“Nunca nadie me ha podido decir por qué [dicen que] yo soy de extrema derecha”, dijo en una entrevista José Antonio Kast, que se opone a esa definición. Considera que sus posturas son sólo de “sentido común”. Sin embargo, sus propuestas, sus alianzas y su discurso explican por qué se lo ha calificado así.

El candidato del Partido Republicano a la presidencia de Chile nació en Santiago el 18 de enero de 1966 en una familia de diez hermanos. Cuando era niño creía que de adulto iba a ser astronauta o carabinero, y estaba convencido de que lo discriminaban por ser rubio. Todavía lo está. “Ciertos políticos que usan la apariencia física para descalificar al otro”, dijo al periódico La Cuarta.

En la misma entrevista relató cuánta indignación le causó que en un programa le preguntaran “qué se siente ser hijo de un oficial nazi”. Su padre, Michael Kast, había sido oficial del ejército alemán, y algunos años después de la derrota que sufrió su país en la Segunda Guerra Mundial emigró a Chile, en 1950, con su esposa Olga Rist y sus dos hijos mayores. “Mi padre tenía 18 años y fue reclutado por el ejército alemán. Y si uno no iba, se iba preso. Entonces, ¿qué posibilidad tenía alguien de 18 años de no cumplir con su servicio militar cuando el país está en guerra?”, dijo el candidato.

En Chile nacieron los otros ocho hijos de Michael y Olga. El más joven es José Antonio, de 55 años, que también formó una amplia familia. Tuvo nueve hijos junto a su esposa, María Pía Adriasola, con la que sigue la tradición católica en la que se crio.

Uno de sus hermanos es sacerdote, otros son empresarios, una es escritora, y tres son o fueron políticos. Uno de estos últimos es José Antonio, otra es su hermana mayor, Bárbara, que fue edila, y el otro es Miguel, ya fallecido, que durante la dictadura de Augusto Pinochet fue ministro de Trabajo y Previsión Social y presidente del Banco Central de Chile. Fue también un dirigente del llamado “gremialismo”, un movimiento nacionalista católico y conservador, neoliberal en lo económico, del que surgió luego la Unión Demócrata Independiente (UDI). Miguel Kast era muy cercano a Jaime Guzmán, fundador de ese partido en el que después militó por dos décadas José Antonio Kast.

Por la UDI, el actual candidato fue electo concejal en 1996 y 2000, y fue cuatro veces diputado, hasta que dejó esa organización política para postularse a la presidencia como independiente en 2017. En esas elecciones quedó cuarto. Dos años después, en 2019, fundó su propia organización política, el Partido Republicano, con el que ahora llegó a la segunda vuelta presidencial.

A la derecha de Piñera

Kast integró por años la alianza de gobierno que llevó a Sebastián Piñera dos veces a la presidencia de Chile. Pero en 2021 fue el único candidato vinculado con la coalición Chile Vamos que no participó en sus primarias.

El dirigente le ha criticado a Piñera que llamara al Congreso a aprobar un proyecto de matrimonio igualitario enviado por la expresidenta Michelle Bachelet. Esa iniciativa fue aprobada esta semana en Diputados y sólo necesita una última votación del Senado para convertirse en ley.

Kast, que ha cuestionado al movimiento feminista, también criticó que se aprobara la despenalización del aborto en ciertas circunstancias, y le reprochó al Ministerio de la Mujer que no se plantara contra esa iniciativa.

De la misma manera, considera que el gobierno debió avanzar más en su política represiva frente a ataques a la propiedad privada de parte de algunas organizaciones de mapuches y contra los manifestantes que salieron a las calles en 2019. Insiste en que la derecha defraudó a sus votantes. Piñera “está bien en lo económico”, pero “no gobierna con valores morales” y “hasta apoya la ideología de género”, dijo, según citó la agencia Efe.

El líder del Partido Republicano fue el candidato que quedó embanderado con el No a una nueva Constitución. Pasó a representar así una posición minoritaria pero que de todos modos recibió 22% de apoyo en las urnas en 2020 y lo hizo conocido entre los votantes. Pero uno de los aspectos que más identifican su discurso es que ha llegado a defender, incluso en plena campaña electoral, a la dictadura de Pinochet, “el gobierno militar”, como la llama. “Dígame si las dictaduras entregan el poder a la democracia y si hacen una transición a la democracia y se respeta. Eso es lo que no hacen otros países y en Chile se hizo”, dijo a la prensa extranjera.

