Es movilero en el canal 12 desde hace 22 años. Dice que le gusta “la acción”, la “adrenalina” y contar la historia desde una perspectiva diferente: desde dentro del incendio, en el medio del mar o a la intemperie durante una emergencia meteorológica. Los años y los riesgos asumidos le valieron la fama y ser tendencia en redes sociales ante el primer anuncio por tormentas fuertes, posibles inundaciones y vientos huracanados.

Pero su trabajo no siempre es parte del “show”, como él lo llama. Si bien Celso Cuadro pudo entrevistar en spanglish a Richard Gere y Mike Tyson y compartir sala con Gloria Gaynor, también ha arriesgado la vida al volante para llegar a tiempo a las coberturas, recibió amenazas de narcotraficantes, tuvo que ver el dolor de familias en varias tragedias. Tuvo aventuras –un tanto hollywoodescas–, como la vez que participó en un rescate. Ese día, recuerda, las olas alcanzaban el metro y medio y tuvo que abandonar el gomón en que había llegado a la embarcación de la Armada Nacional y subir por una escalerilla externa, intentando no mirar abajo, con la misión clara en la mente: entrevistar al médico que le había salvado la vida a un tripulante.

Celso sonríe y aclara que tiene tiempo para la entrevista, aunque cada tanto revisará la pantalla de su celular para asegurarse de que no lo llama la noticia.

Empezaste a trabajar en los medios cuando eras muy chico.

Arranqué a los 13 años como operador de una radio. Mi madre tuvo que firmar un permiso especial en el Iname [Instituto Nacional del Menor]. Repartí diarios y también encomiendas para una empresa de ómnibus. Después me picó el tema de la radio, me gustaba pasar música. Fui diez años operador de una FM. Aprendí mucho de lo técnico y a editar. Después estuve ocho años más en otra radio, en la que empecé a hacer un periodístico de mañana. Paralelamente, hacíamos un programa en mi pueblo, La Paloma, que era un racconto de lo que pasaba en la semana. Al principio hablaba de música, pero después me empezó a picar el bichito de poder hablar de otros temas. Así descubrí la televisión y me encantó. Trabajé en un informativo de Antena 2, un cable de Rocha.

¿Cómo llegaste al canal 12?

En el 2000 fue la tragedia del [barreminas] Valiente, en Rocha. Tenía 20 años y me había acostado a las 4.00, como todo joven. Recuerdo que era un sábado. A las 4.30 o 5.00 ya había helicópteros. Mi vieja, que era hasta más periodista que yo, me despertó y me dijo que fuera, que algo estaba pasando. Y fui. Fue una de las mayores tragedias de la Armada Nacional. En aquel momento, en el muelle escuché que en Telemundo estaban desesperados porque no tenían material de lo que había pasado. Nosotros habíamos grabado todo con las cámaras que nos quedaron del informativo. Me puse en contacto con Telemundo y me atendió Javier Lasarte, que es un poco mi mentor y un gran compañero. El tema del Valiente dio para mucho más, porque después vino la investigación. Finalmente me quedé y ahí empezaron mis 22 años en Telemundo.

Fue una cuestión de estar en el lugar y el momento justos.

Tenés que tener suerte. Pero, más allá de eso, hay que tener olfato, decir “acá tengo que estar y me quedo”. Me ha pasado de ver a colegas que llegan al lugar, sacan la foto, charlan con una o dos personas y pronto. En los móviles me gusta ser el último en irme. Más allá de los tiempos que tenemos en televisión. Los cámaras me dicen “qué pesado”, pero aprendí mucho de mis colegas. Recuerdo que una vez estábamos cubriendo un incendio de un crucero en el puerto de Punta del Este. Habíamos hecho notas toda la noche y yo estaba muy cansado. Estábamos embarcando con Alejandro Figueredo y me dice: “Esto recién empieza, hay que seguir porque la última nota siempre es la mejor”. Agotamos las baterías, pero era cierto: en esto del periodismo siempre se puede sacar algo más.

El trabajo del movilero conlleva cierto desgaste, ¿cómo hacés para seguir a ese ritmo después de 22 años?

Me apasiona. Por momentos me he sentido cansado, ya no soy el mismo que a los 20, que llegaba de bailar y me ponía a editar. Tengo una familia y el tiempo pasa. Mi abuela siempre me dijo: “Va a llegar un momento en que no vas a poder subir a las escaleras de los barcos, no vas a poder andar en los incendios”. Durísima, pero la verdad es que a veces me cuesta. Tengo 45 años y hace 22 que estoy atrás de las noticias. No la noticia de la esquina, sino noticias fuertes. Eso es lo que me gusta. El otro día mirábamos que Lavalleja era el lugar donde hacía más frío. Bueno, hay que mostrarlo. Fuimos a las 4.00 y sentimos cómo el frío nos tapó. Me gusta mostrar cosas diferentes y me aburro si estoy mucho tiempo acá [en Maldonado]. Me gusta ir a otros departamentos y me encantaría proyectarme a hacer otras cosas, coberturas internacionales. Cubrí la tragedia del ARA San Juan [submarino que desapareció en 2017] en Argentina. Una noticia de mucho impacto porque llegamos en la cuenta regresiva, cuando aún podía llegar a pasar que rescataran a los marinos argentinos. Me gusta ese tipo de cobertura de acción.

