La noticia sobre la muerte del escritor e ilustrador brasileño Ziraldo fue confirmada por su familia en la tarde del sábado: ocurrió mientras dormía, en su casa en Lagoa, en el sur de Río de Janeiro, donde residía desde su juventud.
El popular O menino Maluquinho, traducido al español como El Polilla, es quizá el título más conocido de Ziraldo y resume su perspectiva respecto de su infancia. Escribía para los niños desde una cercanía honesta que buscaba y reivindicaba: para escribir para niños es necesario “ser un poco infantil, saber pensar como un niño”, sostenía. Desde el desenfado y el humor, las viñetas de El Polilla son un homenaje a la infancia desde una mirada cómplice y respetuosa.
Ziraldo Alves Pinto nació el 24 de octubre de 1932 en Minas Gerais y no fue sólo el autor de libros que han acompañado a varias generaciones de niñas y niños. Antes de dedicarse por entero a eso, fue periodista y caricaturista en diversos periódicos de su país. Comenzó su carrera como ilustrador en la revista Érase uma vez, y en 1954 empezó a publicar una página de humor en Folha de Minas, a partir de 1957 colaboró con la revista A Cigarra y al año siguiente en O Cruzeiro, y en 1963 comenzó su colaboración con Jornal do Brasil, en el que durante más de 20 años publicó a diario una tira de humor caracterizada por la crítica social y política.
En 1960, además, fue uno de los fundadores de O Pasquim, una referencia indispensable en la resistencia a la dictadura militar, con sus personajes Jeremías, o Bom, la Supermãe y Mineirinho, que se hicieron muy populares.
Fue en la década de 1960 que, cumpliendo su sueño infantil de ser autor de historietas, lanzó la primera revista brasileña del género hecha por un solo autor: Saci de Pererê, que en 1973 fue reeditada por la editorial carioca Primor. En 1969 publicó su primer libro para niños, Flicts, y una década más tarde retomó esta veta que desencadenaría una profusa obra que incluye El planeta Lila, Una maestra macanuda, El gusanito de la manzana, Cada uno vive donde puede, El planeta mágico, René la rodilla y un largo etcétera (tiene más de 100 libros publicados y más de diez millones de ejemplares vendidos).
La aparición de O menino Maluquinho, en 1980, fue un hito en su carrera. La historia del niño inquieto y encantador tomó vida propia: además de ser traducido al español, italiano, inglés, alemán, francés y euskera, fue adaptada para teatro y cine, incluyendo una ópera infantil que creó el maestro Ernani Aguiar y tiras protagonizadas por el personaje.
A lo largo de su extensa trayectoria recibió varios premios. La primera distinción internacional fue el premio en el Salón de Caricaturas de Bruselas, Bélgica, en 1969, y luego obtuvo el Merghantaller de la Prensa Libre de América Latina. En 2004 fue galardonado con la mayor distinción en el ámbito de la literatura infantil y juvenil (LIJ), el Hans Christian Andersen.
Ziraldo en Uruguay
Visitante frecuente de nuestra Feria del Libro, Ziraldo cultivó un vínculo fraterno y estrecho con nuestro país, sostenido tanto en la calidad de su obra como en su disposición a compartirla en encuentros caracterizados por la calidez. Su influencia se expresa, por ejemplo, en la singularidad de que existen dos escuelas que llevan su nombre. Sus libros se han publicado en estas tierras y han sido y continúan siendo muy bien recibidos por los más chicos. Por otra parte, El Polilla ha sido llevada al teatro en diversas oportunidades.
Ese vínculo que, en una entrevista con El País en 2016, él definía como “una relación bastante antigua y amistosa”, al punto de que “podría decir que soy ciudadano honorario de Montevideo, una ciudad que me gusta mucho”, se plasmó formalmente en la declaración de Ciudadano Ilustre con la que la Intendencia de Montevideo (IM) lo distinguió en 2005, durante el mandato de Ricardo Ehrlich. Entre las numerosas muestras de dolor ante su muerte, expresadas sobre todo por personas vinculadas al ámbito de la LIJ, se destacaban ayer las palabras de la directora de Cultura de la IM, María Inés Obaldía, quien escribió en sus redes sociales que “junto al Polilla… Menino Maluquinho, hoy empezamos a ser huérfanos”.
Testigo lúcido de casi un siglo, en la mencionada entrevista el escritor brasileño recordaba desde una perspectiva inesperada el mítico Maracanazo tan caro a nuestra identidad; a la pregunta de si había estado en la final de 1950, respondió: “Sí, cuando la mitad de Brasil lloró de tristeza. Sin embargo, la gente no sabe que esa derrota tuvo un entretelón. Yo estaba en el estadio, que no estaba completamente terminado. Alrededor había restos de la construcción, hierros, piedra, alambre, madera. No hubo tiempo de sacar los restos de la obra. Y la rampa por donde salió la gente, llorando, no tenía protección. Y había una altura de 20 metros, y la gente bajaba. Lo que salvó de una tragedia fue la derrota. Porque veníamos como de un entierro, llorando y caminando como una procesión. Si hubiésemos vencido, habríamos salido como locos del estadio, y hubiera caído gente desde la rampa”.