Para Kast, su posición en ciertos asuntos polémicos no es lo que va a tener en cuenta un ciudadano al momento de votar. Dice que las encuestadoras les preguntan a los ciudadanos, por ejemplo, qué opinan de la eutanasia, y los encuestados responden, pero no definen el voto según su respuesta. “Cuando tú vas a votar, lo más probable es que no estés pensando en la eutanasia; estás pensando en la seguridad de tu familia, estás pensando en tu fuente laboral, estás pensando en tu sueldo, en temas del día a día”, dijo a La Cuarta.

Como otras ultraderechas, la de Kast tiene una agenda centrada en la seguridad, un discurso fuerte contra la inmigración –justo cuando el ingreso de migrantes causó tensiones y reacciones violentas en el norte del país– y una voluntad de retroceder en derechos reconocidos en las últimas décadas, en particular para las mujeres y las personas LGBTI. Por otra parte, quiere un Estado reducido, con menos impuestos, y un sistema público-privado en la educación, la salud y la seguridad social.

Derechos en riesgo

Esta semana, después de las elecciones que renovaron el Congreso chileno, uno de los nuevos diputados electos por el Partido Republicano de Kast descalificó en la misma frase a mujeres y migrantes: “Las mujeres dejan de ir al parque porque tienen miedo de inmigrantes que las pueden violar, pero siguen votando por los mismos partidos que están trayendo a esa gente, y tú realmente te preguntas si el derecho a voto [femenino] fue una buena idea”, dijo.

La propia ministra de la Mujer, Mónica Zalaquett, se refirió a esos dichos y los calificó de “inaceptables”, y varias dirigentes políticas los repudiaron. Pero Kast dijo que “hay que ver en qué momento salió el video y su contexto”, que “él tendrá que dar una explicación”.

Para Emilia Schneider, que en las elecciones del domingo fue elegida como la primera diputada transgénero de Chile, un posible triunfo de Kast es un peligro. “La comunidad LGTBI tiene miedo de que el próximo presidente sea de ultraderecha”, dijo Schneider a Efe. “Cuando avanzan este tipo de alternativas aumentan los crímenes de odio porque los discursos discriminatarios encuentran validación”, agregó. En su opinión, en las elecciones del 19 de diciembre “está en juego la seguridad, la dignidad e integridad de los derechos de la comunidad LGTBI y de las mujeres”.

Relaciones internacionales

También los aliados internacionales de Kast dan una idea del lugar que ocupa el dirigente en el espectro político. Una de sus frases de campaña, “Atrévete a hacer de Chile un gran país”, se parece al “Make America great again” de Donald Trump. Tiene vínculos con el español Vox y celebró la buena votación de Javier Milei en las legislativas argentinas.

A su vez, la victoria de Kast como el más votado en primera vuelta fue celebrada por el diputado Eduardo Bolsonaro, el hijo de presidente brasileño que se encarga de las conexiones internacionales del bolsonarismo: “Kast es un patriota, bien relacionado internacionalmente y una piedra en el zapato del Foro de San Pablo”, afirmó. Los dos se conocen de la llamada Cumbre Conservadora de las Américas, un encuentro de dirigentes derechistas organizado por Eduardo Bolsonaro en Brasil en 2018, poco después de que Jair Bolsonaro fuera electo presidente.

Todas las conexiones de Kast con el exterior apuntan en el mismo sentido. En 2017, cuando el expresidente de Perú Alberto Fujimori, condenado por crímenes de lesa humanidad y corrupción, recibió el indulto del presidente Pedro Pablo Kuczynski, Kast celebró. Ese indulto finalmente fue revertido, pero antes de que eso ocurriera, el dirigente chileno lo utilizó para hacer un paralelismo con su país: “Indulto a Fujimori en Perú es un ejemplo de cómo avanzar en justicia y no venganza. Un anciano de 80 años, independiente de los delitos horribles que haya cometido”.

Aunque Kast se resiste a que lo califiquen como un dirigente de extrema derecha, sí se declara convencido de que si Pinochet viviera lo apoyaría. “Pinochet votaría por mí, es evidente”.