¿Cómo convive tu familia con todo eso?

Súper acostumbrados. Papá llega, se va... El viernes estuve en Chuy, me fui a las 6.00, estuve todo el día y vine un rato de noche. Dormí y me fui a Tacuarembó para cubrir la visita del presidente. Vine a darme un baño y me fui a La Paloma a ver a mi abuela, que tiene 92 años y fue quien me crio y a quien le debo muchísimo. Luego seguí a Minas. Capaz que ahora estoy algunos días acá. Cuando estoy, voy a buscar a mis hijos al colegio y los fines de semana nos vamos todos juntos a La Paloma. Tengo mis ratos familiares y tengo una familia fantástica. Mis hijos se han criado con esto. Cuando cayó un avión en Laguna del Sauce [2015], mi hija era chiquita. La estábamos haciendo dormir en la camioneta y me enteré de lo que había pasado por la radio. Allá fuimos con mi mujer. En determinado momento, mi hija se despertó, porque íbamos atrás de un camión de Bomberos, y me dijo: “Papá, me encanta tu trabajo”. Para ellos es común y a veces van a hacer móviles conmigo. Desde que nos conocimos con mi esposa, siempre le hice saber que esta era mi vida y que amo lo que hago. La verdad es que ha sido una guerrera. No todo el mundo está preparado para ser la pareja de un periodista. La pregunta “¿cuánto demorás?” no corre en casa. Me ha tocado irme por semanas y estoy tranquilo porque siempre tengo buenas noticias de casa.

¿Cuál es la receta para mantener ese entusiasmo?

Te tiene que gustar. Es la adrenalina. Si pasan dos o tres días que no hago algo, en casa me quieren echar.

Con el tiempo tu popularidad ha ido creciendo, sobre todo en redes sociales. ¿Cuándo sentís que empezaste a ser tendencia?

Punta del Este y estar todos los días con un móvil te exponen muchísimo. El diario te cuenta la historia, la radio la relata, pero la televisión te la tiene que mostrar. Para contar una historia necesito la imagen, entonces tengo que estar. Ahí es cuando aparezco en un temporal. Se rompen algunos mitos y cuestiones de lo tradicional, cómo es estar adentro de la espuma [durante el ciclón subtropical]. Me enseñaron que si estoy en un incendio, tengo que mostrarte el fuego. No es interesante para alguien que mira televisión que yo le hable del fuego. Hay que dejar claro que arriesgamos, pero con seguridad. Si la pregunta es si me mandan o si elijo, la respuesta es: yo elijo. En el último temporal [un ciclón], salimos de noche a la espuma y había 100 kilómetros. Resguardé al camarógrafo en el hall de un edificio y, cuando todo el mundo esperaba que yo saliera colgado de la bandera, salí tranquilo. No es porque no quisiera mostrar lo que pasaba, pero volaba todo tipo de elementos en la península. Soy padre, soy responsable. También tengo que cuidar a la gente y al equipo. Cuando grabamos en la espuma, la cámara estaba dentro de un auto. Alguna vez he sentido miedo, pero más miedo puedo llegar a sentir cuando te encara un narcotraficante o un sicario en un juzgado. Ahí nadie te ve ni te filma. Ahí sí uno tiene que tomar recaudos, lo otro es parte del show. En verano tuve un incidente con un guardavidas, que ni siquiera nuestras cámaras lo filmaron. Pero el periodista que anda todo el día en la calle sabe que hay temas que hay que aclararlos día por medio.

Ese día la Asociación de Guardavidas de Maldonado y la Asociación de Empleados y Obreros Municipales (Adeom) mantuvieron una reunión con jerarcas de la intendencia porque dos trabajadores resultaron heridos por la caída de una caseta. Desde la mañana se manifestaron en la explanada de la comuna y, a la tarde, uno de ellos dijo que había grabado toda la rueda de prensa y nos advirtió que no editáramos. ¿Creés que hay desconocimiento o tal vez desconfianza sobre el trabajo que hacemos los periodistas?

