1. La carrera política de los alcaldes se acaba ni bien son electos. Insinuar que un alcalde pueda llegar a intendente genera risa y descrédito. Hubo un único caso de un alcalde que salió electo diputado, pero lo obligaron a dejar la banca para hacerle la campaña a una candidata a intendenta, que perdió.

  2. En las localidades con menos de 2.000 habitantes reina una anarquía estilo Mad Max. Al ser esta la cantidad de pobladores a partir de la cual se constituye un municipio, cualquier localidad que esté por debajo de ese número no tiene gobierno local. Debido a esto las reglas no existen, cualquiera puede matar a quien le caiga mal y los parques están secos porque nadie los riega.

  3. La alcaldía de Florencio Sánchez funciona como en la época de Florencio Sánchez. Las posibilidades para homenajear al genial dramaturgo eran dos: construir un teatro para 5.000 personas o retomar algunas costumbres de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, la época en la que vivió Sánchez. La construcción del teatro fue descartada debido a la poca cantidad de gente que vive en el municipio, así que se hizo un casting y Alfredo Sánchez, “el alcalde de las mil gauchadas”, consiguió el papel.

  4. Los inventó el Frente Amplio para no acumular poder. La idea surgió de las reuniones periódicas que la cúpula de la coalición de izquierda mantenía con politólogos. De allí se fueron convencidos de que era sana “la rotación de los partidos en los gobiernos” y que debían crearse estos municipios en donde perder poder a manos de los partidos de derecha. Y no sólo eso: había que darles mucha plata para que se notara.

  5. El 97% de los concejales no tiene otro hobbie. Al tratarse de cargos no rentados y con escasa incidencia en la vida pública, es difícil encontrar candidatos que no trabajen ni estudien ni tengan vida familiar ni vida social ni un hobbie más entretenido al que dedicar su tiempo libre. El 3% que sí cumple con alguna o varias de estas condiciones está integrado por aspirantes a dirigentes tan desafortunados que ni siquiera llegaron a ediles.

  6. El mapa de las alcaldías montevideanas lo hizo un bromista de oficina. La misma persona que se encargaba de ponerles apodos a sus compañeros de trabajo tomó un mapa en el que los límites de las alcaldías habían sido fijados mediante criterios razonables y de sentido común, y lo alteró para obtener un efecto cómico. Al otro día faltó y no pudo avisar que era todo una joda.

  7. Los alcaldes de Montevideo ni siquiera se conocen entre sí. La posibilidad de hacer un asado para que los titulares de las alcaldías se presenten siempre está sobre la mesa, pero el temor a juntar personas desconocidas en un mismo lugar y que no tengan tema de conversación siempre frustra el plan.

  8. El municipio de Punta del Este no depende del gobierno de la capital, sino del de la provincia. Los legisladores uruguayos que establecieron el marco regulatorio excepcional de este municipio confundieron a la ciudad autónoma de Buenos Aires con la provincia de Buenos Aires, así que en lugar de quedar en manos de los porteños de derecha, tal como estaba planeado, terminó sometido al populismo peronista.