmisiones de streaming.
Sin perder la serenidad y la parsimonia de su carácter, Ayala transmite algo de su entusiasmo cuando habla del tono de azul elegido para los nuevos paneles aislantes, de su equipo de trabajo (“gente con la que nos conocemos desde hace muchos años, que conoce y entiende el medio”) y del regreso del estudio móvil de las radios públicas.
“La idea es trabajar el territorio como propio y tener un alcance nacional. Si vamos a Juan Lacaze, vamos a hablar de lo que pasa en Juan Lacaze”, dice, ya instalado en la oficina en la que seguirá esta charla.
Cuando asumiste te encontraste con un panorama de abandono.
Lo que pasó fue que desde el Secan [Servicio de Comunicación Audiovisual Nacional] hubo una succión de los recursos de las radios que se destinaron a la televisión. Se dio de baja a una cantidad de contratos, pero además muchos de los contratos de los que estaban acá terminaron trabajando en la televisión o en el área digital.
Para ponerte un ejemplo: el servicio de prensa de las radios llegó a tener 15 personas trabajando y fue eliminado. Terminamos sin informativos, salvo en la mañana con la custodia de Adriana Martel y después de Gustavo Pérez Berrueta. Los flashes, el informativo al mediodía, todo eso fue desapareciendo paulatinamente y en su lugar se retransmitía el informativo de Canal 5. Eso afectó todo el presupuesto de las radios.
¿En qué etapa están ahora las radios?
En una etapa de reconstrucción. Las radios no fueron prioridad en los cinco años anteriores. Eso se nota en la cantidad de recursos humanos y económicos que se necesita recuperar para funcionar. Otra cosa que pasó es que se había frenado la incorporación de repetidoras en el interior, por lo que algunos departamentos quedaron sin corresponsales por algunos años. Cuando nosotros asumimos había seis departamentos que no tenían corresponsales y que ahora los tienen por un llamado a concurso que hicimos.
La planta emisora también tiene años de abandono. En este edificio de Sarandí hacía dos o tres años que no se hacía nada, ni siquiera mantenimiento. El plan era mudar las radios a los contenedores de la explanada de Canal 5.
Por lo tanto, lo primero que hicimos cuando asumimos fue que el personal correspondiente viniera para acá y empezara a hacer los arreglos del caso. Radio Uruguay y las grabaciones vuelven a estar en este edificio.
En este reacomodamiento, ¿cómo encarás la relación con Canal 5?
La radio tiene 95 años de historia. El Sodre y la radio eran casi lo mismo. Después, hacia 2012, apareció la idea del Secan como manera de aglutinar los medios públicos. Eso implicó cambios para la televisión, que tiene una cultura organizacional distinta y que además se había separado del Sodre, y para la radio, que siempre tuvo un vínculo muy estrecho con el Sodre y pasó a ser parte de esa organización.
Si uno se pone a pensar, en teoría está bueno que exista una organización coordinada de medios audiovisuales públicos de un país. Con la perspectiva del tiempo, para la radio no fue lo mejor. La televisión tiene otra magnitud en un montón de aspectos, desde las asimetrías en las remuneraciones hasta los costos operativos. Entonces, lo que ha habido en estos años pasados, reitero, fue una succión de la radio y una absorción de sus recursos hacia la televisión.
Nosotros ahora nos reunimos todos los jueves con la presidenta del Secan, Erika Hoffman, que es a la vez la directora de Canal 5, y con la vocal del directorio, Adriana Asti. El Secan nunca había funcionado de esta manera, y eso también resulta un gran desafío de coordinación.
¿Qué impronta les querés dar a las radios públicas?
Si pienso en Radio Uruguay, tiene como enorme desafío ser una radio de contexto nacional, no solamente con la cobertura a través de las repetidoras. Queremos seguir ampliando ese rango de cobertura, pero además el desafío enorme es el de ser una radio de contexto nacional en sus contenidos periodísticos e informativos. Y hablo de lo nacional porque no existe un interior. Tenemos una diversidad territorial, cultural, social en todo el país, así que Uruguay tiene que reflejar todas esas realidades diferentes.
¿De qué forma?
Vivimos en un país en donde todo se genera, se vive, desde la centralidad de la capital. Entonces, para empezar, que el director de las radios venga desde Florida, mi terruño adoptivo desde hace más de 30 años, y que viaje casi todos los días para acá, ya te da una pauta de lo que buscamos. Eso permite que uno también tenga otra visión de las cosas, desde la información hasta en cómo te parás frente a determinados temas.
Para nosotros, los 19 corresponsales que tenemos son periodistas y portavoces que conocen esos territorios. Radio Uruguay tiene una audiencia importante en el interior y eso pasa desapercibido en Montevideo, como pasan casi todas las cosas del interior. Nosotros estamos en los diales de cada uno de esos lugares, a través de todas las repetidoras que tenemos, lo que nos da un potencial enorme para ir hacia nuestro objetivo de lograr una emisora periodística e informativa de contexto nacional. Eso no lo hace ninguna otra radio.
Foto: Alessandro Maradei
Por lo que contás, además de cumplir con las funciones informativas y de difusión y promoción de la cultura, entiendo que no te da lo mismo si las radios del Sodre se escuchan más o menos. O sea, te interesa que se escuchen más.
Creo que van las dos cosas de la mano. Con Radio Clásica, que nació ya hace 95 años con un perfil de música clásica, volvimos a transmitir los conciertos y las actuaciones de la Orquesta Sinfónica y el Coro Nacional de Sodre. Eso se había dejado de hacer y vamos a profundizar en esa línea. El archivo de las radios también es muy importante, y hay otros cambios que estamos y queremos impulsar.