Sí, a veces con intencionalidad. Cuando uno hace periodismo se estima que sos blanco, colorado o frenteamplista. Y no soy de ninguno, así como no soy de Nacional o Peñarol. Si tengo que cubrir un acto del Frente Amplio o del Partido Nacional, lo voy a hacer de igual forma. Tengo amigos del Frente y tengo políticos conocidos que se abrazan conmigo. No viene por ese lado. Hago el trabajo de campo y edito. Muchas veces 90% de lo que armo es lo que sale, pero hay gente que determina la línea del informativo y hay que editar para que [la grabación] quede de un minuto y medio. En ese caso, hablaron los guardavidas, habló un integrante de Adeom y por la intendencia [de Maldonado] habló el secretario general [Luis Eduardo Pereira]. Eran dos contra uno. Cuando uno tiene cierta experiencia y te vienen a dar cátedra de tu trabajo... Me molestó el tono por cómo le habló a una compañera. Soy de reaccionar cuando la gente se pasa de la línea. Me ha pasado con jefes de Policía, con militares. En algunas cosas no nos podemos callar, porque si nos callamos, nos avasallan y no nos dejan trabajar. Me tocó pelearme con militares porque no nos querían dejar tomar imágenes del frente de un batallón. ¿En qué ley dice que no podemos filmar? ¿Dónde está la libertad? Me parece importante hacer valer esas cosas. En Maldonado se respeta mucho eso, pero en otros departamentos nos pasa que tenemos que hacer sentir el rigor de que estamos trabajando. No están acostumbrados y, además, otros colegas agachan la cabeza.

¿Percibís que hay un aumento en las amenazas a la libertad de prensa en el país?

Siempre hay gente a la que no le gusta que preguntes. Me ha pasado en todos los gobiernos. Están los lacayos. En una conferencia de prensa en la que el gobernante va a informar sobre determinado tema, nosotros estamos en el fondo y en el medio hay una tribuna. ¿Qué hace esa gente ahí? Y cuando preguntás, se dan vuelta cómo diciendo “¿qué estás preguntando?”. Esas presiones me han pasado. Todo se quiere politizar y no estoy ni ahí con eso. Trato de llevar la línea del medio y que la gente saque sus propias conclusiones, ese es mi punto de vista. El canal es una empresa, pero nunca nadie me dijo “cortá acá” o me editaron una nota. Lo puedo jurar por mis hijos. Hace unos años capaz que se daba un lineamiento a nivel nacional, pero hoy no lo veo. Igual la gente se confunde y te dicen “facho” o “comunista” en las redes sociales.

Durante el ciclón un usuario puso en Twitter: “Viene el ciclón y a mí lo que me importa es cómo va a estar Celso Cuadro”. Pero, más allá de las emergencias meteorológicas, te toca cubrir muchos policiales. ¿Has visto un recrudecimiento de la violencia en el tiempo?

Sí, me está llamando mucho la atención. Cubrí muchos homicidios en Maldonado, más de los que hay ahora. Historias muy crueles también en Rocha. Me tocó toda la guerra [de narcos] en San Carlos y en Minas. Pero me llama mucho la atención la violencia familiar y los abusos que hay, en Maldonado es tremendo. Todos los días son historias diferentes. No me sorprende el homicidio por ajuste de cuentas, lo que me llama la atención es el hombre que mata a la mujer y al hijo, como pasó en Artigas. Me tocó el caso en Rocha del hombre que mata con una escopeta a los dos hijos y después se suicida. Creo que habría que tener una alerta, porque algo está pasando. El narcotráfico está detrás de todo, pero el aspecto psicológico de la gente... En los últimos cinco años se ha visto un deterioro impresionante en los valores de la gente. Hay falta de respeto y de tolerancia.

Estas noticias violentas, de alguna forma, las traés a tu casa, ¿cómo manejás eso para que no te juegue en contra con las emociones?

Aprendí a separar. Pero antes de ser padre me dijeron: “Cuando te toque cubrir noticias sobre niños, te va a doler y te va a dejar una huella”. Y me ha tocado. Después de que sos padre la vida te cambia y esas cosas te chocan. Todo te choca. Cuando ocurrió el incendio en la cárcel de Rocha, murieron 12 jóvenes metidos dentro de un baño. Allí estábamos nosotros y llegaban los familiares, que se enteraban de que los hijos habían muerto calcinados. Tengo experiencias trágicas. Ir a cubrir un incendio en una casa... El muerto del narco, que tenía antecedentes, sabía que tarde o temprano iba a terminar así, que se la estaba jugando, pero cuando te encontrás con la familia, que nada tiene que ver... Igual lo dejo en la puerta. Más allá de que mis hijos escuchan todo y que siempre todo se comenta, intento dejar todo de la puerta para afuera.

¿Qué hacés para desenchufarte?

Me encanta la música. Escucho todo tipo de música, sobre todo rock argentino y música de los 80. En el auto se escucha de todo, es un poco mi terapia cuando no estoy editando o pensando en la noticia.

¿En tu trayectoria cuál considerás que es el momento más importante?

