En una 4x4 monstruosa, un conductor hiperviolento se dirige a la frontera mientras deja atrás mastines hambrientos y retazos de su familia. Ese podría ser el tráiler de Mordida (Hum, $ 410), la más reciente novela de Mercedes Estramil. Desde su tercera novela, Irreversible (2009), las historias de Estramil tomaron un costado “rutero”, con abundancia de derivas automovilísticas y escenarios móviles.
“Son personajes que huyen, y no encuentro mejor modo de hacerlos escapar que a la velocidad de un auto. Necesitan poner distancia y creen que la encuentran en lo que llamo ‘la ansiedad del pie derecho’”, comenta la autora.
Christian Moreno, el protagonista y narrador de la primera parte de la novela, resulta una especie de versión exagerada, más antipática, de Qingming, uno de los personajes principales de Washed Tombs (2017), la anterior novela de Estramil. “Christian es diferente de Qingming. Comparten la soberbia, pero es más desgraciado, y sí, posiblemente más antipático, y protagoniza más que aquel, que en ningún momento llevaba la voz narrante. Creo que por eso es más antipático, porque lo oímos”, dice Estramil.
Tanto Qingming como Moreno son polos de relaciones asimétricas entre hombres cagadores y mujeres que los buscan. El tipo de vínculo parece especialmente recurrente en los relatos de Estramil, que comenta: “En literatura, una relación amorosa que no sea despareja, en el siglo XXI, creo que no tiene lugar. De esa disparidad es que surge el conflicto y la angustia. Si el ‘cagador’ tiene enfrente a una víctima inocente, como que se pierde la gracia: la víctima tiene que saber (pienso que en realidad siempre sabe) y aun así aceptar, pagar el precio y, si es necesario, no morir. Sólo de ese modo se equipara la carga, me parece, y la debilidad se convierte en fortaleza (literariamente hablando). No sé si es uno de mis intereses describir este tipo de vínculos. Los conozco, tal vez por eso hablo de ellos, porque los tengo a mano. Pero Mordida también habla de vínculos filiales y de sangre, igual que Washed Tombs. Creo que todo es un paquete complementario”.
La “ansiedad del acelerador”, central para el género de las road movies, no es el único puente entre el universo de Estramil y el cine: muchas veces aparece nombrada o aludida la obra de David Lynch, con quien lo emparenta cierto toque sobrenatural.
“Creo que ese ‘toque’ parte de una incomprensión (mía y de todos) para entender o aceptar lo real. Y Lynch es un maestro en eso, y un tipo fiel a sus obsesiones, con independencia de que el mundo las comprenda o no. Creo que no transa con el afuera en materia artística. Tiene un patrón, por supuesto, y límites, pero dentro de su territorio hace lo que quiere. Admiro eso”.