1. Quiso sacar el pasaporte español

Existe un documento en el que el prócer expresa su voluntad de acceder al pasaporte del Reino de España “por las dudas”. Artigas le habría escrito a un conocido suyo radicado en Getafe tratando de que le “tire un huesito”, porque “acá se está pudriendo todo y ya estoy un poco cansado de estos tipos”. El documento culmina con el prócer pidiendo datos para trabajar. “Ojalá salga el daguerrotipo y pueda ir para ahí, así que avisame, que me revuelvo en lo que sea, algo de mozo, en la constru o en pasar cosas por la frontera”.

2. Repartía tierras que no eran suyas

Josege, como le decían los amigos, recibió críticas porque, según un cocinero mediático de la época, “tuvo el tupé” de decidir por sí y ante sí que las tierras de malos europeos y peores americanos fuesen reasignadas a otros malos europeos y peores americanos. Claro, él todavía no sabía que los beneficiarios serían también latifundistas reaccionarios como los primeros. Pero tampoco era tan difícil imaginar lo de siempre: que una vez recibidas las suertes de estancia, los amigos pasarían a ser enemigos.

3. Le debía plata a Fructuoso Rivera

Se sabe que el primer presidente uruguayo fue un fiel aliado de Artigas pero luego lo abandonó para pasarse al imperio luso-brasileño. Lo que no se sabía hasta ahora era que Rivera se sumó a las fuerzas imperiales por cuestiones puramente económicas. Y la causa de sus problemas era la gigantesca deuda que Artigas tenía con él. El prócer convenció a Rivera de invertir en una supuesta “venta de ganado” que no era otra cosa que una de sus habituales operaciones de contrabando. Las autoridades lo descubrieron, el dinero se esfumó y cuando Rivera le reclamó a Artigas el dinero, este le respondió: “Nada debemos esperar si no es de nosotros mismos”. Rivera tomó nota de ello.

4. En 1813 se olvidó de una de las instrucciones

El prócer era bastante más olvidadizo de lo que siempre se creyó. Las famosas instrucciones enviadas a la Asamblea Constituyente de las Provincias Unidas eran 21. En la última se explicitaba que la Banda Oriental no podía pasar a ser un estado independiente bajo ningún concepto, y que si esto ocurría, Artigas pedía ser excluido de cualquier tipo de homenaje, incluyendo esculturas, pinturas y nombres de calles. Desgraciadamente, el caudillo olvidó dictar esta instrucción, lo que allanó el camino para la creación de Uruguay.

5. Era disléxico

Aunque no era muy propenso a dejar su pensamiento por escrito, Artigas fue el autor de variedad de frases para la historia, lo que lo convirtió en el gran tuitero motivacional de la época. Sin embargo, la dislexia que lo acompañó desde su infancia le jugó varias malas pasadas. Quizá la más curiosa haya sido la que surgió tras una noche de caña brasileña que lo puso cachondo, cuando quiso pedir que los orientales fueran tan ilustrados como calientes.

6. Le sacaban la tarjeta roja en todos los partidos

En esto José era el típico bobo que se toma muy en serio el partido semanal de fútbol cinco con amigos. Iba a todas las pelotas demasiado fuerte, se calentaba con Fernando Otorgués porque subía y no bajaba a marcar o con Juan Antonio Lavalleja porque siempre hacía una de más. Se iba enojando de a poco con Manuel Oribe porque decía que no se sabía muy bien para quién jugaba, y con Rivera porque le gustaba demasiado el jogo bonito y siempre estaba bardeando a Andresito Guacurarí. Al final, se olvidaba de la clemencia y metía un planchazo. Terminaba tomando tereré afuera y no lo querían llamar para los siguientes partidos. Después le hicieron un partido homenaje.

7. En la escuela le copiaba a Dámaso Antonio Larrañaga

El presbítero Larrañaga fue el principal referente intelectual de don José. La amistad nació en la temprana infancia, ya que ambos concurrían al Colegio de los Hermanos Pelotinos, que en rigor funcionaba en la capilla de la Iglesia de San Onán, en el viejo casco de Montevideo. Dámaso Antonio era un alumno aplicado, mientras que el pequeño JG se mostraba disperso y dado a actos de rebeldía, que eran castigados por los sacerdotes con penas como el plantón de 12 horas, el traslado de ladrillos calientes a mano pelada y la visita al confesionario del padre Bufarriñas, al que, sin embargo, Dámaso concurría voluntariamente. Aunque muy distintos, los niños eran inseparables. Durante las pruebas orales, José Gervasio ayudaba a su amigo a vencer la timidez, mientras que en las pruebas escritas era Dámaso el que permitía a su compinche copiar las respuestas correctas. En los ratos libres, ambos se divertían escribiendo consignas ingeniosas en la parte de atrás de sus papiros, y se cree que Artigas tomó algunas de sus frases célebres de allí, como “Respetad a los vecinos”, “Curad los embutidos” y “Clemencia, vení con los muchachos”.

8. Nunca usó corbata

Mientras los súbditos de la corona española y también los bonaerenses vestían prolijos trajes Armani y usaban iPhone y Rolex, el caudillo oriental prefería vestirse a la usanza de los gauchos: bota de potro, bombacha, camisa, chiripá y una boina al estilo Che Guevara. Algunos de sus lugartenientes, como Lavalleja, le sugirieron que al menos usara una corbata para no generar tanto rechazo entre españoles y porteños, pero Artigas se negó, con el argumento de que, más tarde o más temprano, el look gaucho se iba a poner de moda.