Se eliminaría la categoría parodistas del carnaval

Falta de alimentos, lluvia radioactiva, regreso al modelo social de la era de las cavernas… Nada de esto debería ser un impedimento para que cada febrero volviera el carnaval. Pero claro, no estamos hablando del mismo carnaval. Ocurre que las mencionadas restricciones de alimentos volverían prácticamente imposible que los tablados se pudieran abastecer de la cantidad suficiente de chorizos y esto provocaría, a su vez, una baja en los ingresos. El carnaval posnuclear necesariamente sería más pequeño, y a la hora de eliminar categorías, el parodismo sería la primera elección, ya que su principal atractivo, esto es, el brillo de sus trajes, pasaría a ser algo común y corriente debido a la radiactividad omnipresente.

La carne de vacas de pastoreo pasaría a ser menos saludable

La alimentación a base de pasto de pradera, que en la actualidad convierte al ganado uruguayo en uno de los más ecológicos del mundo, es justamente lo que, en caso de una hecatombe nuclear, lo volvería altamente radioactivo. De hecho, sería el tiro de gracia para la ganadería uruguaya, que se vería completamente desplazada por la carne sintética. En consecuencia, la oligarquía ganadera debería ceder su sitial de privilegio a la nueva oligarquía de las empresas tecnológicas, que pasaría a poseer 45% de la riqueza del país, que consistiría en una caja de latas de arvejas, dos bidones de agua Salus rellenados con agua de la canilla antes del estallido y 500.000.000 millones de dólares en criptomonedas, equivalentes a 3,5 dólares de la actualidad.

Se naturalizaría el uso de peluquines

Una de las primeras consecuencias de la exposición a la radiación atómica es la pérdida del cabello, por lo que los peluquines, que hoy solamente se atreven a usar algunos hombres, pasarían a ser socialmente aceptados. La excepción sería el actor Aldo Martínez, cuyo pelo artificial no se caería por la radiación.

Los ríos Negro y Uruguay estarían más limpios

El cambio de hábitos de consumo a raíz de la guerra provocaría que algunos productos que hoy son de uso diario prácticamente desaparecieran de los hogares, empresas y edificios públicos de todo el mundo. El papel es uno de estos productos. Con las plantas de UPM y Stora Enso detenidas, estos dos ríos mejorarían notablemente la calidad de sus aguas, aun a pesar de la radioactividad.

Cambiaría la correlación de fuerzas en la interna del Frente Amplio

Desde hace varias décadas las agrupaciones de la fuerza política se dividen, a grandes rasgos, entre moderados y radicales. La guerra nuclear haría emerger una tercera corriente: los mutantes. Esta corriente sería mucho más grande que las otras dos sumadas, por lo que impondría su agenda al resto del Frente Amplio, aunque difícilmente lograría deshacerse de Esteban Valenti.

Desaparecería Cabildo Abierto

La exposición a grandes cantidades de radiación nuclear provoca infertilidad en hombres y mujeres, por lo que la natalidad se derrumbaría hasta un cero absoluto. El aumento de la natalidad pasaría a ser un proyecto imposible de concretar, por lo que los liderados por Guido Manini Ríos perderían su razón de ser. No olvidemos que los violadores de los derechos humanos durante la última dictadura militar quedarían libres porque las cárceles ya no formarían parte de la organización social.

Valizas pasaría a ser la capital de Uruguay

El característico paisaje posnuclear suele incluir tierras semiáridas y con escasos árboles, estructuras precarias o destruidas y seres humanos de aspecto andrajoso vagando sin rumbo. O sea, el paisaje actual de Valizas. Esto colocaría al balneario rochense en una situación muy ventajosa con respecto al resto de las aglomeraciones urbanas, ya que sería la única completamente preparada para funcionar en el nuevo escenario.