Babel tiene una vasta audiencia y un sello propio. Es una radio reconocida en el mundo, y quizás no tanto por los uruguayos que la escuchan, que son muchos y no tienen muy claro qué hace Babel.
Radio Cultura tiene un perfil entre musical, periodístico y cultural. Además, lo que contaba de Radio Uruguay.
La búsqueda del rating, entre comillas, no deja de ser siempre importante. Uno quiere que las propuestas sean las mejores, pero la búsqueda no va por el lado de hacer lo que hacen los otros, sino por hacer las cosas que no encontrás en otro lugar del espectro radial uruguayo. Queremos escuchar voces que no se irradian y hablar de temas que no forman parte de la agenda que marcan cuatro o cinco medios capitalinos.
Estás incorporando cámaras en los estudios. Como hombre de radio, ¿las aceptás a regañadientes o entendés que son propias de esta época?
La radio se adaptó a todo: a la televisión, al cambio de horarios, internet y ahora a la radio con imagen, que no sé si es televisión barata o radio cara, como le llaman a algunos. Yo creo que se sigue manteniendo el formato, a pesar de que haya imágenes y uno no puede negar, como pasa en Argentina y también de a poco en Uruguay, que la radio también se escucha por Youtube.
Creo que lo que hacen estas nuevas tecnologías es potenciar la radio y sus contenidos, que después quedan disponibles para escuchar a demanda.
Después está eso de que la radio con imagen no es radio. Cuando yo miro la televisión estoy con todos los sentidos ahí y no puedo hacer otra cosa. En cambio, el relato, la magia de la voz y del sonido de la radio, con imagen o sin imagen, me permiten al mismo tiempo trabajar, estudiar, manejar, como siempre.
¿Usás radio portátil?
Escucho radio a través de todos los dispositivos que existen: el celular, la computadora y la radio portátil.
Yo sigo creyendo en la magia que tiene la radio. Cuando uno va a algunos lugares de laburo, de la más diversa índole, la gente está escuchando la radio, que tiene esa cosa de compañía que la hace distinta a los otros medios. Todavía hay lugares en el mundo en los que la radio sigue siendo el único medio que hay. O de repente sucede algo como el apagón masivo que hubo en España. ¿Y qué hizo la gente? Se puso a buscar sus radios portátiles y los más jóvenes preguntaban qué era eso que estaban escuchando y de dónde salía.
Tu historia en este lugar arranca con Radioactividades.
Sí, éramos Daniel Muñoz Faccioli, Roberto Belo, que después se fue a Londres a trabajar en la BBC, Horacio Nigro, que sigue siendo un radioaficionado muy activo, Gabriel Alfredo Souto y yo –no sé si me estoy olvidando de alguien–, que nos presentamos con un piloto en 1988. En ese momento estaba César Cacho Badín como director de programación de CX26 y le gustó la propuesta que le trajimos, que era esa locura de Radioactividades, que hoy sigue con Luis Ignacio Moreira y con producción de las radios públicas.
El programa después fue mutando. Al principio, todo nació de diexistas, escuchas de radios lejanas, que queríamos mostrar a la audiencia lo que estábamos haciendo.
¿Y qué estaban haciendo?
Escuchábamos radios africanas, europeas, como Radio Moscú o Radio Berlín, y teníamos un intercambio con esas radios a las que les escribíamos en los años de la dictadura militar. Algunos diexistas también eran radioaficionados. Entonces salimos a mostrar ese mundo, orgullosos de que eso era una revolución. Antes de internet, la onda corta era lo más parecido. Apretabas la perilla del receptor y se te abría un mundo de voces de todas partes.
¿Tu búsqueda al frente de las radios pasa por conservar esa esencia de la magia de la radio?
Sin dudas. Y en eso también juega el archivo que tiene la radio. Queremos potenciar y profundizar esa labor. Me gusta recordar los 95 años de historia que tienen las radios del Sodre y que transmitieron los hitos más importantes del siglo XX: las guerras, los espectáculos musicales y deportivos, como el primer mundial de fútbol. En estas radios empezó Carlos Solé, allá por 1935.
En este sentido, siempre me gusta hacer el siguiente ejercicio: vos podés ver el gol de Alcides Edgardo Ghiggia en la película Maracaná o el gol de Diego Maradona en el Mundial de 1986. Ahora, si escuchás el gol de Ghiggia en la voz de Solé, esa es otra película, y lo mismo pasa con el relato de Víctor Hugo Morales. Por más que resulte maravilloso ver lo que hizo Maradona, lo que transmite el sonido de la voz humana, la poesía de la narración y el sentimiento de alguien que está sintiendo ese gol son algo único de la imaginación con la que juega la radio.
¿Qué dirías que tienen en común los diexistas? Uno los imagina como gente un poco extravagante.
Diexista quiere decir “escucha”. Buscar y escuchar. Muchos también son radioaficionados Esa búsqueda permanente creo que te hace distinto. Somos, o éramos, bichos medio raros. Cuando yo arranqué era un mundo que se abría diferente y nos costaba a veces hacerles entender a los demás en qué estábamos. Yo creo que Radioactividades, en buena medida, nació para decir: “No estamos tan locos”.
¿Sos el funcionario más veterano de las radios públicas?
No. Hay gente más veterana, pero Radioactividades como programa puede ser el más longevo al aire. Arrancamos el 12 de febrero de 1989.
¿Te imaginabas que algún día ibas a ocupar la dirección de las radios públicas?
No, nunca pensé que me iba a pasar esto. De hecho, me sorprendió absolutamente.
¿Y lo tuviste que pensar mucho antes de asumir la responsabilidad?
Lo pensé mucho, sí, pero estas cosas se hacen con el sentimiento. Esta oportunidad de estar en un lugar que uno quiere tanto y poder incidir, ayudar y aportar no tiene precio.