Un hecho que me alegró, pero que fue durísimo fue que se haya encontrado al autor de la muerte de Lola Chomnalez. Di la noticia cuando ella desapareció y cuando encontraron el cuerpo de la niña. Los padres nos seguían por la historia y poder dar la noticia, junto a los colegas, de que cayó el culpable de un homicidio que se suponía que no iba a ser aclarado me trajo descanso. Fue el hecho que mayor cobertura periodística tuvo, el de más minutos en la historia de la televisión uruguaya. Hubo un antes y un después para mí. Era como una telenovela macabra. La gente me paraba en la calle y me preguntaba sobre el caso. Sentí que hace siete años y medio estábamos para cerrar un capítulo, porque en estos casos estás afuera del juzgado con la familia. Soy padre de una niña de diez años, Lola era una niña de 15 años... Mi esposa, en ese sentido, ha sido una fenómena y me dice que intente no ponerme en el lugar de ese padre porque si no me voy a enloquecer. Hoy es una historia y mañana y pasado son otras. Pero es de lo más fuerte que me ha tocado.

¿Cuáles son tus referentes en el periodismo?

Javier Lasarte, que es un veterano y un fenómeno. Lo veo como a esos viejos periodistas y como a un caballero de los que ya no se encuentran. Otro gran referente, que me ayudó muchísimo, fue Aldo Silva. Me conoce desde chico. Hice un par de copetes en Punta del Este con unos lentes de sol en la cabeza y me dijo: “Eso no corre más”. Es decir: sos periodista o sos turista. [Alejandro] Vasco Etchegorry, que era un tipo muy duro, pero un fenómeno. También Alfonso Lessa, que fue durante mucho tiempo el director del informativo Telemundo. Es gente que levantaba el teléfono y te decían: “¿Qué posibilidad tenemos de que este error no vuelva a suceder?”. Solamente con eso le decías: “Quédese tranquilo que no va a volver a pasar”.

¿Qué cambios ves en la labor de los periodistas?

Lo que veo es que somos una generación a la que le enseñaron que íbamos a cubrir una noticia pero si, de repente, nos encontrábamos con un accidente o un policial, nos bajábamos y hacíamos esa cobertura también y después seguíamos para cubrir lo otro. Y todo eso salía en el informativo. Hoy no te puedo decir lo mismo. La gente nueva no tiene el compromiso que tenía antes y los informativos también han cambiado, no es lo mismo… Se repiten unos con otros. Hay diferentes formas de dar la noticia, diferentes colores en la pantalla, pero es todo lo mismo. Cada uno tiene su línea y hay que respetarlo. Es el juego en el que estamos. Pero me parecen largos y reiterativos entre ellos. Por eso es que me gusta hacer otras cosas, me gusta salir desde adentro del temporal. Por eso fui tendencia: por mostrar una cosa que sale de lo común y desde el interior. Mientras me dejan, es el molde que me gusta romper.

Entre los hitos de tu carrera tiene que estar la vez en que un par de niños se disfrazaron de vos y del camarógrafo para Halloween.

Fue hermoso. Ese domingo almorzamos en mi casa, en La Paloma, y mis hijos se prepararon para salir a pedir caramelos. Yo tenía que venir a Maldonado y los iba a pasar a buscar al día siguiente. En el camino me llegó la foto de estos niños. Soy muy conocido en mi pueblo, entonces, fueron a una tienda vestidos así y les sacaron una foto. Mis hijos, que estaban en la calle, se los encontraron. No podían creerlo. “Alguien se disfrazó de papá”. “¿Ustedes lo conocen a Celso?”, les preguntó mi esposa. Le dijeron que no. “Nos queríamos disfrazar de alguien bueno”, respondieron. Con un nivel espectacular, el padre les hizo el disfraz. La cámara y el micrófono eran casi perfectos, hasta tenían carné de acreditación. Los conocí 15 días después. Me recibieron y me hicieron un regalo: una tabla para asado. La alegría es que mucha gente se quiere sacar fotos conmigo. Disfruto sobre todo que mis hijos vean eso. El otro día veníamos de Tacuarembó y paramos en Sarandí Grande. Una señora dejó de comer sus ñoquis para saludarme. “Lo veo siempre”, me dijo.

¿Alguno de tus hijos quiere ser periodista?

Es una linda pregunta, siempre lo hablamos con la madre. Pero no me gustaría que pasen por lo que yo pasé, que arriesguen la vida. Anduve entre las cruceras por cubrir incendios, a punto de caerme de aviones, manejando a mucha velocidad. Me sentiría orgulloso, pero creo que ellos tienen que tener su estudio y después, si quieren, papá les enseña lo que quieran. A mi hija le gusta mucho la fotografía y la imagen. Mi hijo disfruta de la fama de su padre.